COSAS DE DIOS

Ellos saben, pregúntenles

Alicia Estévez

Alicia Estévez

Una de las jóvenes que estuvieron manifestándose a favor del aborto lanzó contra el Espíritu Santo una acusación, que no voy a repetir, durante la lectura de un papel plagado de otras blasfemias. Como esta chica y sus compañeros no creen en Dios, dudo que escuchen los testimonios de nosotros, los cristianos. Pero tienen otra opción para conocer la verdad. Pueden consultar a aquellos que le sirven al diablo, los satánicos, y preguntarles si ese ser es un cuento de camino o existe. Pues, igual que los cristianos tenemos la certeza de que hay un Dios, somos testigos de ello, los seguidores del maligno, también le conocen.

Afines

Asumo que los adoradores del mal tendrán mucha afinidad con los planteamientos que esgrimen los grupos abortista, los cuales utilizan mujeres como punta de lanza y empiezan por irrespetarlas a ellas, animándolas a desnudarse, desdecir de su propia femineidad y convertirse en especies de individuos desaforados, sin límites, capaces de tomar en su boca a cualquiera y de cualquier manera. Si los consultan a ellos, a los que se identifican con la personificación de la maldad, descubrirán que saben a quién le sirven. Así como nosotros, los cristianos, también sabemos a quién le servimos.

Por si cambia de opinión

La muchacha que leyó las blasfemias, podría, en unos años, escandalizarse de sus palabras, o ratificarlas, pues, gozamos de libre albedrio. Escogemos hacia dónde dirigir nuestros pasos. De manera que, si los testimonios sobre la existencia de Dios, incluso, su propia vida, en medio de esta pandemia ella está sana, no le han servido para descubrir la verdad, insisto en que consulte a los que claman al enemigo y han entrado en contacto con él. Esa es una forma, acorde con el estilo irreverente de estas jóvenes, de saber si hay un Dios, si ese de quien se burlan, contra quien lanzan lodo, es su creador, el hacedor de todo.

Osada ignorancia

Porque si hay un diablo, y lo hay, también, Dios existe. Y sí, existe. A la edad de esa chica, yo me había declarado atea, pero la semilla de la fe, sembrada en mi hogar, se revolvió cuando una profesora, en la universidad, dijo una blasfemia similar a lo que esta joven leyó. El tímido aplauso que recibió esta muchacha, al concluir su lectura oprobiosa, fue semejante a la fría reacción de los alumnos ante lo que la catedrática creía sería un chiste aplaudido. No lo fue. Pese a nuestra rebeldía de adolescentes, había un límite que todos, en nuestros corazones, sabíamos que no se debe cruzar. Porque, para el que no ha tenido el privilegio de sentir la presencia de Dios en su vida, siempre existe la posibilidad de encontrarse, alguna vez, con la verdad, y en su interior germina la duda. En ellos no hay certeza, en los cristianos y en los satánicos, sí la hay, tenemos pruebas de lo que creemos. Por eso, les sugiero que consulten a estos últimos, así conocerán, desde su osada ignorancia, a quién le sirven.

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