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MUSEO

Atarazanas Reales: ‘Único de su tipo en América’

En este edificio se subastó el primer quinqué llegado a la isla

Fachada de las Atarazanas Reales. Foto: Alexis Ramos B.

Fachada de las Atarazanas Reales. Foto: Alexis Ramos B.

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo, RD

Con la nueva etapa de la Ciudad Colonial, el Museo de las Atarazanas Reales cobró nuevamente importancia al ser reinaugurado. Me propuse visitarlo. Es que tiene en exhibición unos 1,300 objetos rescatados de naufragios y otros diversos artículos relacionados con la navegación. Así que entusiasmo a mi hijo Alexis para que me lleve.

Situado en el entorno del Alcázar, pero a un nivel muy inferior de calle y hacia un lado, no salta a la vista. Hay que buscarlo. Bajamos las escalinatas hasta encontrarnos frente al edificio que lo aloja: las Atarazanas Reales o la Atarazana, un ‘edificio único de su tipo en América’, según escribía mi madre, María Ugarte (qepd) en Monumentos Coloniales. Fue construido en diversos períodos desde el siglo XVI; restaurado y en parte reconstruido en el transcurso de los años.

Nos acercamos a la fachada de ladrillo. Intento empujar una de las puertas transparentes colocadas entre las arquerías de columnas de piedra del pórtico. No abre. Un militar nos indica una puerta lateral. Entramos al pórtico, donde un ancla reposa sobre el muro. Pero, ¡vaya chasco! ‘El museo está cerrado. Todavía no está abierto al público’. Nada se ve a través de las puertas. Y, del exterior, desde la escalinata es que alcanzo a divisar las bóvedas que cubren sus tres naves. Dos son bóvedas antiguas. La tercera se terminó hace pocos años: en 1972. De las primeras, el Alférez Mayor de la ciudad de Santo Domingo, Francisco Franco de Torquemada, relataba en 1691 que ‘eran tan bien sentadas, que resistieron hasta el terrible terremoto de 1663’.

Subastas y Aduana

El edificio de la atarazana (local donde se construyen, reparan y conservan embarcaciones) parece que nunca sirvió de astillero. Se utilizó como centro de subastas y también de aduana. A fines de 1859 aquí se subastó el primer quinqué llegado a la isla, cuyo manejo nadie conocía. Cerca estaba ‘la Negreta’, lugar donde alojaban a los esclavos negros (según la guía Santo Domingo, Llave de las Indias Occidentales).

Cruzamos hasta la Puerta de la Atarazana, reconstruida durante el siglo XX. La antigua, parecida a la Puerta de la Misericordia, fue demolida, víctima de la piqueta del progreso. Me acerco hasta un representante de CESTUR, de servicio en este sector de la Zona Colonial. Se llama De León. Quiero saber si la ceiba de Colón, en la cual cuentan que el Almirante amarró las carabelas, está muy lejos. Parece que sí. Para mí es mucha la distancia a pie. Iré otro día.