SALUD MENTAL
30 de marzo: Día Mundial del Trastorno Afectivo Bipolar

“No suelo hacer esto, pero necesitas ayuda”, me dijo una de las mejores profesoras de la carrera de Psicología de Unibe en el año 2008.
Yo era una estudiante recién transferida luego de hacer dos años completos de Derecho y había elegido mi nueva carrera por un proceso de selección en el cual no quería ser ingeniera. No tenía el talento artístico para Arquitectura. No soportaba la idea de ser administradora. Y, luego de jurar que nunca sería maestra -lo que sería otra ironía, pues estuve en aula por cinco años-, llené un examen de aptitud donde decía que tenía habilidades para el estudio de la mente.
Recuerdo esa noche en la plazoleta cuando ella me contaba de que la ayuda psiquiátrica podría permitirme vivir mejor, mientras yo fumaba un cigarrillo tras otro. Creo que fumé no solo por el dolor de que me dijeran que tenía una condición de salud mental, sino por el temor a caer de la gracia de esta catedrática que tanto admiraba, así como caían las cenizas de aquel cigarrillo.
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