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COSAS DE DIOS

No juzgues

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Alicia EstévezSanto Domingo, RD

Hay una composición de la hermana Glenda, religiosa chilena que canta acompañada de su guitarra, con la que me identifico. La había escuchado antes pero no fue hasta que oí a su autora narrar la historia del momento en que se inspiró para escribirla, cuando le puse mayor interés y me detuve a disfrutarla con detenimiento.

Larga caminata

Dice la hermana Glenda que escribió la canción luego de tener un impase con otra monja, una hermana de su comunidad. Estaba tan enojada, cuenta ella, que pasó dos horas caminando, sin parar, para poder calmarse. Fue durante esa larga caminata cuando creó esta pieza. La hermana Glenda, que además de monja y cantante es psicóloga y compositora, dice que ha sido la única vez que ha compuesto caminando.

Una monja molesta

La religiosa explicó que su compañera la juzgaba mucho y así titulo la canción, “No Juzgues”. En fin, que, tras escuchar la historia, quise enterarme de lo que dice una monja cuando está incómoda. La primera estrofa inicia así: “¿Y tú qué sabes?, ¿Qué sabes de mis silencios? ¿Dime, qué sabes, qué sabes de mis secretos? ¿Qué descubres en mi mirada?, ¿Qué intuyes en mis palabras? Dime, ¿Qué sabes?” Dime, ¿Qué sabes?, ¿Qué conoces de mi alegría? ¿Dime qué sabes, qué sabes de mi melancolía?, ¿Qué conoces de mi poesía?, ¿Qué intuyes en mi melodía?” Y, luego, se responde. “No sabes nada, -y reclama-, ¿entonces, por qué me juzgas, si no sabes nada?”

Y yo, ¿qué sé?

Y, como cristiana, Glenda no se queda solo de su lado, acusando, señalando hacia quien la juzga, sino que cruza hacia el lado contrario y se cuestiona a sí misma. Se pregunta, “¿Y yo qué sé?, ¿qué se yo de tus silencios? ¿y yo qué sé? ¿Qué se yo de tus secretos? ¿Qué sé yo de tu poesía?, ¿Qué sé yo de tu melancolía?” Y, también, se responde. “Yo no sé nada, entonces, ¿por qué te juzgo, si yo no sé nada?”. Y pregunta, para ambos lados, “¿por qué nos juzgamos, si no sabemos nada?”

Él sí sabe

Me impactó, porque, así somos, ligeros al juzgar, al señalar, al endilgar sin conocer lo que ocurre en el alma ajena, en su corazón, aferrados a lo que creemos es la verdad, como la ven nuestros ojos. Pero esa percepción está cegada por nuestras propias miserias, ocultas, también, a la vista del otro, y que solo afloran como latigazos, críticas, celos, envidia y maldad. Y, el que recibe, devuelve sin saber nada de nuestra razón ni de nuestra herida. Porque, como dice la hermana Glenda, no sabemos nada. Después de analizar esta canción, cuando me sorprendo emitiendo un juicio a la ligera, me digo a mí misma, ¿y tú, qué sabes? Lo cierto es que solo uno nos conoce el interior de todos, y esto lo dice Glenda, en la introducción de la canción, de forma hablada. Ella nos recuerda que solo Dios conoce nuestro corazón, Él sí sabe.

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