Padre e hijo: Le cogen la ‘seña’ a la comunicación
El nacimiento de Carlos Andrés fue la muestra de fe y amor más grande que recibieron sus padres. Nunca imaginaron que detrás de su ternura había una prueba que superar. El tiempo transcurrió y el diagnóstico médico les informó que el niño, que hoy tiene 12 años, tenía una deficiencia auditiva. Más tarde se enteraron que el trastorno también afectaba el habla.
No se detuvieron a llorar y a lamentarse por ello. Decidieron actuar y, la mejor forma de hacerlo era buscar la manera de comunicarse con él. Así lo han hecho a lo largo del tiempo y cada vez tienen un mayor acercamiento con el adolescente. Su padre Juan Carlos Muñoz hizo suya esta realidad. Como Dios lo ayudó consiguió dotar a su niño de un aparato que le ayudara a escuchar, pero, ante la negación del niño a esta modalidad, no lo obligó. Prefirió inscribirlo en un centro especial y aprender él también a comunicarse con su hijo.
“Desde muy pequeño, a pesar de su condición, Carlos Andrés desarrolló un estado de independencia, además de que mostraba una gran curiosidad por conocer su entorno. Esto creaba un nivel permanente de ansiedad, pues intentaba conocerlo todo. Sin embargo, no habíamos creado un código que nos permitiera entendernos, él no sabía cómo pedirme las cosas y yo no entendía cuál era su necesidad. Una situación muy difícil”, relata un padre que hoy está orgulloso de lo logrado.
Cuenta que una característica de Carlos Andrés es la impetuosidad al expresar sus emociones, lo que, por su experiencia, asegura es común en los menores sordos. “Al momento de corregirlo, muchas veces él se niega, aunque cuando le explico la razón de algunas decisiones, va bajando y acepta lo que se le pide o corrige”. Lo dice satisfecho del trabajo que han venido haciendo con el adolescente.
Carlos y la escuela
Desde el principio a él le gustó el ambiente escolar. Ha ido evolucionando conforme a su edad, cuenta su papá. “Le gustan las actividades que exigen lógica, le gusta pintar y anhela aprender natación. Todas esas actividades podrían ayudarlo bastante, pero somos una familia de escasos recursos, y hemos ido haciendo lo que está a nuestro alcance”. Lo cuenta, pero sin lamentarse.
Muñoz admite que, en medio de esta pandemia se ha visto con algunas dificultades. A pesar del uso de una plataforma, se hace necesaria la utilización de videollamadas. Hay problemas de conectividad y otros inconvenientes que se presentan en esta nueva modalidad de clases. Es nuestro deber ofrecerle el apoyo necesario y la motivación para, que en momentos en que se cae la señal en medio de la clase, no se desespere. Porque él se queja y quiere dejar la reunión por terminada”.
A Carlos Andrés le hacen falta las clases presenciales, compartir con sus compañeros y las actividades de la escuela, pues la clase en aula supera por mucho a la virtualidad y los conocimientos no se afianzan de la misma manera. Lo sostiene Muñoz, quien lleva años trabajando en un centro educativo. “La carencia de recursos virtuales no permite que se desarrollen las competencias educativas necesarias. “Aunque es grande el esfuerzo que hace la escuela y el Estado, este modelo virtual de enseñanza es un proyecto a modo de prueba que nos ha puesto a prueba a todos”.
El aprendizaje
Carlos Andrés Muñoz Ortiz estudia en la Escuela Nacional Para Sordos (Enapsor), donde cursa en sexto grado de Primaria. En ese centro educativo ofrecen cursos básicos para el dominio de lengua de señas. “Esto ha permitido que tanto yo, como mi esposa, podamos aprender a comunicarnos con él, a diferencia de sus dos hermanos menores, quienes solo observan cuando Carlos se comunica con nosotros. Ellos dominan algunos conceptos básicos”, dice el padre.
Aunque por cuestiones de trabajo, no siempre puede asistir a tomar las clases de lengua o signos de señas, Muñoz comenta que ha aprendido mucho de un estudiante que le acompañaba en la parada cuando iba a llevar a su hijo a la escuela.