Cartas de amor inolvidables
No hay nada tan poderoso como el amor y expresarlo en una carta sigue siendo un potente medio, el más privado y personal, para comunicar ese sentimiento, según el escritor británico Shaun Usher, que recopiló las misivas más románticas y apasionadas de todos los tiempos, unas auténticas “bombas de relojería”, afirma.
“No hay nada en la vida tan poderoso como el amor, la fuerza que nos une. Es lo más parecido que tenemos a un superpoder”, señala el británico Shaun Usher, escritor y custodio de un blog dedicado al género epistolar (www.lettersofnote.com) y otro a su pasión por las listas (www.listsofnote.com).
“Cuando estamos conectados al nivel más profundo con otro ser humano nos sentimos capaces de alcanzar cualquier objetivo, de superar cualquier obstáculo que la vida ose interponer en nuestro camino, y de luchar hasta la muerte si es necesario para proteger a quienes amamos”, señala Usher (www.shaunusher.com).
“Así pues, a nadie debe sorprender que la carta, nuestra forma de comunicación más privada, haya demostrado ser un vehículo muy popular para tratar de ese sentimiento tan especial que tanto cuesta definir sobre el papel pese a ser, según muchos, el único idioma realmente universal”, reflexiona.
Para este escritor “una carta es una bomba de relojería, un mensaje en una botella, un grito pidiendo ayuda, una historia, un gesto de preocupación, una cucharada de cariño, un modo de conectar a través de las palabras”.
“El simple y democrático arte de escribir cartas sigue siendo un potente medio de comunicación que, sin importar en qué revolución tecnológica nos encontremos, sobrevivirá, al igual que la literatura, para siempre”, enfatiza.
Usher ha hurgado en archivos de medio mundo para elaborar una recopilación tan diversa como interesante de cartas de amor, desde la antigüedad hasta el presente, que ha publicado en su libro ‘Cartas memorables: Amor’, e incluye desde consejos a hijos enamorados, peticiones de mano y misivas desesperadas, hasta cartas a amantes, a amores difuntos o nunca enviadas.
Los siguientes son algunos “ejemplos estelares” de un género epistolar que carece de equivalente moderno y al que tanto deben millones de personas, entre las que el propio autor se incluye. Son párrafos señalados de las misivas en las que algunos personajes famosos abren sus corazones a su amada o amado, con palabras que resuenan en el corazón de quien hoy las lee.
DE SIMONE DE BEAUVOIR A NELSON ALGREN
Los filósofos franceses Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre mantuvieron una relación poco convencional en la que ambos tuvieron amantes ocasionales.
En 1947 Simone conoció a Nelson Algren, un novelista estadounidense con el que mantuvo una relación a distancia durante diecisiete años. En septiembre 1950, tras un descorazonador viaje a Chicago que a su parecer marcaría el fin del idilio, De Beauvoir le escribió a Algren: "...deseo de todo corazón, quiero y necesito con todas mis fuerzas volver a verte algún día, pero por favor recuerda que jamás te lo pediré…”.
"Soy tuya hasta tal punto, Nelson, y lo que me has dado significa tanto para mí, que nunca podrías arrebatármelo”.
"...la única verdad que doy por buena: sigo queriéndote tanto como te quería cuando me lancé a tus brazos remisos, es decir, con todo mi ser y todo mi sucio corazón”.
"…Te siento tan cerca, tan cerca... Deja que también yo me acerque a ti; y deja, como en el pasado, que me quede para siempre en ese corazón que una vez fue mío”.
Tuya, Simone.
DE JULIETTE DROUET A VÍCTOR HUGO
Cuando murió, en 1883, hacía cincuenta años que la actriz francesa Juliette Drouet era amante del autor de ‘Los miserables’, el gran Víctor Hugo. Ella se dedicó a él en cuerpo y alma y a lo largo de medio siglo le escribió miles de cartas, a menudo más de una al día, como ésta de una noche de 1835, en la que le dice:.
"Te reconozco en todo lo bello que me rodea: las formas, los colores, los perfumes, los sonidos armoniosos... todos ellos me hablan de ti, aunque nada puede compararse contigo”.
"¡Eres, no sólo el espectro solar con sus siete luminosos colores, sino el mismo sol que alumbra, calienta y vivifica el mundo entero! Eso eres tú, y yo no soy sino la humilde mujer que te adora".
Juliette.
DE ANNE LINDBERGH A CHARLES LINDBERGH
En julio de 1944, mientras viajaba en tren de Chicago a San Francisco, la escritora y aviadora Anne Morrow Lindbergh escribió a su marido, Charles Lindbergh, pionero de la aviación que en 1927, había ganado una gran notoriedad al volar de Nueva York a París en el Espíritu de San Luis:.
“¡Cuán dulces son las aguas del mundo! Si hemos de morir, las hemos bebido. Si hemos de pecar o separarnos, si hemos de fracasar o vivir lejos uno del otro, habremos probado la felicidad, por lo que hemos de contarnos entre los bienaventurados”.
“Hemos tenido todo cuanto la vida podía ofrecernos, hemos probado el fruto del árbol del conocimiento, hemos conocido, hemos sido el misterio del universo”.
Buenas noches, Anne.
DE ROBERT SCHUMANN A CLARA WIECK
El célebre pianista y compositor Robert Schumann se enamoró de Clara Wieck, pero su padre Friedrick Wieck se opuso a la unión. Tras una larga batalla judicial, Schumann ganó el derecho a casarse con su amada, a la que escribió innumerables cartas conmovedoras y llenas de amor, como ésta, de 1838:.
“Tendría que escribirte todos los epítetos cariñosos del mundo, pero no encuentro uno más apropiado que la humilde palabra «querida», aunque dicha de un modo especial”.
"Querida, muchas veces he llorado de felicidad simplemente al pensar que eres mía, y a menudo me pregunto si te merezco”.
“Cualquiera creería que ni el corazón ni el cerebro de un hombre pueden soportar todo esto que siento yo a la vez. ¿De dónde vienen estos miles de pensamientos, deseos, penas, alegrías y esperanzas? Y la procesión continúa día tras día".
Robert.
DE NAPOLEÓN BONAPARTE A JOSEFINA DE BEAUHARNAIS
Napoleón Bonaparte era un grafómano empedernido y se las arregló para redactar incontables cartas de amor a su mujer, Josefina de Beauharnais, incluso desde el frente de batalla. Se desesperaba si la respuesta de Josefina no llegaba pronto, como sucedió en julio de 1796, cuando le escribió.
“Achille [Murat, su ayuda de campo] acaba de llegar con la posta desde Milán... ¡ni una sola carta de mi amada! “Adieu”, mi única dicha”.
“Dice que se pasó por tu casa y le dijiste que no tenías ningún recado para mí. ¡Vergüenza debería darte, querido monstruito travieso, indolente, cruel y tiránico! Te burlas de mis amenazas, de mi debilidad por ti”.
“¡Ay, bien sabes que, si pudiera encerrarte en mi pecho, te haría mi prisionera!”.
Bonaparte.