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CIENCIA

Variantes del SARS-CoV-2 y la urgencia de la vigilancia genómica de las pandemias en RD

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Robert Paulino-RamírezSanto Domingo, RD

Tras casi 12 meses de pandemia en la República Dominicana volvemos a crisparnos ante un fenómeno muy común y a veces poco entendido: el hecho de que todos los virus, y en especial los de ARN, mutan.

El último ejemplo que nos ha dado el SARS-CoV-2 causante de la COVID-19 está asociado a una variante identificada en el Reino Unido a finales del 2020; tras meses de casi nula modificación significativa a nivel genómico, el virus nos recuerda su naturaleza.

Esta variante desató preocupación después de propagarse fácilmente, a pesar de las medidas de control implementadas durante el fin de año, superando a las variantes existentes para convertirse en dominante.

Los análisis primarios de comportamiento de la nueva variante sugerían que esta podría ser entre un 40 % a un 70 % más transmisible que las demás variantes circulantes.

En una reflexión Grubaugh y sus colegas abordaron el efecto de las mutaciones, en especial la D614G, la misma que nuestro grupo en el IMTSAG-UNIBE pudo secuenciar, siendo esta la más circulante al inicio de la pandemia en RD.

Grubaugh afirmaba que la mutación D614G “era la pandemia”, es decir, esta mutación no tuvo un efecto significativo en la fisiopatología de la enfermedad, y que tampoco cambió radicalmente el curso de la pandemia. En otras palabras, D614G, o cualquier otro mutante puntual del SARS-CoV-2, hasta la fecha no ha sido transformador.

Sin embargo, la campana empezó a sonar cuando a través de los sistemas de vigilancia genómica viral se ha podido entender de forma contundente la propagación de los brotes, ejemplos como el ébola, que a través del seguimiento de las mutaciones que aparecían en sus secuencias permitieron confirmar que su propagación fue de humano a humano y no a partir del reservorio natural, proporcionando información crucial para manejo de enfermedad.

Igual efecto han tenido estos sistemas en ayudar a entender al dengue, zika y otros tantos que existen o podrían representar un peligro de pandemia en el futuro.

En la COVID-19 queda mucho por saber, la identificación de la llamada “variante de preocupación 2020/12/01”, luego registrada como B.1.1.7, presentaba una serie de mutaciones, en especial la 501Y.V1, y la 501Y.V2 que fue identificada en Sudáfrica comparten mutaciones en la proteína de la espiga que puede ayudar al virus a adherirse a las células más fácilmente. Esta última para ser mejor en esquivar las respuestas inmunes en los estudios de laboratorio. Lo hace cambiando la apariencia del virus, esencialmente dándole un nuevo disfraz a un intruso que ha “convivido” con nosotros durante estos meses.

Pero poder identificar estas mutaciones solo se logra sin analizar los mismos desde los siguientes aspectos: en primer lugar, los datos de secuenciación deben interpretarse en el contexto de datos epidemiológicos relevantes. En segundo lugar, las mutaciones ocurren no solo en genes que codifican proteínas de unión, sino en todo el genoma, debemos movernos de secuenciación Sanger a la de Próxima Generación (NGS, en ingles), para poder observar la totalidad de las variaciones entre las variantes, esto no solo proporciona un apoyo sólido para la respuesta a los brotes, sino que también nos indica dónde buscar los brotes antes de que se reconozcan. Pero para esto ultimo debe el estado involucrarse en la creación de un Observatorio Nacional de Pandemias y Patógenos emergentes, esto es lo que nos ha enrostrado la Covid-19 y no podemos ignorarlo. Sin duda alguna, este virus y los que vendrán deben encontrar los sistemas de vigilancia mas preparados y con los recursos humanos dedicados a la creación de conocimiento local.

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El autor es director del Instituto de Medicina Tropical & Salud Global de la Universidad Iberoamericana (UNIBE)