Así funcionan las vacunas contra el nuevo coronavirus

Las esperanzas para controlar la pandemia de COVID-19 están puestas en una futura vacuna que sea segura y eficaz. En la actualidad hay ya varias en desarrollo que utilizan distintos mecanismos para estimular en nuestro cuerpo la producción de defensas contra el virus. Una especialista explica en qué consiste cada uno de estos tipos de vacuna.

Cuando un germen entra en el organismo, invade nuestras células y se multiplica en su interior. “Esa invasión se llama infección y la infección es lo que provoca la enfermedad”, aclaran los especialistas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).

El encargado de defendernos de los gérmenes es el sistema inmune, cuya misión es identificar cualquier microorganismo potencialmente peligroso y combatirlo.

La primera vez que el sistema inmune encuentra un germen concreto, “puede tardar varios días en generar y usar todas las herramientas necesarias para combatirlo y superar la infección”, expresan desde los CDC.

SIMULANDO LA INFECCIÓN, SIN PRODUCIR ENFERMEDAD.

No obstante, una vez superada la enfermedad, recuerda a ese germen concreto de modo que, si vuelve a entrar en contacto con él, la respuesta será más rápida y eficaz.

Lo que hacen las vacunas es simular la infección pero sin producir la enfermedad. De esta manera, si la persona vacunada entra en contacto con ese microorganismo, su sistema inmune lo recordará y producirá la respuesta necesaria para matarlo y evitar que cause la enfermedad o que, si llegara a producirse, ésta sea leve.

Gracias a la vacunación, se ha podido erradicar la viruela y mantener bajo control enfermedades muy peligrosas como la poliomielitis, la rubeola o el tétanos, entre otras muchas.

“La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto la necesidad de vacunas contra el virus SARS-CoV-2. Actualmente hay al menos 43 en desarrollo”, señala María José Álvarez Pasquín, médica de familia del Centro de Salud Universitario Santa Hortensia de Madrid y exdirectora de la web “vacunas.org”.

La especialista indica que en una vacuna “con una efectividad de alrededor del 70% estaría la esperanza de controlar la COVID-19 que está destrozando la vida de millones de personas, tanto por la enfermedad en sí, como por su impacto socioeconómico y por todo lo que implica en cuanto límites al diagnóstico y tratamiento de pacientes con otras patologías”.

“Después de los necesarios ensayos en el ser humano, lo que se espera es que una o más de estas vacunas candidatas demuestren ser seguras y costo-efectivas para responder a la pandemia. Por ello, no tendremos una única vacuna contra la COVID-19 sino una variedad de vacunas”, aclara.

TIPOS DE VACUNAS EN LAS QUE SE TRABAJA.

De hecho, las candidatas a vacuna sobre las que se está trabajando utilizan varios métodos para estimular la respuesta del sistema inmune. La doctora Álvarez Pasquín explica en qué consiste cada tipo de vacuna.

Así, hay vacunas que utilizan el virus patógeno inactivado por productos químicos o por radiación. La doctora Álvarez Pasquín explica que estas vacunas tienen como ventaja su más fácil preparación y su alta seguridad.

“Como desventaja está la eficacia variable, lo que limitaría esa efectividad del 70%, deseable para el control de la pandemia. A este grupo pertenecen las vacunas de China”, expone.

Otro tipo de vacunas se basan en un virus vivo atenuado. “Se trata de un virus vivo cuyo genoma está mutado, de modo que induce una respuesta inmune pero no la enfermedad. Su gran ventaja es que induce inmunidad a largo plazo. Sin embargo, es una vacuna costosa de producir y todavía no hay ensayos en humanos”, detalla.

La experta indica que a este grupo pertenece la vacuna del Centro Superior de Investigaciones Científicas de España (CSIC), donde se ha modificado el virus Vaccinia, que es el que se utilizó para la eliminación de la viruela.

De hecho, el CSIC emplea una cepa muy atenuada del virus Vaccinia en la que han insertado partes del SARS-CoV-2 para inducir una respuesta inmune frente a este coronavirus.

Por otro lado, están las vacunas de vector viral recombinante. Mientras las vacunas más tradicionales utilizan el propio patógeno debilitado o partes de él para inducir inmunidad, las recombinantes consisten en generar en el laboratorio un nuevo microorganismo.

Para ello se utiliza como vector (vehículo) un virus diferente, que está diseñado para que le muestre al sistema inmune el gen diana del patógeno.

La doctora Álvarez Pasquín explica que los vectores virales pueden ser replicantes o no replicantes, es decir, pueden haber sido modificados para que pierdan la capacidad de multiplicarse dentro de las células o bien pueden conservarla.

La especialista recalca que este tipo de vacuna induce una alta respuesta inmune. Como desventaja, estaría una posible inmunidad preexistente contra el vector. Además, podría plantear limitaciones en la ampliación de la producción. Según indica, “a este grupo pertenecería la vacuna de Oxford, con adenovirus como vector”.

También existen las vacunas denominadas de subunidad proteica. Se basan en “componentes de la proteína del antígeno diana producida en laboratorio y algunas vacunas pueden utilizar tecnología de nanopartículas”, expone.

Un antígeno es una sustancia que forma parte del virus y que, cuando el sistema inmune la detecta, fabrica anticuerpos específicos para combatir dicho virus.

La doctora señala que la ventaja de esta vacuna es su alta seguridad y su escalabilidad, es decir, que puede ser producida masivamente.

Por el contrario, sus desventajas son “el alto costo y la baja inmunogenicidad, lo que conlleva que pueda requerir la administración de varias dosis. A este grupo pertenecen las vacunas de Novavax”, detalla.

Otras vacunas se centran en el material genético del propio virus. Así, por un lado están las vacunas basadas en ARNm.

“Se trata de ARN mensajero que codifica el antígeno diana. (Puede formarse un complejo con nanopartículas basadas en lípidos o polímeros). Es una vacuna más fácil de diseñar que otras e induce una fuerte respuesta inmune, con la ventaja añadida de la fabricación rápida. Su dificultad es que requiere encapsular en ARNm pues, de lo contrario, es inestable en condiciones fisiológicas. A este grupo pertenecen las vacunas de Pfizer y Moderna”, detalla.

También existen las vacunas basadas en el ADN del virus. Se trata de “ADN que codifica el antígeno diana. Esto induce al organismo a fabricar, por ejemplo, anticuerpos contra la proteína S, que es una proteína que se encuentra en la superficie del virus SARS-CoV-2”, explica.

La especialista señala que es una vacuna más fácil de diseñar y que permite una fabricación más rápida. No obstante, la administración de esta vacuna puede requerir un enfoque especial, por ejemplo, un dispositivo de electroporación. También pueden necesitarse varias dosis. Además, hay incertidumbre respecto a las cuestiones de seguridad. En esta línea trabajan Inovio Pharmaceuticals y Symvivo.

El proceso de investigación y desarrollo de una vacuna es largo y laborioso, pues debe completar distintas fases para garantizar que el producto final es seguro y eficaz. En este sentido, la doctora Álvarez Pasquín recuerda que, en condiciones normales, “desde que se empieza a investigar una vacuna hasta que ésta llega a la población, suelen transcurrir entre 10 y 15 años”.

“Sin embargo, hay formas de acelerar el proceso. Por un lado, en lo relativo a los trámites burocráticos y procedimientos regulatorios. Por otro, con técnicas que permitan un desarrollo más rápido y con el empleo de tecnología punta, que ya se está aplicando en ensayos clínicos”, comenta.

La especialista apunta que, acelerando estos procesos, se tiene la esperanza de conseguir una vacuna, como muy pronto, a finales de este año, aunque lo más seguro es que se logre a finales de 2021.

“Es importante recordar que no hay que restarle tiempo a los ensayos clínicos en sus distintas fases, que es lo que permite que una vacuna (u otro producto farmacéutico) llegue en las condiciones adecuadas de seguridad y eficacia a la humanidad”, concluye.

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