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FÁBULAS EN ALTA VOZ

La belleza del ser humano

Hoy quise detenerme a observar la hermosura con la que está hecho el ser humano. Miré sus trazos, sus contornos, sus líneas, su estructura, sus movimientos…, y no me quedó otra cosa que decir: “Cuán grande ha sido el arquitecto de esta obra magistral, que supo trabajar en cada entrega con los mismos elementos, pero con distribución distinta”. Usó colores puros y matices para personalizar cada edificación. Y lo logró. Nadie es igual a otro, pero todos estamos hechos con el mismo manual.

Los ojos No son bonitos porque sean grandes o pequeños, porque sean verdes o negros, por sus largas o cortas pestañas, o tal vez, por sus pronunciados o diminutos párpados. Son hermosos porque nos permiten mirar la belleza de la vida, porque aun cuando no ven, nos llevan a tener sueños profundos y capaces de conducirnos a lugares fabulosos y jamás imaginados, con países nunca antes vistos o con un mundo en el que quisiéramos vivir.

La boca Su belleza no está en unos labios carnosos, bien definidos, con forma de corazón, y tamaño que vaya en sintonía con el rostro. Tampoco se hacen más bellos porque los pintemos de rojo o rosado, o lo rellenemos de colágeno. La boca es bella porque nos permite hablar bonito, decir “te amo”, sacar de adentro los sentimientos que, buenos o malos, limpian el corazón y purifican el alma. Porque, ¡qué buenos son los desahogos! Ella nos permite alimentarnos y llevar bienestar a nuestro cuerpo.

La nariz ¿Qué tiene que ser perfilada? No, para nada. Su belleza está en su vital misión de permitirnos “respirar la vida”, o en su potencial para envolvernos en la magia intensa de un buen aroma. Es el sentido que no puede faltar, sea grande o pequeña tu nariz te da el aliento que te tiene vivo.

Los oídos Nos son las orejas perfectas y torneadas, o las de tamaño grande que hablan de “buena raza” o las pequeñas que delatan inteligencia las que dan sentido a los sonidos hermosos que podemos escuchar o no escuchar. Son los oídos los que nos hacen apreciar la melodiosa música de nuestra existencia. Oigan o no, también permiten hacer gala a la belleza del silencio.

El tacto La certeza de saber qué forma tiene un objeto, y qué tan frío o caliente está el ambiente no es lo único que le da sentido al tacto. Saber que tenemos un cerebro que lo hace funcionar y que nuestra piel nos permite darnos cuenta de cuán sensibles podemos ser a los elementos externos es sencillamente, la belleza más grande que se puede “tocar”. Aprende a ver, oler, saborear, escuchar y tocar la belleza del ser humano.

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