ESPACIOS
El jardín más hermoso del mundo
El pasado julio la revista Vogue Polonia dedicó un artículo al Jardín Botánico Nacional Dr. Rafael M. Moscoso. Lo reproducimos a continuación
La entrada al Jardín Botánico en Santo Domingo es una reja corriente de metal – un agujero en la muralla que bordea más de dos millones de metros cuadrados de zona verde. Justo detrás de ella se extiende una plaza enorme que por su tamaño recuerda al Campo de Marte de la antigua Roma. No obstante, la austeridad militar termina en su entrada, ya que la plaza parece cubierta de un material diseñado con fantasía, que podemos sobre todo sentir en sus ladrillos hundidos en el pavimento, colocados en decenas de círculos de diámetros diferentes. Su color rojizo se distingue marcadamente del fondo de las aceras rellenadas con guijarros grises y lisos.
“Mi trabajo era crear un jardín botánico que sería el más grande, el más interesante, el más espectacular. No en Dominicana sino en el mundo. Para esta gran visión intentaba encontrar el contrapeso en materiales locales sencillos y demostrar que el relato del esplendor se puede también concebir con sustratos simples y comunes: ladrillos locales, piedras comunes y cemento”, nos cuenta el ingeniero-arquitecto Benjamín Paiewonsky.
Hablemos entonces de los círculos. El segundo elemento que organiza el espacio de fantasía diseñado por Benjamín Paiewonsky es la línea. Quebrada como en el estanque japonés situado justo a la entrada o recta y multiplicada como en las columnas decorativas de los pabellones de exposición o en las pérgolas que se extienden entre los edificios técnicos. Lo más interesante ocurre cuando la línea y el círculo se unen a gran escala – esta prueba de fuerza se puede observar por ejemplo en los tres pabellones que flanquean la parte occidental de la plaza central y que están cubiertos de bóvedas maravillosas en forma de cúpulas, adornadas con un puzzle geométrico de cuasi-pilastras. Las estructuras fueron diseñadas para las exposiciones temporales de plantas pero un ojo de profesional las puede asociar con los edificios para asambleas, como la cúpula del Centro del Centenario de Breslau proyectado y edificado bajo la dirección de Max Berg en los años 1911-1913.
Pero volvamos atrás, al principio de los años 70. Es entonces cuando se decide construir un jardín botánico en Santo Domingo. El padre del proyecto es Joaquín Balaguer, presidente-visionario que se fija como objetivo reconstruir el país aplastado tras años de una feroz dictadura. Una de las ideas para la reconstruir la comunidad y crear una nueva identidad dominicana es una casi fanática defensa hacia la naturaleza y biodiversidad dominicanas, algo que aún hoy puede parecer como una idea excepcionalmente vanguardista. Este concepto nace de un diagnóstico genialmente sencillo – los países de la región degradan sus recursos naturales, Dominicana debe ser diferente: respetar su naturaleza, enorgullecerse siempre de ella y transmitirla intacta a las siguientes generaciones. El proyecto del jardín botánico se le encarga entonces a Benjamín Paiewonsky, quien por entonces tiene poco más de 30 años, un origen familiar Lituano-Polaco, un diploma de arquitecto por la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos, y en su currículum profesional la realización de algunas villas mexicanas-post coloniales en Santo Domingo.
“Fui invitado al palacio presidencial y me preguntaron si yo quería asumir esta tarea. Fue un encargo que se recibe una vez en la vida. Como yo era muy joven les dije que tenía que pensármelo y que les daría mi respuesta en un par de meses. Por suerte, la oferta seguía vigente”, sonríe Benjamín Paiewonsky.
Y añade que Balaguer vigilaba personalmente el avance de la construcción del jardín. El proyecto fue posible, entre otros, gracias a los viajes de estudio – Benjamín Paiewonsky visitó jardines botánicos en América y Europa, como los de París, Florencia, Edimburgo... Los trabajos de proyecto e ingeniería duran de 1972 hasta la apertura del jardín en1976.
Hoy la arquitectura del jardín botánico en Santo Domingo se entiende como si se escuchara una sinfonía clásica – su totalidad es profunda pero a cada paso se escuchan los mismos motivos y melodías. Se los puede percibir sobre todo en las estructuras de los distintos pabellones que se encuentran en el jardín. La mayoría de los edificios de este han sido construidos en forma de círculo o usándolos, con curvaturas como detalle arquitectónico de más relieve. Así podemos señalar la cúpula futurista del pabellón en el cual se exponen las especies más raras de orquídeas, o los detalles del edificio escondido en el bosque de bambúes, concebido como un lugar de descanso y comida común. Sin embargo, cada uno de estos edificios es como un héroe diferente de la misma novela, sin repeticiones ni atajos.
“Otro elemento muy importante del lenguaje del jardín botánico es el agua. El reflejo de los detalles arquitectónicos en la superficie de los estanques es un efecto que refuerza todavía más la impresión buscada por Benjamín Paiewonsky. En el jardín hay varios estanques, muchos de los cuales fueron diseñados para ser el punto de referencia de la arquitectura, subrayando la geometría de las líneas o al contrario mostrando que el pabellón situado en el centro del estanque tiene una forma ligera y redondeada y casi flota sobre el agua. El agua en la arquitectura de Benjamín Paiewonsky es un material de construcción igual que los otros: ladrillo, roca u hormigón, y a menudo aparecen todos juntos unos al lado de otros.
Algo más sobre los materiales – no es casualidad que el ingeniero-arquitecto Benjamín Paiewonsky indique que el hormigón es uno de los materiales autóctonos más característicos (y baratos). La construcción en hormigón armado tiene ilustres antecedentes en Santo Domingo como son el impresionante Edificio Diez de viviendas y oficinas de 1929-1930 o el Edificio Saviñón de oficinas de 1940, edificios que aun hoy en día son iconos de la arquitectura contemporánea situados en la parte histórica de la ciudad. Según los historiadores del arte dominicanos, el boom del hormigón armado fue un efecto de la proximidad del pensamiento de la escuela de ingeniería de Dominicana y la arquitectura de la Costa Este de los EE.UU. – los desechos arquitectónicos y el material no utilizado en las grandes construcciones americanas (quizá incluso de Falling Waters de Frank Lloyd Wright), según cuenta los apasionados de arquitectura locales, venían a reciclarse en Dominicana. Esta leyenda maravillosa nos muestra claramente que el pulso de la arquitectura Dominicana estaba al diapasón de todos estos lugares donde se estaban creando los hitos arquitectónicos del siglo XX. Porque en los pabellones del jardín botánico en Santo Domingo se puede observar tanto la relación con los pabellones venecianos de Carlo Scarpa como aún la familiaridad con la sede de la Embajada de Francia en Varsovia basada en prefabricados y diseñada por Jean Prouve. Al preguntarle por estas inspiraciones Benjamín Paiewonsky solo sonríe.
¿Piensa usted que uno de los arquitectos tenía la patente para el círculo? Para los eruditos el círculo siempre será un elemento pitagórico. Y la arquitectura siempre será una búsqueda de la visión del espacio más armoniosa e inclusiva.
En diseño gráfico se habla de los sistemas, en biología – de la taxonomía de las plantas. Un pequeño elemento se utiliza para las grandes estructuras y en cada pieza de un rompecabezas se puede encontrar la misma armonía, y al mismo tiempo cada uno se define por sí mismo. La arquitectura de Benjamín Paiewonsky nos muestra perfectamente esta regla. Algo que podía haber sido una obra aplastante, monumental, política, un exhibicionismo de construcción muscular para nada, ha sido elaborado con delicadeza y muchas variaciones excepcionales de la norma. Pero sin embargo todo se aglomera en una historia coherente: esto es lo que sabe hacer un gran arquitecto.