CÁNCER DE MAMA
“Conocía la enfermedad, pero nunca le presté atención hasta que me tocó a mí”: el testimonio de una sobreviviente de cáncer
Hola. Mi nombre es Jeannette Salce, soy sobreviviente de cáncer de mama desde hace 12 años. A Dios las gracias.
Todo comenzó un día de septiembre del año 2008, al descubrir una pequeña bolita en mi seno izquierdo, le comenté a mi esposo y él me dijo: “Tienes que ir al médico de inmediato”, debido a que en su familia hay antecedentes de cáncer. Aun así, no le di mucha importancia; él insistía, hasta que me decidí.
Al llegar a la clínica, comenzó a llover y no encontré parqueo. Desistí y di la vuelta con rumbo hacia mi casa. En el camino de regreso, llamé a mi tía, la doctora Elsa Núñez (una luchadora incansable por la salud oncológica en nuestro país), le comenté de la bolita y me dijo: “Ven inmediatamente a la casa”. Después de chequearme, me remitió, al día siguiente, al oncológico y allí me hicieron los estudios de lugar, analizaron mi seno a profundidad y, esa misma tarde, estaba sentada en el consultorio del cirujano Pedro Báez, excelente doctor y ser humano.
“Usted tiene cáncer”
Siguieron los estudios hasta que, cinco días más tarde, sentada en el consultorio del cirujano, recibí una de las peores noticias de mi vida: “Usted tiene cáncer”. Ya conocía la enfermedad, pero nunca le presté atención hasta que me tocó a mí.
Al oír esa palabra, lo primero que pensé fue en mis hijos, tengo tres; en esa época tenían quince, nueve y dos años, respectivamente. Y rodaron dos lágrimas por mis mejillas.
Creo que el doctor se dio cuenta de mi estado y comenzó a explicarme que el tumor era muy pequeño, que yo estaba joven, y de una vez puso fecha para extirparlo; sería de un cuarto de mi seno izquierdo. Recuerdo que le dije: “Doctor, si usted quiere, lo puede quitar todo, no quiero tener nada que pueda seguir expandiéndose”. Pero él me dijo que no era necesario; salí un poco más tranquila. Debo decir que estaba con mi esposo y mi tía, que fueron mi bastón en ese primer momento.
Al salir de allí, nos dirigimos a la casa materna y le di la noticia a mi madre y al resto de la familia. Fue otro duro momento, mi madre, una mujer fuerte, no dudó nunca y fue mi palanca para seguir.
Llegó la operación; todo salió bien, gracias a Dios. Vino la recuperación, al lado de una gran familia, siempre le doy gracias a Dios por tenerlos a todos.
Ya en la casa, recuerdo la tarde que llegué de la clínica, sentada en la ventana, dije: “Señor, que se haga siempre tu voluntad”.
La quimio: un trago duro
Luego de la recuperación, visité a la oncóloga Nancy Alam, excelente doctora y excelente ser humano. Allí me explicó todo el tratamiento a seguir: primero me iban a dar las quimioterapias y, luego, las radioterapias. Nunca dudé de recibir los tratamientos y, hoy, le doy gracias a Dios por eso.
Las quimios fueron un trago duro, iba con mi madre y nos sentábamos las dos en el salón. Allí conversábamos entre nosotras, y con los demás pacientes. La sensación de esos medicamentos era un trago amargo, no lo voy a negar, llegaba a mi casa superdecaída y pasaba tres días con malestares, luego de esos tres días, todo mi cuerpo regresaba a la normalidad.
Nunca tuve anemia, gracias a Dios, a mi familia que siempre se ocupaba de mi alimentación y a un ángel que, aunque no esté con nosotros, fue una guía para saber a lo que me enfrentaba.
Después de la segunda quimio comenzó a caerse el pelo, eso poco me importó; me acuerdo de que una tarde en el patio buscamos una máquina de pelar (abejón, como le dicen) y mi esposo hizo los honores; sentí un gran alivio porque la caída suele ser un poco dolorosa y eso solucionó el dolor.
Luego de terminado el proceso de las quimios, comencé mi otro tratamiento, las radioterapias. Recibí el tratamiento en Radonic, de manos de la mejor la doctora, Elsa Núñez. Excelente servicio por parte del personal que, cada día, me ayudaba con el tratamiento. Este proceso duró 30 días, no es tan malo como las quimios, pero llega un momento en que te deja exhausta.
Estoy aquí, doce años después
Luego de completar el proceso, me declaran libre de cáncer, fue un período corto y largo al mismo tiempo. No sabía a lo que me enfrentaba, todo era nuevo para mí, pero gracias a la ayuda de los doctores y el personal médico, ahora estoy aquí, doce años después.
Antes de despedirme, quiero dar las gracias a Dios por darme las fuerzas necesarias, a mi esposo por ser mi roca y soporte, a mis hijos (todo lo hice por ellos), a mis padres por su amor y cuidados, a mis hermanas por ser siempre mis cómplices y estar a mi lado, a mis tías (las amo, gracias por su ayuda incondicional), a toda mi familia que siempre dijo presente, a mis amigos siempre a mi lado y a mis doctores, excelentes seres humanos.
Un diagnóstico a tiempo puede salvar vidas, hoy estoy contando mi proceso, pero existe una persona muy especial en mi vida que no contó con un diagnóstico a tiempo y, cuando lo descubrimos, ya era muy tarde, me refiero a mi padre, a quien tanto extraño.