Plazoleta de los Curas: Un oasis en el corazón de la Ciudad Colonial

En las casas frente a la puerta sur de la Catedral moraban los canónigos.

Plazoleta de los Curas. ALEXIS RAMOS B.

Plazoleta de los Curas. ALEXIS RAMOS B.

Avatar del Listín Diario
Carmenchu BrusíloffSanto Domingo, RD

En la Ciudad Colo­nial de Santo Do­mingo, junto a la fachada sur de la Catedral Prima­da de América se extiende, so­bre un terreno que en un tiem­po fue cementerio, la Plazoleta de los Curas. Hacia ella abrían las puertas de las viviendas que en época de la colonia eran ha­bitadas por canónigos. Con sus jardineras de plantas de verde follaje es cual oasis en la Zona Colonial.

La plazoleta, que era amura­llada, al toque de oración cerra­ba de noche sus puertas, aislán­dolos del resto de la ciudad. Al presente, a causa de la pande­mia del Covid-19, está cerrada día y noche. Sólo a quien previa­mente llama para asistir a Misa en la Catedral le permiten en­trar, y entreabren el portón del Callejón de los Curas. Me ente­ro cuando mi hijo Alexis toma fotos para este artículo y un vi­gilante nos dice: ‘Las fotos están prohibidas por el coronavirus; el turismo está prohibido por el co­ronavirus’.

El ‘muerto’ que despertó En esta plazoleta cuentan que durante la colonia un ‘muer­to’ despertó. El hecho lo relata en un libro el ex presidente de la República Manuel de Jesús Troncoso de la Concha. Aquí re­sumo:

Corría el año 1790 cuando cerca de la Puerta del Perdón, el campanero que acudía al ama­necer a dar los toques del Ave María encontró tendido sobre el suelo a un hombre con rigidez cadavérica. Al término de la Mi­sa, un canónigo al acercarse dic­taminó: ‘Non respirat’.

Mas fue a las 5 dc la tarde cuando llegó el alcalde para co­ordinar el entierro, dejándo­lo para el día siguiente por ser la hora del toque de oración del Ángelus vespertino. La Cofra­día de los Dolores ofreció pagar veinticinco maravedíes al sepul­turero. (El maravedí era una an­tigua moneda española).

Al asomar las luces, el cura semanero de la Catedral escu­chó que alguien decía ‘Yo no es­toy muerto. Tú no puedes ente­rrarme. Que me suelte le digo’. Al aproximarse, el sepulturero le explicó: ‘Que yo no sé si estaba vivo y se hace el muerto, o está muerto y se hace el vivo, pero yo lo entierro. Yo no pierdo mis ma­ravedíes. Anoche lo dejé muer­to, acostado y ahora después que abrí el hoyo se sentó y pretende que está vivo’. El cura le conven­ció de que estaba vivo, interpre­tándose como un caso de cata­lepsia.

Un recinto habitacional En los primeros siglos de la colo­nia, la vida eclesiástica en Santo Domingo era similar a la de los canónigos de Segovia, en Espa­ña. Los curas vivían junto a la Catedral en recintos habitacio­nales que cerraban de noche. En otras ciudades residían en cual­quier sector. Las viviendas en la Plazoleta de los Curas, casi todas del siglo XVI y algunas del siglo XIX, con un aljibe de ladrillo en­tre cada dos casas, son parte del ambiente catedralicio. La plazo­leta tiene salida a tres calles: Pa­dre Billini, a través del Callejón de los Curas; Arzobispo Meriño e Isabel la Católica.