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Simbiosis parásita emocional: Cuando tu felicidad depende del otro

Cada persona tiene, en su condición de codependencia emocional, una historia personal y de familia única.

Cada persona tiene, en su condición de codependencia emocional, una historia personal y de familia única.

Ana Julia aca­baba de cono­cer a Carlos, y fue amor a primera vista. Entrelazaron tanto sus vi­das que en su universo no existía nadie más que ellos dos. La felicidad de ella era todo lo que lo hacía feliz a él. No le importaba gastarse el sueldo del mes en pren­das y detalles para su ama­do, mientras que él era to­talmente indiferente a esas muestras de amor. Todos al­rededor eran conscientes de esto, menos ella.

Un detalle es la toleran­cia, otro es que el amor no es necesidad, sino un senti­miento puro en el que de­ben predominar la equidad y la libertad. Pero las per­sonas con trastorno de sim­biosis parásita emocional no identifican estas diferen­cias por sí solas.

El psicólogo Joaquín Ro­dríguez Nebot dice que ser dependiente es permitir que el otro haga con uno lo que desee según su parecer, sin importar la voluntad de la pareja, sino que solo pre­valezca la suya propia.

Por lo general, “los de­pendientes emocionales tie­nen una autoestima muy baja, la cual genera que no elijan a su pareja, sino que se conformen con lo pri­mero que encuentren en su camino… Su baja autoes­tima hace que no se visua­licen como capaces de ser amadas, por consiguiente, si aparece alguien que les demuestra importancia, co­mienzan una relación es­perando que el otro les de­muestre lo que ellas no pueden ver, que es su valía”, explica el experto en salud mental.

Añade que, como resul­tado, este tipo de relación no es funcional y es donde empiezan los problemas, el dependiente pierde el ob­jetivo propio al estar cega­do esperando que el otro demuestre ese valor y no es capaz de darse cuenta de que la otra persona en rea­lidad no cumple o satisface sus expectativas.

En ese sentido, la psicó­loga y conferencista Jessika Delgado Espinosa explica que en la simbiosis parási­ta emocional o dependen­cia emocional inciden dife­rentes factores que inciden diferentes factores. Dentro de estos están los hábitos de crianza insanos, patrones de comportamiento tóxicos aprendidos en el ámbito fa­miliar, baja autoestima y los vacíos propios, además de las carencias emocionales, que el dependiente emo­cional trata de llenar con la relación, no solo román­tica, sino de cualquier tipo, entre padres a hijos, hijos a padres, entre amigos, com­pañeros de trabajo e inclu­so con instituciones, causas sociales o laborales y hasta grupos.

La dependencia emo­cional es una distracción en forma de adicción hacia la otra parte o ente, de sus propias necesidades, caren­cias o patologías mentales o emocionales.

Así que para descubrir si tienes este trastorno, pue­des hacer un ejercicio bási­co como lo hizo Ana Julia con ayuda de su terapeuta.

Cómo identificar el problema Delgado Espinosa re­comienda observar varias conductas para saber si es­tás en una relación de de­pendencia emocional. De­bes evaluar si pierdes de vista tus metas, deseos, in­tereses y preocupaciones, enfocándolos y viviendo so­lo por las metas, intereses, necesidades y preocupacio­nes del otro.

Otro detalle, “es ver si asumes características y comportamientos que aten­tan incluso contra tu propio marco de principios, valo­res, tendencias y preferen­cias para agradar al o la otra parte involucrada en la re­lación, comprometiendo en términos generales la pro­pia identidad”.

El estado emocional de felicidad solo se experimen­ta al lado del otro o del en­torno relacionado con él o ella. Se pierde el sentido de plenitud, satisfacción y lo­gro propio cuando no estás con esa personal.

En ese orden, se pre­sentan labilidad emocio­nal, que es pasar con faci­lidad de estados de alegría y tranquilidad emocional a estados de ira, tristeza, perturbación y frustración emocional que dependerá de la dinámica y sostenibili­dad de la relación.

Se tiene la idea, sensa­ción o convicción de que no hay realización, logro, ale­gría y plenitud sin la exis­tencia de ese ente o perso­na.

Por lo citado en los párra­fos anteriores, esto se defi­niría como una dinámica de relación tóxica o compor­tamiento tóxico, en ambas partes.

La especialista señala: “El dependiente manifiesta comportamientos tóxicos y la otra parte (hasta que uno o ambos se dan cuenta de la situación) alienta, en un plano consciente o incons­ciente, ese comportamiento tóxico. Me gusta hablar más de comportamientos tóxi­cos, que de personas tóxi­cas. El hacer, no necesaria­mente, define el ser”.

Entonces, ¿cómo se ata­ca o se encuentra la solu­ción? Trabajándose des­de la aceptación. Hay que reconocer el daño psíqui­co y emocional que le cau­sa la relación tóxica a am­bas partes, y buscar ayuda espiritual y socioemocio­nal en su sistema de apo­yo (amigos, familiares ma­duros, guías espirituales) e incluso acudir a un psicólo­go clínico certificado para evaluación y seguimiento terapéutico.

Ahora bien, ¿es esto una enfermedad o un síndro­me o es algo que se da con el tiempo? Jessika cuenta que es un estado patológi­co, si altera la vida y funcio­nalidad del codependiente emocional, y si la persona no lo identifica, acepta o trabaja, puede ser un pa­trón de comportamiento sostenible en el tiempo, in­cluso con nuevas relacio­nes.

Para buscar una solución, la psicoterapia será la op­ción más efectiva, segura y saludable, ya que la code­pendencia tiene raíces en asuntos no resueltos y con­flictos internos, que pue­den ventilarse y trabajarse con un profesional certifica­do en salud mental y emo­cional. La codependencia es solo una manifestación o proyección de situaciones más complejas y profundas en el individuo.

CLAVES Recomendaciones A la psicoterapia pue­den sumar ejercicios de arterapia, libros de in­teligencia como “Sie­te reglas de oro para vi­vir en pareja”, de Daniel Góleman; páginas en lí­nea y libros de Walter Riso, Andrea Gil y Jor­ge Bucay. En la comu­nidad de apoyo virtual @humano_contigo, en Instagram, pueden en­contrar informaciones valiosas y talleres de de­sarrollo y crecimiento personal para hacerlos menos propensos a rela­ciones tóxicas.

La persona debe buscar la ayuda de un profesional certificado en el comportamiento humano, que identifique el seguimiento terapéutico más eficaz para la persona, acorde con sus necesidades particulares. ISTOCK

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