PAISAJISMO
Restaurado, el reloj floral del Jardín Botánico Nacional vuelve a dar la hora
Uno de los puntos focales del parque urbano estrena diseño y un sofisticado sistema que le permite mover sus agujas, algo que no pasaba desde 1998.
El reloj floral, uno de los símbolos visuales del Jardín Botánico Nacional (JBN), estrena agujas, paisajismo y funcionamiento.
El monumento forma parte de la historia del Botánico, pues fue incorporado como parte del diseño de la plaza donde está ubicado y al mismo paisajismo del jardín desde su apertura en agosto de 1976. Uno de los más grandes del mundo, con una altura máxima de 3.5 metros y 20 metros de diámetro, fue construido por el reconocido relojero italiano Abraham Geovanny y “era puramente mecánico”, recuerda el director del JBN, Ricardo García.
Los estragos causados por el huracán George en 1998 dañaron el mecanismo; entonces se hizo muy difícil conseguir las piezas y Geovanny, “ya muy viejito, no pudo recuperar el funcionamiento del equipo”. Pasó el tiempo y 22 años después el reloj vuelve a funcionar gracias al talento de un joven egresado de mecatrónica del Intec y a la ayuda económica de Pinturas Popular. De echarlo a andar nuevamente se encargó Anthony Paulino, ingeniero especialista en control numérico, robótica y mecatrónica. “Él nos dijo que ya existe la tecnología para ponerlo a funcionar y ahí encontramos la solución al problema”, explica García.
Los trabajos iniciaron a finales de 2018.
El JBN tenía mucho interés en tener listo el reloj para 2019 porque este año, 2020, la institución sería la anfitriona del Congreso Internacional de Jardines Botánicos del Caribe y Centroamérica “Puentes Botánicos III”, evento que debió suspenderse debido a la pandemia del nuevo coronavirus.
¿QUÉ CAMBIARON?
Además del paisajismo, las paredes antes grises acogen ahora una obra en cerámica del artista plástico Julio Valentín que recrea un ambiente tropical, con colores fuertes y representaciones de plantas nativas y endémicas. A este paisaje artístico fueron integrados el campanario y una esquina del edificio del departamento de Educación, con un enorme mural circular.
A la parte visible del reloj como tal solo se le agregó algo que no tenía: una segundera.
Ingrid Báez, del vivero Plantas Tropicales, fue la encargada de vestir con nuevos colores el centro del reloj. Eligió con este fin el magueyito morado (Tradescantia spathacea), la Schefflera arborícola, la Carmona retusa y una variedad de ficus.
“Se eligieron estas plantas por color y por mantenimiento, plantas totalmente tropicalizadas que le van a dar poca carpeta al Jardín Botánico y van a lograr que el trabajo perdure en el tiempo, que es uno de los objetivos del paisajismo, que no sea algo que haya que reponer a cada rato o que mañana la obra no se vea terminada”, explica Báez a Listín Diario.
El maguey se eligió porque es una especie “que no sube” y por ello se colocó justo debajo de la zona de circulación de las agujas.
“La altura máxima que alcanza no interfiere con la altura que necesitan las agujas para circular sin problema”, comenta Báez.
Las especies están plantadas directamente en la tierra, porque el reloj fue diseñado con profundidad para que estas pudieran crecer. El patrón de la forma de plantas fue cambiado para hacer notar que es un reloj nuevo.
“Ahora utilizamos un diseño más limpio, menos trabajado, precisamente pensando en el mantenimiento”, agrega García.
“Una de las claves del paisajismo y de la jardinería en espacios públicos debe ser la sostenibilidad en el tiempo y la economía en el manejo del agua; en algunos puntos de la ciudad lo hemos ido logrando”, señala el biólogo botánico.
También se usaron plantas acuáticas fijas y flotantes en el espejo de agua alrededor del reloj.
LA AYUDA ESPERADA
¿Por qué tardaron tanto en restaurar el reloj? Por varias razones, dice García, una de ellas de tipo económico, pues debían priorizar otros aspectos del arboreto que abarca aproximadamente dos millones de metros cuadrados.
En su auxilio vino Pinturas Popular, empresa con la que el JBN mantiene una larga historia de colaboración. Rubén Acevedo, vicepresidente ejecutivo de esta compañía, resalta que más allá de la responsabilidad social las empresas tienen de alguna u otra manera “comunidades con las cuales estamos íntimamente vinculados”.
“Para nosotros fue muy gratificante haber tenido la oportunidad de apoyar al JBN en la reconstrucción de su reloj, una obra monumental, al margen de la inversión que supone casi cinco millones de pesos y probablemente más, porque tenemos otras ideas para apoyar la difusión del reloj floral y el botánico”. Para Acevedo, la contribución en lo que se ve es tan importante como en la que no se ve.
“Ahora se ve muy bonita la arborización del paisajismo y se ven las tres agujas, pero detrás de ese reloj hay mucha tecnología, y tecnología de vanguardia porque la que se usó en el origen de la creación del reloj dista mucho de la tecnología utilizada en la actualidad, que es realmente de vanguardia, como es la mecatrónica y la electrónica. Ese reloj es totalmente electrónico y está en una caseta que nos hemos tomado el cuidado de adecuar, para que lo que ahí se guarde, en este caso todo los mecanismos que tienen que ver con el reloj, no se deteriore”.
El departamento de ingeniería de la empresa se integró a la reconstrucción junto con los técnicos del JBN, reemplazando toda la parte eléctrica y las tuberías que tenían que ver con el suministro de agua.
“La caseta donde está alojado el reloj fue impermeabilizada con el recubrimiento de epóxicos, productos muy especializados que no todas las empresas de pintura están en capacidad de fabricar ni de proveer”, asegura.
En el interior del cuarto de máquinas se usaron productos especiales para evitar y desplazar la humedad que inevitablemente se va a generar, apunta Acevedo.
“Pero de alguna manera había que prever que ese desplazamiento de la humedad sea lo suficientemente eficiente para evitar problemas de corrosión en el futuro”, señala.
DE INTERÉS
Listo. La inauguración de reloj floral está prevista para las próximas semanas.
Rubén Acevedo: “El JBN es un patrimonio no solamente de la ciudad de Santo Domingo, sino del país. Desde el punto de vista educativo, tiene toda una historia que promueve mucho la formación de la juventud, de los estudiantes y de las personas interesadas en conocer sobre relojes, por un lado, y sobre plantas, por otro”.