REALIDAD
Estragos del rechazo: Con las emociones marcadas en la piel
Una madre guarda en su piel los estragos que le produjeron el constante estrés, luego de enterarse que su hijo era homosexual.
El tema del racismo ha conmocionado al mundo en las últimas semanas. No hay quien esté libre de haber pecado. Las preferencias religiosas, políticas, sexuales o simplemente la apariencia física aún suelen provocar el nacimiento de un trato diferente hacia otros.
Muchas personas viven con estos prejuicios a cuestas, aun en pleno siglo XXI. Para Kenia (nombre ficticio), madre de tres adolescentes (dos chicas y un chico) el qué dirán y el rechazo del cual sería objeto su hijo eran las razones por las que se negaba a aceptar que su primogénito a los 15 años tuviese una inclinación sexual que ella se negaba aceptar.
Esta mujer de 38 años de edad muestra en su piel los estragos (manchas de vitíligo en sus parpados, manos, codos y rodillas), que le produjeron el constante estrés y la desesperación que vivió durante casi dos años cuando se resistía a la situación y le prohibía a su hijo continuar con esa “loca” idea.
Aunque ella suponía que en efecto, sus manchas salieron por lo que estaba viviendo, fue un diagnóstico médico el que le aseguró su presunción. Es que las emociones también tocan la piel, y la de ella lo sabe.
Testimonio Nunca vio algún indicio o muestra que le activase la alerta de madre para saber lo de su hijo. Sin embargo, le preguntaban que si él tenía novia, acto normal en una cultura machista. La abrumaban con esto.
Cuenta que todo inició cuando su hijo pasó a primero de bachillerato. Este le comentó que un estudiante de término lo “molestaba” frecuentemente. No obstante, nunca especificó de qué manera, más tarde supo que le decía que era bonito y que le gustaba.
Con el paso del tiempo no recibía más quejas de su hijo y descubrió que se veía un con chico, ese que lo fastidiaba, además encontró una carta que lo dejaba claro.
“Yo lloré mucho. Todas las noches le pedía a Dios: ‘Quítale eso, quítale eso’. Un estrés total, se escapaba y entonces, yo pensaba: ‘Y si se mata por ahí o si se tira del puente’”, afirma. Nunca él presentó algo referente al suicidio, no obstante, al ella ver noticias semejantes se ponía en los pies de esas personas.
Afirma que en un momento pensó sacar a su hijo de la casa, sin embargo, el saber que en la calle estaría expuesto a peligros, como drogas y violencia callejera, nunca le hizo saber algo semejante.
“Me dolía más cuando él se me escondía, me dolía más el pensar que no sabía dónde estaba. Llegué a pensar que me cogía dinero también. Hubo un momento que yo lo asechaba tanto a él, que tenía todos los pensamientos en mi cabeza”.
En una visita al psicólogo escolar su hijo le expresó abiertamente que eso era lo que quería, estar alguien de su mismo sexo. Mientras, ella le propuso estar con alguien más a ver si cambiaba de opinión, este se negó rotundamente. Fue ahí cuando entendió, ya que debía aceptar y poner por encima de todo, la tranquilidad de su familia y la felicidad de su hijo.
Actualmente su hijo tiene 19 años, estudia Administración de empresa turística. Tiene una relación con el consentimiento de ambas familias.
Desde la psicología
Al consultar a la psicóloga y terapeuta de familia y de pareja Mabel Mejía Espinal, sobre cómo esta situación podría afectar la familia, especialmente a los padres, la especialista responde algunas preguntas.
¿Cuál debería ser la posición de un padre ante esta situación?
Lo ideal es que escuche a su hijo con relación a lo que siente y sobre su identidad sexual. No necesariamente debe estar de acuerdo, pero si ser empático, y dar apoyo de manera sostenido, incluso ponderar la posibilidad de educarse sexualmente en estos temas, de la mano de un especialista de la sexología.
¿Por qué considera que para algunos padres es muy difícil o casi imposible aceptar las preferencias de su hijo o hija?
Por las expectativas sociales y familiares aprendidas de las generaciones antecesoras. No hay una crianza orientada a la posibilidad de la homosexualidad, es como si fuera una maldición no hablada, de la cual toda familia debería liberarse y no correr con la “mala suerte” de tener un “señalado leproso” en el sistema. Les aterra la estigmatización de que “en esa familia hay uno o una que es raro”.
¿Cree usted que un joven de entre 12 y 16 años de edad puede estar seguro de su tipo de preferencia sexual? O ¿Puede ser persuadido por personas o simplemente por la ”liberación” social?
Generalmente, por los testimonios, la mayoría de las personas que tienen una identidad sexual homosexual, saben desde pequeños de su atracción hacia personas de su mismo sexo.
Esto no significa, que en algunos casos no sea así, y cuando despiertan las hormonas sexuales en la adolescencia, haya cierta confusión por parte de algunos adolescentes, pasa muchas veces por curiosidad.
¿Cuál sería la mejor manera de que un padre o madre eduque a su hijo o hija en cuanto a la sexualidad y las preferencias?
Lo primero es educarse ellos como padres, en temas de sexualidad humana, para que puedan educar de manera adecuada y consciente. Es muy difícil educar eficientemente, si no hay material adecuado en la mente para poder transmitirlo.
¿Qué le recomiendo usted a los padres que están pasando por una situación semejante ante la discriminación de la sociedad?
Lo ideal es buscar asesoría y apoyo profesional en este caso un psicólogo con maestría en terapia sexual, para saber cómo lidiar saludablemente con estos temas. Hay todo un protocolo de atención, por eso es recomendable que acudan a profesionales de la sexología debidamente certificados por instituciones de educación superior.