Ya se atisban las celebraciones

Se acerca el fin del encierro, después de tanto tiempo, la perspectiva de pasear por el malecón de noche me parece el plan más apetecible y osado. Contemplar la luna y las rizadas olas del mar, mientras me acaricia la brisa, es no solo apetecible sino delicioso.

A Emma la animan fines parecidos, solo que su norte es su casita de Nigua. Está organizando una velada en su pato, con todos los vecinos. Un convite en regla, para celebrar la liberación. Me dice que esto se parece a los momentos en que declaran a un preso libre, la emoción del momento, la culminación de un sueño donde no existan ataduras. Esto mismo estamos sintiendo ahora, cuando podremos salir a la calle, sin restricciones y andar por donde quiera que se nos antoje.

Como de costumbre, mis hijos han sido cómplices de los planes de mi morena cocinera, el festín que piensa celebrar será por lo alto, hasta piensa invitar ¡al cura del pueblo!

Uno de mis muchachos le garantizó la cerveza para toda la noche. Otro le obsequiará unas cuantas botellas de ron con las consabidas Coca-colas. Las hijas ya planificaron el menú, consistente en puerco, naturalmente, ensalada y un fragante moro. Más no se puede pedir. Además, agregaron platos y cubiertos desechables para que el fin de fiesta no sea engorroso.

Emma está enfrascada haciendo llamadas, pues quiere que todos acudan. Celebrar el fin de la pandemia y del encierro se le antoja mejor que una Nochebuena y creo que tiene toda la razón, después de todo, las navidades se celebran todas las temporadas, pero una pandemia concluida solo sucede cada cien años. Mientras tanto, yo gozaré de la brisa y el mar en el amado malecón.