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LITERATURA

El insomnio, de Marcel Proust

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Michael TaussigSanto Domingo, RD

Michael Taussig (Sidney, 1940), antropólogo excepcional, escritor multifacético y uno de los más importantes pensadores de la actualidad, escribió sobre los ciclos dificultosos del insomnio de Marcel Proust.

Cuando llegó el turno de que Proust muriera, vio, en su mente, una pintura de Vermeer. Dictó un último enunciado: “Hay una paciencia china en el oficio de Vermeer...” Bueno, al menos esa es la historia.

Durante toda su vida de escritor, Proust estaba “muriendo”, inspirado de muchas maneras diferentes por este sentimiento en el lecho de muerte –en su fase “activa” de “animosa decadencia” continuo dentro de nosotros, desde el primer día como inconsciente corporalmente. Si no moría exactamente como Bergotte [personaje de En busca del tiempo perdido, escritor cuyos libros son admirados por el narrador], al menos existía en una especie de espacio mortal análogo a la muerte, de la misma manera en que el insomnio es algo parecido a dormir, morir por oxígeno, morir de alergias o miedo a lo que sea que le cerró los pulmones, un inválido viviendo en tiempo prestado de tal manera que mientras tenía todo el tiempo del mundo, acostado en la cama, era como si no tuviera ninguno. Walter Benjamin sintió que la sintaxis de Proust “rítmicamente y paso a paso reproduce su miedo a sofocarse” y que era posible que fuera su arte el que causara su asma tanto como era posible que fuera viceversa. Esto une la escritura y el cuerpo de manera inesperada.

En busca del tiempo perdido también puede considerarse un libro definido por quedarse dormido como otro tipo de colapso corporal. No el hecho de dormir en sí mismo. Pero cayendo y fallando. En lugar de sueños, los ciclos dificultosos del insomnio. “Está terminado”, Proust anunció a su devota sirvienta, ésa otra balanza celestial, Celeste Albaret, a quien llamó a su lado para anunciar que acababa de escribir Fin. “Ahora puedo morir”, dijo. Asimismo, pudo haber dicho: “Ahora puedo dormir.” ¿Y cuál fue el punto final, aparte de su muerte inminente? ¡Era que al final ahora podía comenzar! Fue el final –en otras palabras, la muerte– lo que le dio al narrador de Proust, su alter ego, la licencia para convertirse en escritor y comenzar su gran obra, las 3 mil páginas de trabajo duro alentado y cargado con esta nueva confianza.

¡Qué extraño es eso! ¡Sólo al final del libro el escritor puede comenzar a escribirlo!

Biografía de Marcel Proust Nacido en París (1871) y fallecido en la misma ciudad (1922), fue hijo de Adrien Proust, un prestigioso médico de familia tradicional y católica, y de Jeanne Weil, de origen judío, dio muestras tempranas de inteligencia y sensibilidad. A los nueve años sufrió el primer ataque de asma, afección que ya no le abandonaría, por lo que creció entre los continuos cuidados y atenciones de su madre. En el liceo Condorcet, donde cursó la enseñanza secundaria, afianzó su vocación por las letras y obtuvo brillantes calificaciones. Tras cumplir el servicio militar en 1889 en Orleans, asistió a clases en la Universidad de La Sorbona y en la École Livre de Sciences Politiques.

Sensible al éxito social y a los placeres de la vida mundana, el joven Proust tenía, sin embargo, una idea muy diferente de la vida de un artista, cuyo trabajo sólo podía ser fruto de «la oscuridad y del silencio». En 1896 publicó Los placeres y los días, colección de relatos y ensayos que prologó Anatole France. Entre 1896 y 1904 trabajó en la obra autobiográfica Jean Santeuil, en la que se proponía relatar su itinerario espiritual, y en las traducciones al francés de La biblia de Amiens y Sésamo y los lirios, de John Ruskin.

Después de la muerte de su madre (1905), el escritor se sintió solo, enfermo y deprimido, estado de ánimo propicio para la tarea que en esos años decidió emprender, la redacción de su ciclo novelesco En busca del tiempo perdido, que concibió como la historia de su vocación, tanto tiempo postergada y que ahora se le imponía con la fuerza de una obligación personal. Anteriormente, había escrito para Le Fígaro diversas parodias de escritores famosos (Saint-Simon, Honoré de Balzac, Gustave Flaubert), y comenzó a redactar Contre Sainte- Beuve, obra híbrida entre novela y ensayo con varios pasajes que luego pasarían a En busca del tiempo perdido.

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