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Cómo relajamos las reglas del distanciamiento social

En una fotografía proporcionada por Sara Goodman se le ve sentada a la izquierda durante un encuentro socialmente distante con su amiga Danielle Thomsen. (Sara Godoman vía The New York Times)

En una fotografía proporcionada por Sara Goodman se le ve sentada a la izquierda durante un encuentro socialmente distante con su amiga Danielle Thomsen. (Sara Godoman vía The New York Times)

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The New York TimesSanto Domingo

Sara Goodman, de 39 años, ha sido kosher toda su vida. Como profesora adjunta de Ciencias Políticas en la Universidad de California, campus Irvine, Goodman está acostumbrada a responder a las invitaciones a cenar con una pregunta incómoda, pero educada sobre qué tipo de comida se servirá, y si se puede adaptar el menú a sus necesidades.

Es una habilidad que le ha sido útil a medida que California poco a poco sale del confinamiento que impuso el gobernador Gavin Newsom el 19 de marzo, y familias como la suya empiezan a navegar el inexplorado mundo de la socialización post-COVID-19.

“Estoy acostumbrada a pedir las cosas que necesito, o a solo decir que soy vegetariana. Pero mucha gente no está acostumbrada a hablar sobre sus niveles de comodidad en un contexto social”, dijo.

A medida que las restricciones de la cuarentena se relajan en todo el mundo, la gente se enfrenta a conversaciones incómodas con amigos y familiares sobre hasta qué punto pueden relajar las reglas y aun así mantenerse a salvo de la infección. Pero puede ser difícil abordar estos temas. ¿Vendrán tus amigos a una fiesta de cumpleaños, que se celebra al aire libre, pero de todos modos usarán cubrebocas y mantendrán la distancia entre sí? ¿Puedes reunirte con tu familia sin preguntarle a tu hermana si sigue estando atenta al uso de los cubrebocas y a la desinfección? Además, antes de empezar a hacer invitaciones, quizá sea útil que aprendas a interpretar las excusas poco convincentes y los silencios incómodos.

Goodman y su esposo, Adam Goodman, de 40 años, son padres de Micah, de 7 años, y Silvia, de 5. El cuarteto ha empezado a socializar cautelosamente con un puñado de familias del vecindario, pero con salvedades: solo se reúnen al aire libre, todos usan cubrebocas cuando no es posible mantenerse a metro y medio de distancia, y si hay bebidas involucradas, por fuerza cada quien lleva su propia botella. Quieren empezar a socializar más ampliamente, pero aún no han definido cómo proponérselo a sus amigos.

“Este es un nuevo paisaje social”, sostuvo. “¿Acaso debes decir: ‘Soy un distanciador social’? ¿Así es como indicas cuáles son tus necesidades? Aún no tenemos un lenguaje para describirlo”.

Para Judith y Akshat Pujara, ambos de 38 años y padres de Alice, de 3, estos escrúpulos nuevos sobre cómo hablar de la nueva socialización evocan una sensación de déjà vu.

“Me siento igual que cuando pregunto sobre si tienen armas en su casa”, expresó Judith Pujara, una estratega del lugar de trabajo. “Nunca pensé que tendría que hacer preguntas como esta, pero así es”.

Akshat Pujara es profesor adjunto de Radiología en la Universidad Emory en Atlanta, y sigue yendo al hospital. Debido a su elevado riesgo de exposición, él y Judith Pujara aún no se han reunido con sus amigos, pero han contactado a otros colegas para intentar concertar citas de juego para su hija. Hasta ahora, no han tenido éxito.

“Le envié un mensaje a un colega y le dije: ‘Hipotéticamente, ¿te interesaría organizar una cita de juego socialmente distante en tu patio trasero?’”, relató Akshat Pujara. “No sabía cómo decírselo, y no sabía realmente cómo preguntar”.

Su colega declinó con cortesía, poniendo como excusa que ella y su familia estarían fuera de la ciudad.

“No creo que ella realmente quisiera responder”, reconoció.

No importa cuán incómodo pueda resultar responder a una invitación social con preguntas sobre la higiene y el distanciamiento, es importante ser franco sobre cuáles son tus propios límites, dijo Allen Furr, profesor de Sociología de la Universidad de Auburn, y no suponer que todos en tu círculo tienen los mismos estándares de precaución y limpieza.

“La percepción del riesgo no es una constante”, explicó Furr. “Podría surgir un conflicto si alguien invita a otras personas a su casa, y la persona que está preocupada por la seguridad asume que su anfitrión va a tomar precauciones, y entonces llega y no hay ninguna. Podría afectar la forma en que vemos a nuestros amigos”.

Invitar amigos a casa después del confinamiento también crea una carga adicional para los anfitriones: además de asegurarte de que las copas de vino de tus invitados estén llenas y la conversación fluya, ¿también tienes que hacer cumplir las normas de distanciamiento social?

Elisha Baskin, de 33 años, vive con su marido, Yuval Ben-Ami, de 44 años, y su hija, Akko, de 2, en Lauris, un pequeño pueblo provenzal en la región de Luberon en Francia. Francia relajó su confinamiento el 11 de mayo, justo antes del cumpleaños de Ben-Ami, una coincidencia en los tiempos que Baskin sintió que era la excusa ideal para hacer una fiesta.

Contactó a un puñado de amigos cercanos para ver si querían celebrar juntos, y optó por simplemente ser sincera.

“No quería crear una situación en la que alguien se sintiera apenado de decirme que no se sentía cómodo, así que le pregunté a cada persona directamente: ‘Estoy pensando en hacer una fiesta, estaremos afuera en el patio y será pequeña, ¿quieres venir?’”, les comentó.

Todos aceptaron la invitación. El día de la fiesta había 12 invitados, de edades

comprendidas entre los 33 y los 63 años. Baskin puso una mesa grande al aire libre, y en un inicio todos se quedaron fuera y a 2 metros de distancia. Al principio, no estaban seguros de cómo saludarse.

“El bisou es algo importante en Francia”, dijo Baskin, refiriéndose a la vieja tradición de saludar a la gente con un beso o dos, “así que la gente se acercaba a dar un beso y luego se detenía”.

Pero el grupo se relajó rápidamente e incluso se trasladó al interior.

“Al principio la gente mantenía su sana distancia, pero a medida que el vino se servía, la fiesta fluía”, contó. “No quería ser la policía, aunque no dejaba de pensar: ‘Oh Dios mío, ¿qué haría si alguien se enfermara en esta fiesta’ Es una gran responsabilidad”.

Ya han pasado dos semanas y nadie que haya asistido a la fiesta de cumpleaños se ha enfermado, lo cual, según ella, es un alivio. “Está bien reunirse en grupos ahora, pero mentalmente, tengo que darme cuenta de que no puedo controlar los gérmenes y que tampoco puedo controlar el comportamiento humano”, dijo.

Gabriel-Angelo Ajayi, que vive en Suecia, dijo que quizá no le estrecharía la mano a un amigo en público, pero que sí se siente cómodo dándole un abrazo en casa. (Gabriel-Angelo Ajayi vía The New York Times)