De mascarilla a mascarilla

Cuando Emma escuchó el pregón del platanero, supo que el encierro estaba tocando a su fin. Rauda se colocó su mascarilla y se aventuró a la calle para saludar al viejo amigo. El palique tuvo lugar a cierta distancia, mi factótum tiene muy en cuenta su edad y el peligro que conlleva. En menos de lo que canta un gallo, se enteró de jugosas noticias, porque a pesar del encierro, el platanero se las había arreglado para acceder a las cocinas de varios encumbrados personajes.

Cuando me sirvió el café, Emma empezó a desgranar las últimas noticias. Este boca a boca o, mejor dicho, ahora en tiempos de pandemia, de mascarilla a mascarilla, es mucho más eficiente que cualquier noticiario, mas goloso, me atrevo a decir que compite con las redes sociales ¡y con ventaja! Poco a poco me fui enterando de algunos datos de peso, dos o tres chismes sabrosos y sobre todo, del día a día de algunos encumbrados…

Mi cocinera anda de muy buen humor, ese encuentro al pie de calle le ha servido para chismorrear a más y mejor con sus amistades, a través del celular. El teléfono de línea languidece en la cocina, desde que uno de mis hijos se encarga de la cuenta del aparato de mi modernizada compañera de la vida diaria. Poco a poco, despierta el planeta, embozado, sin embargo, hasta que el virus coja las de Villadiego…