PSICOLOGÍA

Confinamiento: los que siempre han vivido en él

Según investigaciones, la soledad y el aislamiento social son dos veces más perjudiciales para la salud física y mental que la obesidad.

Doña Ana duró 20 años encerrada en una habitación de su casa. Nadie pudo sacarla del confinamiento en el que ella decidió estar. La razón de por qué lo hacía tampoco se supo nunca. Fue un secreto que se llevó a la tumba.

Pero ella no es la única. Hay quienes por traumas, timidez, depresión y hasta una vergüenza que haya pasado deciden tomar distanciamiento social por años. Pero mientras entienden que esto es lo ‘saludable’ para ellos, la experta en Filosofía mental, Olga María Renville asegura que esta acción representa riesgos para la salud física y mental.

No solo los especialistas lo entienden así. Según una encuesta realizada por Cigna, en 2018, los niveles de soledad han alcanzado un máximo histórico, con casi la mitad de 20,000 adultos estadounidenses informando que a veces o siempre se sienten solos. La investigación también arrojó que la falta de conexión social aumenta los riesgos para la salud tanto como fumar 15 cigarrillos al día o tener un trastorno por consumo de alcohol.

Ante el confinamiento obligatorio que ha tenido casi el total de la humanidad por el Covid-19, Renville se pregunta: ¿Pero está realmente aumentando la soledad, o es una condición que los humanos siempre han experimentado en varios momentos de la vida? O ¿Nos estamos volviendo más solitarios o simplemente más inclinados a reconocer y hablar sobre el problema?”.

“Estas son preguntas difíciles de responder porque los datos históricos sobre la soledad son escasos. Aun así, algunas investigaciones sugieren que el aislamiento social está aumentando, y no precisamente por el Coronavirus. La soledad ha sido motivo de encierro para algunas personas”.

La necesidad de estar conectado

Para la también psicóloga, independientemente de si la soledad aumenta o se mantiene estable, hay muchas pruebas de hay mucha gente que se ve afectada por ella. "Estar conectado con los demás socialmente se considera una necesidad humana fundamental, crucial tanto para el bienestar como para la supervivencia", sostiene.

La soledad es una experiencia que ha existido desde el principio de los tiempos, y todos los seres humanos lidian con ella. Puede ocurrir durante las transiciones de la vida, como la muerte de un ser querido, el divorcio o el traslado a un lugar nuevo... Los investigadores se refieren a este tipo de soledad como soledad reactiva.

Sin embargo, advierte Renville, pueden surgir problemas cuando una experiencia de soledad se vuelve crónica. La soledad crónica es más probable cuando las personas no tienen los recursos emocionales, mentales o financieros para salir y satisfacer sus necesidades sociales o carecen de un círculo social que pueda proporcionar estos beneficios. "Ahí es cuando las cosas pueden volverse muy problemáticas, y cuando pueden surgir muchas de las principales consecuencias negativas para la salud", comenta la especialista.

Aun rodeados de gente

Hay quienes prefieren el confinamiento aun cuando se está rodeado de otros, en el metro, en un salón de clases o incluso con sus cónyuges e hijos, según Rokach, quien agrega que la soledad no es sinónimo de aislamiento o soledad elegidos. Más bien, se define por los niveles de satisfacción de las personas con su conexión o su aislamiento social percibido.

Como lo demostró una revisión de los efectos del aislamiento social percibido a lo largo de la vida, en coautoría de Hawkley, la soledad puede causar estragos en la salud física, mental y cognitiva de un individuo. Hay evidencias que vinculan el aislamiento social percibido con consecuencias adversas para la salud como depresión, mala calidad del sueño, función ejecutiva deteriorada, deterioro cognitivo acelerado, función cardiovascular deficiente e inmunidad deteriorada en todas las etapas de la vida.

"Nuestra investigación realmente muestra que la magnitud del riesgo presentado por el aislamiento social es muy similar en magnitud a la de la obesidad, el tabaquismo, la falta de acceso a la atención y la inactividad física", dice ella. En el estudio, los investigadores ponderaron varias medidas estándar de aislamiento social, incluido el estado civil, la frecuencia de asistencia al servicio religioso, las reuniones del club / actividades grupales y la cantidad de amigos o parientes cercanos. Descubrieron que, en general, la raza parecía ser un predictor más fuerte del aislamiento social que el sexo; los hombres y mujeres blancos tenían más probabilidades de estar en la categoría menos aislada que los hombres y mujeres negros.

"Al no tener el estímulo de familiares o amigos, los que están solos pueden caer en hábitos poco saludables", dice Valtorta. "Además, se ha descubierto que la soledad aumenta los niveles de estrés, impide el sueño y, a su vez, daña el cuerpo. La soledad también puede aumentar la depresión o la ansiedad".

El año pasado, los investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad Estatal de Florida también descubrieron que la soledad se asocia con un aumento del 40 por ciento en el riesgo de demencia de una persona (The Journals of Gerontology: Series B, en línea 2018). Dirigido por Angelina Sutin, PhD, el estudio examinó datos de más de 12,000 adultos estadounidenses de 50 años de edad y mayores. Los participantes calificaron sus niveles de soledad y aislamiento social y completaron una batería cognitiva cada dos años por hasta 10 años.

Parece que la soledad puede conducir a una señalización de estrés a largo plazo de "lucha o huida", que afecta negativamente el funcionamiento del sistema inmunitario. En pocas palabras, las personas que se sienten solas tienen menos inmunidad y más inflamación que las personas que no.

Combatiendo la soledad

Según Rokach: "Diferentes personas pueden estar solas por distintas razones, por lo que no es probable que funcione una intervención única para todos porque se necesita algo que aborde la causa subyacente”. Señala que los esfuerzos para minimizar la soledad pueden comenzar en el hogar, y enseñar a los niños que la soledad no significa soledad. Además, dice, las escuelas pueden ayudar a los entornos de acogida en los que los niños buscan, identifican e intervienen cuando un compañero parece estar solo o desconectado de los demás.

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