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REFUGIO FILOSÓFICO

Carta a Meneceo

Sylvana Marte.

Sylvana Marte.

Si hay un filósofo que me gusta y al que siempre vuelvo porque me ha permitido ver la vida desde la alegría, es Epicuro. Un pensador griego, fundador de la escuela conocida como “El Jardín”. Su texto más conocido es la Epístola a Meneceo, también denominada: Carta sobre la Felicidad.

No sólo se destacó en la filosofía, sino que fue un gran físico, fundó la teoría empirista del conocimiento por medio de una física atomista.

Lamentablemente, es uno de los pensadores exiliado de la filosofía de la historia, mal leído e interpretado. Rechazado por tener un pensamiento avanzado, tenía un discurso emancipador, y como a todas las personas que piensan diferente, fue excluido, razón por la que creó el Jardín de Epicuro, un lugar abierto dedicado a pensar.

Es unos de los primeros que comienza a disponer de la filosofía como un conjunto de concepto desde la aplicación práctica, lo cotidiano, porque su objeto de estudio es la búsqueda de la felicidad a partir de lo simple.

Consideraba que para alcanza un estado de bienestar había que huir del dolor y buscar el placer, pero nunca del placer de los corruptos, y de los que se encuentran en el goce, sino ése que no hace sufrir al cuerpo, ni perturba el alma. Por ejemplo: una buena comida, una productiva conversación, detenernos a mirar el mar, observar los detalles que parecen pequeños, maravillarnos del espectáculo de vivir, acciones pequeñas que nos hacen recordar que estamos vivos y vivas.

Fomentaba el filosofar como una parte importante e imprescindible para existencia humana, y que nunca debemos limitarnos de tratar de interpretar lo que se nos presenta “No importa la edad para hacerlo, nunca es muy joven o demasiado viejo para los temas que conciernen a la salud del alma, por eso hay tener como costumbre ejercitarnos en eso que nos da alegría”.

En su Carta a Meneceo habla de la muerte, y decía que “no hay por qué tenerle miedo a la muerte, porque mientras estamos vivos no está presente, cuando la muerte está presente, entonces no somos”.

“El sabio, en cambio, ni rechaza el vivir ni teme el no vivir; pues ni el vivir le parece un mal, ni cree un mal el no vivir. Y así como de ninguna manera elige el alimento más abundante, sino el más agradable, goza del tiempo más placentero, y no del más duradero”, y pronuncia un manifiesto duro, del cual se podrían hacer varios escritos: “Hay aprender a vivir y a morir bien”.

Epicuro, como otros pensadores que le siguieron, consideraba que la prudencia es el mayor bien, y que de ella emanan las demás virtudes “enseñándonos que no es posible vivir de forma satisfactoria sin ser prudentes, honestos y justos, pues las virtudes son connaturales al vivir feliz, y el vivir feliz es inseparable de éstas”. Ojalá los políticos de este país puedan leer este último párrafo.

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