REFUGIO FILOSÓFICO
De la condición humana y el trabajo
La politóloga y filósofa alemana Hanna Arendt, en su libro “La Condición Humana”, establece la diferencia entre lo que es la “condición humana” y “la naturaleza humana”.
Arendt entiende que, con el nacimiento, iniciamos la capacidad de realizar lo que ella le dice “un nuevo comienzo” y que tenemos la tarea de configurar el mundo siempre en conexión con los demás. De ahí que hace referencia a los requisitos básicos del “vivir humano”, que es lo que ella denomina “vida activa”, las cuales, según la teórica, se limita a “trabajar, producir, actuar” (Arbeiten, Herstellen, Handeln).
Distingue de eso la “esencia” o “naturaleza” del ser humano, que no es posible definir conceptualmente y que entiende no son accesibles al conocimiento, porque los intentos de definirlas terminan con alguna clase de construcción basada en “lo divino”.
Hannah Arendt desmiente la existencia de una naturaleza humana innata, prescrita e incuestionable, sino que piensa que el origen “natural”, queda relegado a la interpretación e instrumentación del orden político imperante.
En cambio, la condición humana es una referencia importante para lograr interpretar el concepto de cuerpo subordinado en el espacio político.
Recientemente, he estado reflexionando sobre este tema, en especial es lo que ella llama la “vida activa”: trabajar, producir y actuar.
En esta ocasión, hago un aparte sobre la categoría “trabajo” (por llamarle de alguna forma) claro, desde la perspectiva de mi ignorancia y no desde mis aspiraciones filosóficas.
El trabajo es el comienzo o el fin de algo, es la construcción de algo material que proporciona cierta estabilidad, orden y seguridad para la vida contemplativa.
Es decir, que el “trabajo” es una condición necesaria para todos los individuos.
Dicho esto, y aceptando que es ineludible, en medio de estas mortales reflexiones, y bajando, del mundo de las ideas al terrible real, me pregunto: ¿De qué podemos ser capaces para conservar un empleo?
Pienso en la frase manía: “todo el mundo necesita su trabajo”, lo que es comprensible, y bajo el pensamiento de Arendt es muy aceptable.
Ahora que estudio filosofía, puedo asimilar las características propias humanas desde una perspectiva interna, es decir, “pienso al otro/a y me pienso, me pienso y pienso al otro/a”, de manera que hago un esfuerzo por entender cómo actuamos cuando tenemos miedo a perder eso que nos da la estabilidad.
Nuestra creatividad frente a cualquier acción que ponga en riesgo nuestro medio de subsistencia puede ser sorprendente.
Estar atravesados y atravesadas por la justicia, la ética y la integridad no es cosa fácil, hay que estar alerta y reflexionar en todo momento sobre nuestro proceder.
Y, aunque también me asusta caer en lo drástico de las palabras, desde mi perspectiva, considero que es menester insertarnos en el mundo humano y poder ver eso que está frente a nosotros de forma crítica.
Ahora acuño como propia la palara “compasión”, pues se hace imperioso sentir lástima ante quienes hacen cualquier cosa hasta el límite de perder su dignidad y el respeto de los demás. Eso les hace humano, y me incluyo… afortunadamente.
Sobre la autora
Quien escribe este artículo es Licenciada en Comunicación Social, mención periodismo, con maestría en Comunicación Corporativa, especialización en marketing y diplomados en etica. En la actualidad, estudiante de Filosofía.