TURISMO EN COLOMBIA
Recorrer Guatapé, pueblo de zócalos, es como caminar dentro de una postal
“Guatapé es un libro que se lee caminando: tiene muchas historias que contar”. Las palabras que Erick, guía de la mayorista de viajes De Pueblo en Pueblo, pronuncia en el autobús cobran todo su sentido al llegar a la cabecera del municipio de Guatapé, en Colombia.
Recorrer las calles de este pintoresco pueblo, ubicado en el departamento de Antioquia, es como caminar dentro de una postal de tamaño grande.
Sus fachadas multicolores, sus vías empedradas y sus hileras de maceteros colgantes y postes de estilo antiguo hacen las delicias de los amantes de la fotografía. Pero el verdadero sello de identidad de esta población es el uso que sus habitantes hacen de los zócalos. En Guatapé este elemento arquitectónico tiene una función que va más allá de lo decorativo, de ahí que se le conozca como Pueblo de Zócalos.
Los frisos adornan el frontis de toda edificación y llaman la atención por su policromía, pero también por sus elementos decorativos (figuras geométricas, humanas, plantas, flores y animales, entre otros), sus altorrelieves y porque retratan la historia, las tradiciones y los personajes del municipio cuya existencia cambió por completo a raíz de la construcción, en la década de 1970, del embalse El Peñol-Guatapé, que inundó parte de su territorio.
ORIGEN DE LA TRADICIÓN
El uso que aquí se hace de los zócalos se originó durante la primera mitad del siglo XX y tuvo un trasfondo religioso. Así lo contó Erick a un grupo de agentes de viajes y comunicadores invitados a Colombia por la aerolínea Sky High.
La idea se le atribuye a Isidora de Jesús Urrea y José María Parra Jiménez (alias “Chepe”). Isidora acostumbraba a decorar un altar de Corpus Christi y, teniendo en mente la descripción de Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, pidió a Chepe que pintara tres ovejas en un zaguán de su vivienda. Los vecinos pronto le solicitarían a Chepe que decorara también los frisos exteriores de sus casas.
Tras el impacto de las inundaciones por la construcción de la represa, la comunidad guatapense se unió para reconstruir el pueblo y rescatar y revalorizar sus tradiciones. Como parte de este proceso, en la década del 1980, una empinada callejuela fue empedrada y decorada con zócalos a fin de recordar aquellos que se habían perdido. Había nacido la calle del Recuerdo.
Esta vía sirvió de inspiración para el resto de la población, convirtiéndose así en uno de los detonantes del auge turístico del lugar (en un día cualquiera, una avalancha de turistas de todas las nacionalidades copa sus calles, sus tiendas de artesanía y la plazoleta que conecta la calle del Recuerdo con el puerto).
“Este -comenta el guía de la agencia De Pueblo en Pueblo- es el lugar donde comenzó todo”.