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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Todos estamos detrás del abuso

A José lo invadió la impotencia cuando se enteró de la captura de César el “Abusador”. Dice que fue una mezcla de sentimientos lo que sintió: por un lado, le satisfizo que lo atraparan y por otro, le disgustó que fuera en Colombia. ¿La razón de su sentir? Bueno, que sencillamente, eso deja claro que no solo él, es el abusador.

El pueblo lo es Para descargar responsabilidad sobre la población respecto al caso, dice que cada vez que los dominicanos nos dejamos comprar por dos pesos en las elecciones estamos permitiendo que sea la corrupción la que gobierne, y eso es un abuso. Que mientras más apoyamos a los políticos en su ambición de poder más fuerza les damos para que abusen de la ciudadanía, y con ello nosotros también terminamos cometiendo un abuso.

Un escape Esta situación tiene a José muy desconcertado, pues en cierto modo, se siente culpable también de que en nuestro país surjan casos que nos avergu¨encen ante la comunidad internacional, y por si fuera poco, atente contra el erario y nuestra paz. Por eso se fue a una ciudad fabulosa a respirar aire puro.

No el oxígeno contaminado por el narcotráfico y la impunidad que amenaza con arrebatarles el futuro de las nuevas generaciones.

Experiencia En aquel lugar vio cómo no hay ni asomo de lo que es abusar de la buena voluntad de un pueblo que cree en quienes están llamados a defender su Patria.

Allí, José pudo constatar que la población se mantiene vigilante del desenvolvimiento de las autoridades y que no se vende por nada del mundo, pues está clara en que ello le hace cómplice de cualquier exabrupto que se comenta. No quieren bajo ningún concepto que nada empañe su ciudad fabulosa.

Triste retorno Al regresar, José vino con la cabeza cabizbaja. Se le hace imposible creer que sin darnos cuenta, todos los dominicanos tengamos el mote de abusador. Simplemente, porque de una manera u otra hemos contribuido a que la corrupción y todos los males que nos aquejan se sigan engrosando y formando una bola de nieve que no hay fuego que la destruya, a menos que como pueblo, y sin violencia, nos dediquemos a estar vigilantes de lo que sucede a nuestro alrededor, que luchemos por proporcionarles a nuestros hijos un país bonito, y un terruño desprovisto de pólvora, de estupefacientes, y sobre todo, de políticos que puedan convertirles también, en abusadores.

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