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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Duele cuando los angelitos se van

Respeto el criterio de cada quién. No me gustan las polémicas y mucho menos cuando envuelven temas que solo atañen a cada quién porque se trata de su vida privada. Sin embargo, ello no quiere decir que sea indiferente ante algunas de sus acciones. El aborto es uno de esos tópicos que no me gusta tocar porque me llenan de tristeza. Duele cuando algunos angelitos parten a destiempo porque así Dios lo dispone, entonces imagino cuán triste debe ser hacerlos partir.

Sin dimes y diretes Con este escrito no se quiere lacerar a nadie, solo quiero llevar a Altagracia a una ciudad fabulosa donde pueda desahogar su pena por la partida de un angelito que habría de ser su primera nietecita. En este lugar es que ella siente la libertad de reprimir a aquellos que favorecen el aborto aún cuando se decide solo por no traer una criatura al mundo. Allí es donde ella deja salir sus lágrimas lamentando que esta niña no llegara a nacer pese a ser tan deseada y amada, y en cambio saber que hay personas que con razón o sin ella atentan contra la vida de un ser inocente.

Acepta la voluntad de Dios Durante su viaje, Altagracia admite que nunca iría contra la voluntad del Señor, pero que sí castiga la desobediencia de los seres humanos cada vez que disponen de la vida de un ser que, desde que es concebido tiene derecho a venir al mundo. Su viaje a este lugar lo hace porque es ahí donde puede expresar su parecer sin que salgan a condenarla quienes sí creen y defienden el aborto. Admite que no juzga a nadie por ello, pero sí le apena la interrupción de un embarazo, sobre todo, cuando éste marcha bien, y lo único que tiene en contra es la decisión de su madre, de su padre, de ambos o de alguien más.

El tiempo perfecto de Él Para ella, solo Dios tiene el control de nuestra vida, y por eso es que aunque está triste por la partida de su nietecita, acepta que Él sabrá por qué lo hizo, así como también sabe cuándo mandará a otro angelito a alegrar la vida de su hija, su esposo y de todos en la familia, pues sencillamente el tiempo de Dios es perfecto.

Con mejor semblante Luego de desahogarse en aquella ciudad fabulosa, Altagracia regresó a su realidad con una reflexión: “Cada quién es dueño de su vida, pero es de su vida, no de la de las criaturas que algunos no dejan nacer”. Mientras algunos preparan sus críticas por esta descarga, a Altagracia y a mí nos duele cuando los angelitos se van.

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