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El MAR y el mar: Museo de las Atarazanas

El museo está dotado de la concepción y tecnología museográficas de la contemporaneidad.

El museo está dotado de la concepción y tecnología museográficas de la contemporaneidad.

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WILFREDO FÉLIZSanto Domingo, RD

MAR es el nombre de un museo presto para ser abierto al público en la Ciudad Colonial de Santo Domingo por obra de los ministerios de Turismo y Cultura, y si bien sus siglas significan Museo de las Atarazanas Reales, la relación de este espacio con el océano no podría ser más significativa. Aquí habrá de llevarse a los visitantes a través de las aguas de la historia, mostrando la pasión por la aventura y la fuerza de la codicia que mueven a los hombres y sus naciones a enfrentar gravísimos riesgos y perseguir su visión a pesar del inevitable costo.

El mar es un medio poco apropiado para la habitación del hombre, pero idealmente atractivo para cumplir en sus extensiones de apariencia infinita el impulso interno que nos lleva al descubrimiento y el dominio. Siendo el mar inhóspito y todavía hoy a pesar de los satélites, impredecible, no puede comprenderse la temprana relación de la raza humana con la más grande superficie del planeta sin reflexionar en ese deber escrito desde tiempos inmemoriales que nos confiere la tarea de dar nombre a todas las cosas. Pensemos en una persona parada firmemente a la orilla de un río, contemplando la ribera opuesta. Sin dudas lucirían para él más verde el bosque y más coloridas las aves del otro lado. Ayudado por la imaginación, ese don primigenio, sentiría que allá crecían nuevas oportunidades. Así comenzó todo quizás, cruzando un río, después usándolo como camino así como lo hacían los troncos caídos que flotaban en su corriente sin perderse en su vientre turbio. El primer paso en el agua inició la historia de la navegación, una hazaña llena de realizaciones esplendorosas y sombrías catástrofes.

Los viajes interoceánicos comenzaron con tecnología de la edad media; un astrolabio para leer las estrellas en noches claras, unas ballestillas y un compás, y una aguja imantada que los árabes tomaron de la discreción milenaria de la China; a más un buque de tablas y jarcia de esparto con velas cuadradas y latinas que sabían contrariar al viento o dejarse llevar por él mansamente, eso fue suficiente para que los portugueses se animaran a dirigirse al índico rodeando el continente africano, y para que Cristóbal Colón emprendiera su viaje al Asia perseverando en el poniente.

Los navegantes y los dueños del poder, pagaron estoicamente el tributo que les reclamó siempre su osadía; Vasco de Gama perdió las dos terceras partes de su tripulación y dos de sus cuatro navíos para completar el viaje a la India, Colón no pudo volver a casa en la nao que lo trajo a nuestra América por primera vez, y aun tres décadas después del accidente de la Santa María, la temeraria expedición de Fernando de Magallanes que había zarpado rumbo al oeste con 5 naves para establecer una nueva ruta para el comercio, volvía a la península después de circunnavegar el globo, pero con sólo un puñado de marineros a bordo de la “Victoria” comandada por El Cano, porque el adelantado Magallanes había muerto entre su soberbia y los flechazos de guerreros filipinos.

De la historia de los encuentros y desencuentros de los pueblos a través del mar, Dominicana posee bajo las aguas de su litoral varias páginas elocuentes. Podemos contar del desarrollo de la tecnología naval, de los inicios de la globalización del comercio, y de la crudeza de la guerra entre las potencias, y del intercambio cultural, del contrabando, el heroísmo y la piratería. Gracias a la exploración de los restos de una parte pequeña de los naufragios españoles, franceses, ingleses y holandeses que han acontecido aquí desde el siglo XV, y a la cuidadosa conservación de los objetos transmisores de cultura rescatados, podemos demostrar la importancia del Caribe y Quisqueya como un escenario privilegiado dónde los humanos pudieron confirmar la diversidad extraordinaria de la naturaleza y su propia raza.

Hoy, con la creación en la primera atarazana del nuevo mundo de un museo dotado de la concepción y tecnología museográfica de la contemporaneidad, para mostrar una colección de preciados bienes de origen subacuático conservados por la dirección de Patrimonio Cultural Subacuático, se brinda a los dominicanos la oportunidad de sumergirse en la historia de la navegación y comprender sus arduos progresos, mientras comprueban satisfechos cómo y porqué a nuestro país le corresponde un lugar único en la historia de todo el mundo.

El autor es arquitecto del Programa de Fomento al Turismo Ciudad Colonial del MITUR y exdirector de la Oficina de Patrimonio Cultural Subacuático.