DESTINO

French Quarter. Allí todo llama la atención

Avatar del Listín Diario
Carmenchu BrusíloffSanto Domingo, RD

Pasear a pie por el French Quarter es abrirnos hacia un mundo de pequeñas sorpresas. En un atril sobre el suelo, ante la puerta de una de las tantas galerías de arte leo una atractiva frase promocional: ‘See art, love art, buy art’. (Mira el arte, ama el arte, compra arte). A la verdad que tiene gancho. Como muchos otros escritos que leo mientras camino junto a mi hijo Alexis, intentando atrapar el espíritu de este barrio tan peculiar, único en Estados Unidos.

Pasamos junto a mini-autos del Task Force del 8th District Police en la calle Royal. Estacionan perpendicularmente a la acera y ocupan muy poco espacio. ¡Qué práctico! Proseguimos nuestra andadura hasta acercarnos al imponente edificio en mármol que aloja la Suprema Corte de Justicia.

Data de 1908-9. En medio de la acera llama la atención un grupo de hombres trajeados de etiqueta con chaleco, pañuelo y corbata color rosa. Parece que van a una boda. Al novio le colocan sobre los ojos unos lentes opacos, por lo cual algún acompañante se ríe. Tal parece que esto le impedirá ver a la novia cuando llegue, precedida por un cortejo de varias jóvenes con vestidos largos de un solo hombro. Algunas muestran tatuajes en sus brazos. Tras ellas ¡llega la novia! De inmediato un amigo quita los lentes al novio. ¡Ya puede verla! Me pregunto dónde se origina esta tradición y qué significado tiene.

En la número 417 de la acera de enfrente está la Casa Faurie, construida para el abuelo materno del pintor impresionista francés Edgar Degas. Dícese que en 1828, cuando revisitó la ciudad el general Andrew Jackson, héroe de la batalla de Nueva Orleans, asistía en ella a suntuosos banquetes.

En este entorno entramos brevemente a mirar una tienda de antigüedades: mapas, armas, monedas...

En numerosas esquinas de la calle Royal encontramos un músico o varios. No es de extrañar. Estamos en una de las calles más visitadas del French Quarter, donde muchos individuos buscan sus ingresos con disímiles ‘shows’.

Como el de un hombre montado en bicicleta, la que mantiene con la rueda delantera levantada, permaneciendo completamente estático. Interrumpe su rigidez únicamente para tocar el timbre en agradecimiento cuando alguien, después de fotografiarle, le deja caer un billete. Unas cuadras más allá un cuarteto anima el ambiente. Delante, en una caja promocionan su disco: a US$ 10.00 cada uno. Escuchamos sólo un rato. Es hora de almorzar.

Para saber En esta zona está la Merieult House, sede de una empresa entre 1794 y 1818, cuyo dueño fue traficante de esclavos.