Elbphilharmonie
Conciertos flotantes sobre el río Elba
La ciudad-estado de Hamburgo, segunda ciudad en tamaño y por producto interno bruto de Alemania, cuenta con el tercer mayor puerto marítimo de Europa y más de siete millones de visitantes cada año.
También es reconocida por su tradición musical, habiendo sido el punto de partida de la carrera de Los Beatles, en el infame distrito de entretenimiento Reeperbahn, y cuna de compositores clásicos como Johannes Brahms y Felix Mendelssohn.
Hamburgo se complacía ya desde 1908 con la sala de conciertos neobarroca Laeiszhalle, la cual no daba abasto ante la creciente demanda de escenario de la ciudad. En 2001, de manos del arquitecto Alexander Gérard y de la historiadora de arte Jana Marko, surge la idea de tomar un almacén de cacao y café a orillas del río e incorporar sobre él una edificación que albergara una nueva sala de conciertos.
Dieciséis años más tarde, finalmente se inauguró esta imponente estructura, que también incluye un hotel, 45 apartamentos, una escuela de música y un estacionamiento, cargada de controversias por su igualmente impresionante costo: inicialmente estimada en unos 80 millones de euros, la obra terminó significando una inversión de 866 millones de euros. A pesar de la polémica por el costo final, este nuevo ícono de la ciudad es motivo de orgullo.
Es que esta es una joya de la arquitectura deconstructivista y un logro sin precedentes en cuanto a acústica se refiere. El diseño arquitectónico de la empresa Herzog y de Meuron se trabajó íntegramente con la ingeniería acústica del japonés Yasuhisa Toyota.
Sobre aquella base rectangular de ladrillos que era el almacén ‘Kaispeicher A” y cargado por unas columnas transversales, flota la gran sala de conciertos: una concha con doble caparazón, con más de 10,000 paneles de fibra de yeso colgados sobre paredes irregulares recubiertas en roble, perforados por millones de pequeños orificios que asemejan los poros de nuestra piel.
La fachada de cristales refleja cual espejo todo el ánimo de la ciudad y del río, y con insinuaciones musicales como las ondas sonoras y algunos diapasones.
Flujo armónico La experiencia es multisensorial: el paso a la sala por sus múltiples ingresos es un flujo armónico como la música que allí se presenta, seguido de un delicioso olor a madera no tratada en las curvas de las paredes, prestas a ser acariciadas, y techos cuidadosamente iluminados.
En definitiva, visitar la Filarmónica del Elba emociona no solo a melómanos, pues basta apenas abrir los ojos delante de aquella fachada para dejarse deslumbrar por la creatividad humana.
El espectador Se vuelve parte de la escena con este diseño circular tipo arena que tiene el salón, donde ninguno de los 2,100 asientos está a más de 30 metros de distancia del atractivo artístico.