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EN UN MURO

La diversidad sexual rompe la censura con un beso ante la Asamblea de Ecuador

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Daniela Brik, EFEQuito, Ecuador

Tres parejas, una de lesbianas, una heterosexual y otra homosexual, besándose abrazadas y con los ojos cerrados, lucen en un mural frente a la Asamblea Nacional de Ecuador tras el funesto destino que las borró de otra pared de Quito.

"El amor no tiene género" fue la fugaz pintura realizada en julio por el artista ecuatoriano Juan Sebastián Aguirre, más conocido como Apitatán, que vio cómo a los pocos días, las parejas homosexuales fueron tachadas con grandes "X", antes de que fueran definitivamente eliminadas de un muro en un barrio del norte de la capital.

Este viernes ha inaugurado el mismo grafiti en los vivos colores del arcoíris, emblema del orgullo LGTBI, esta vez con autorización municipal y ante la sede parlamentaria.

"Siento una profunda alegría de que se haya podido realizar nuevamente la obra, que responde a lo que considero un avance en la mentalidad del país", explicó el grafitero en una entrevista con EFE.

Quiteño y de 32 años, es autor de varias obras callejeras que decoran paredes y muros en la ciudad, y ha expuesto en su país, Perú y México, aunque ha pintado en España, Holanda, Francia, Estados Unidos y Colombia, entre otros países.

Pero el hecho de que le censuraran su obra en el acomodado barrio de Bellavista, de Quito, ha dado una mayor resonancia mediática a su obra, no solo por su calidad artística y la temática escogida, sino también por el efímero lapso que duró.

"Sabemos que el mural es vulnerable a que lo vuelvan a dañar, esa es una característica de la obra, que tiene un contacto directo con el transeúnte, no tiene horarios de visita y por eso es el motor del arte urbano", opinó.

Sin embargo, considera toda "una victoria" el poder haberla reeditado frente a la Asamblea, "donde se cocinan las leyes que rigen nuestro país" y advierte de que es la última vez que la pinta "tras regalarla a la ciudad".

En su estudio queda patente que su quehacer se centra "totalmente en la figura humana" y explica que tiene una línea "neoindigenista" que pone el acento en revalorizar "a nuestros ancestros indígenas y su cultura" y reivindicar "su relación con el entorno", que la sociedad ecuatoriana ha perdido empujada por el consumismo.

"A través de mis murales trato de generar imágenes con las que las nuevas generaciones se puedan relacionar y entender un poco el origen, la raíz. La búsqueda de la identidad es el eje de mi obra", subraya.

Y en esa búsqueda y a la luz de que el pasado 12 de junio la Corte Constitucional aprobó el matrimonio igualitario, no dudó en plasmar de forma sencilla a la par que gráfica la diversidad sexual que se abre sin tapujos en el país.

"Hice hincapié en el tema sobre todo de defender la igualdad, los derechos humanos, la tolerancia y en vivir en armonía entre todos", asegura Apitatán, quien en un primer momento pensó en reivindicar eso pintando a una pareja de dos hombres homosexuales besándose.

Siguiendo una línea más política que ha desarrollado en los últimos años con murales célebres como el titulado "Ladrón que roba a ladrón", en pleno centro financiero de Guayaquil, una metáfora "al círculo vicioso del que todos formamos parte", el artista quiso en Quito abarcar toda la diversidad del amor.

"Me di cuenta de que era sesgado (si solo era una pareja de hombres), que es un tema de igualdad y las diferentes posibilidades que existen", comentó.

Su primera versión del cuadro callejero le granjeó numerosas críticas además de la censura física patente.

"Muchos comentarios de odio, como aquel que decía que 'mi hijo no tiene porqué ver esas atrocidades', a lo que yo digo: 'Si vas por la calle y ves a dos hombres besándose, ¿vas a tapar los ojos a tu hijo?".

El pintor reivindica, en cambio, que "sería mucho mejor que educaran a los hijos en que existen todas estas posibilidades y lo único que tienes que hacer es respetar, nada más".

De momento, el mural ha sido ya fotografiado por los medios de comunicación y curiosos desde primera hora de la mañana, y su mera inauguración ha vuelto a poner en la palestra pública al pujante movimiento a favor de la igualdad de derechos y defensa del colectivo LGTBI, así como el rechazo que genera entre la conservadora sociedad ecuatoriana.

También se entremezcla el debate en torno a la libertad de expresión y la criminalización del arte urbano, según el pintor.

Ocho horas le llevó a Apitatán a volver a pintar el mural, que "se transforma en un megáfono social y tiene la posibilidad de entablar preguntas y establecer un diálogo con la gente".