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Cuando el estrés es crónico

FOTOS: Fuente externa

Sin duda, habrán situaciones que son fuentes de estrés y que no dependen de nosotros, como un empleo bajo presión, una situación familiar o hasta algo que no hemos logrado terminar. No obstante, para algunos, el hecho de salir de esa ‘‘dificultad’’ no es sinónimo de que han regresado a su paz interna. Para ellos, la sensación de la mochila pesada en su espalda, se queda por mucho tiempo y la ansiedad la llevan hasta la playa y de vacaciones. Y cuando pasa esto, puede ser que seas una víctima del estrés crónico. Iris Bello Castillo, psicóloga clínica de la salud y postiva, establece la diferencia entre estrés normal y crónico. Ella dice que el estrés es una respuesta de defensa que tiene nuestro cuerpo ante situaciones que representan una demanda, una amenaza o cuando hay que enfrentarse a un desafío. Muy claro lo dice: ‘‘se vuelve un foco de atención, cuando dura semanas, meses y hasta años. La diferencia principal radica, además del tiempo de duración, que el estrés normal ayuda a que tomemos el control de situaciones potencialmente peligrosas. Mientras que el estrés crónico produce un alto nivel de ansiedad sostenido, que pasa factura, provocando, además de malestar emocional, enfermedades físicas’’.

Los síntomas del estrés crónico, según Iris, producen desgaste físico y emocional. Y si se habla de la parte psicológica, se suman sentimientos como la ansiedad, el nerviosismo, la falta de concentración e irritabilidad. “Cuando el cuerpo sufre de este nivel de estrés sientes: cansancio, dificultad para dormir, problemas para respirar, problemas digestivos como malestar de estómago, en algunas personas diarrea y en otro estreñimiento, dolor de cabeza, apretar las mandíbulas, dolor de cuello; en las mujeres, cambios en el ciclo menstrual”, indica la avezada. Lo complicado de esto es que “a medida que los niveles de estrés van en aumento y duran más en el tiempo, se van desarrollando enfermedades y trastornos clínicos, como ataques de pánico, trastorno de ansiedad generaliza, depresión, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y obesidad, diabetes’’, afirma.

La costumbre hace hábito

Lo que fácil entra, no necesariamente fácil se va. Y acorde a lo que nos explica Bello, es que muchas veces, la persona que padece de estrés crónico, se acostumbra tanto a él, que lo percibe como normal, entendiendo que esa “mochila invisible” del estrés es su modo de vida justificado por la excesiva cantidad de trabajo. ¡Esto es injustificable! En ese sentido, es fácil de verificar qué tanto nivel de estrés se tiene, de acuerdo a algunos indicios que brinda la psicóloga. Algunos de ellos, como la poca concentración en el trabajo, apatía con los amigos o la familia, empezar a usar alcohol u otra sustancia para “relajarte”, son un ¡alerta, peligro!, por ende, no hay que esperar a que se convierta en un hábito o tu modus operandi. Y para esas ‘‘eternas fuentes’’ de estrés, la mejor opción es, basado en lo que aconseja Iris, siempre marcar límites sanos con lo que te proporciona el estrés. Y no solo tomar esa decisión, sino hacer cambios en tu rutina como mejorar la alimentación, aumentar la actividad física, salir más con los amigos, participar en más actividades de ocio y meditar.

No sucumbas al estrés, sin antes practicar esto…

Como no todos podemos mudarnos a Constanza y dedicarnos a la contemplación, sino que estamos obligados a procesar diariamente miles de quehaceres, la vía más efectiva es adoptar técnicas específicas para canalizar ese mal cotidiano. Consultamos a Ilonka Ubiñas, asesora energética certificada por Eden Energy Medicine y licenciada en Terapia del Masaje. Ubiñas dice que para bajar el estrés, hacer nuestro cuerpo más resiliente y nuestra vida más feliz, experimenta estos pequeños hábitos:

1. Antes de comenzar, les sugiero que hagan respiraciones profundas, llenando su abdomen. Esta es una excelente manera de crear espacio para nuestros órganos y que estos se liberen de restricciones.

2. Busca un lugar para sentarte cómodo y tranquilo; cierra los ojos, coloque una mano sobre su frente y la otra sobre su plexo solar (debajo del pecho y encima del ombligo). Sostenga la posición el tiempo que pueda.

3. Luego cubra sus ojos con las palmas de las manos, deslízalas sobre las orejas y siga por detrás hasta descansar las manos sobre los hombros.

4. Cruza las manos y deslízelas sobre los brazos hasta el dorso de las manos, luego coloque las palmas sobre el plexo solar y deslice por el frente del cuerpo hasta sus pies, para terminar llevar las manos sobre su corazón y manténgalas en esa posición durante tres respiraciones. Ilonka asegura que si haces estos ejercicios con regularidad, verás que son fáciles y fluirás con naturalidad.

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