HISTORIA
La guerra: Un tema de turismo en Nueva Orleans
Si alguien me hubiera dicho que la guerra es un tema turístico me habría escandalizado, hasta que me enteré que la atracción número 1 de Nueva Orleans es el Museo Nacional de la II Guerra Mundial. Y como vacacionista con mi hijo Alexis, hasta él me traslado en un bus hop-on hop-off. Es la parada 10. Tras descender, a corta distancia alcanzamos a ver dos enormes edificios conectados por una cerrada pero transparente pasarela. ¡Es el Museo! En su plaza exterior, una estatua a tamaño natural de un hombre sentado en un banco me atrapa como un imán. Es Franklyn Delano Roosevelt. A su lado, una placa en inglés que mueve a reflexión: ‘Tenemos fe en que las futuras generaciones sabrán aquí, en la mitad del siglo veinte, que hubo un tiempo cuando los hombres de buena voluntad encontraron un camino para unir y producir, y luchar para destruir las fuerzas de la ignorancia, e intolerancia, y esclavitud, y guerra’. Febrero 12, 1943.
Tras la lectura de palabras tan patrióticas nos apetece recorrer las instalaciones hasta que, ya en el vestíbulo, nos enteramos del precio de la entrada: Son US$28.50 por adulto. En mi caso, por senior, son US$ 24.50. Como usuarios del hop-on hop-off tenemos un cupón de descuento de US$ 2.00 y US$ 1.00, respectivamente. Aún así, consideramos que cuesta demasiado. No lo visitaremos. Sin embargo, no hemos desperdiciado el tiempo. En el vestíbulo se exhiben súper interesantes artefactos bélicos.
Ante nosotros, un German Flak 37, 88 mm Dual Purpose Gun, una de las más famosas armas de guerra diseñada como arma antiaérea y considerada la mejor ametralladora anti-tanque de la guerra. Era tal su efecto destructor que entre sus víctimas hubo muchos de quienes la manejaban. Su poder destructor llevó al historiador Stephen Ambrose a escribir: ‘Se dijo que más soldados se convirtieron al cristianismo por las 88 que por Pedro y Pablo juntos’. De pensarlo me estremezco.
De repente me percato que, sin enseñar boleto alguno, varias personas entran a un espacio que no discierno. Hacia allá vamos. Es un vagón de un tren como los de la época de la II Guerra Mundial. Nos sentamos. Un video muestra a tamaño natural el paso de un tren con soldados que desde las ventanillas dicen adiós. Parecen reales. Por algo lleva el nombre de ‘L. W. ‘Pete’ Kent Train Car Experience’. Sí, ¡vaya experiencia! En este tren viajamos en el tiempo hacia aquellos momentos de eufórico amor a la patria, de esa ‘experiencia americana en la guerra que cambió el mundo’.
Experiencia. El Museo tiene exhibiciones, experiencias multimedia y testimonios personales, llevando a los visitantes a una gira por todos los escenarios de la Segunda Guerra Mundial.
Recuerdo. En sus instalaciones cuenta con una tienda de souvenirs, aunque no todo en ella es asunto de memorabilia bélica. A su lado funciona una cafetería.