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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Ya no solo Dios lo ve todo

Recuerdo cuando iba al catecismo, que con regularidad teníamos que repetir lo que decían los catequistas: “Dios lo ve todo”, “Siiiii, Dios lo ve todo”, “Dios lo oye todo”, “Siiiii, Dios lo oye todo”... ¡Qué recuerdos aquellos! Nadie ni nada competía con la grandeza del Señor. Nada atentaba contra la paz y la privacidad de la gente.

El celular lo graba todo Guardando la distancia, ahora los teléfonos inteligentes se han encargado no solo de “verlo todo”, sino de grabarlo todo. Esta práctica que hace unos años está invadiendo el mundo, ya se hace hasta por instinto. Tristemente, hasta ante un hecho lamentable, primero se saca el celular y se graba la “noticia” y luego, si hay que “ayudar” se “ayuda”.

De dominio público Ya tampoco se quedan en las casas, en los actos privados, ni entre familia esos momentos divertidos o de sano entretenimiento. Quien menos uno se imagina, saca su celular y, en menos de lo que canta un gallo, ya todo el vivo sabe en lo que esas personas están. “Epa, no invitaron”, “Ah, pero ustedes están en gozadera” y otras expresiones, te llegan y tú inocente del porqué, pero luego te das cuenta de que hace rato que estás en las redes.

Lo fabuloso está en lo divino Al menos a mí, que me gusta la privacidad, el anonimato, lo discreto..., esas cosas no me agradan. Por eso me dí un paseíto por una ciudad fabulosa y noté que allí, lo fabuloso es respetar la intimidad de los demás. No es que estén de espaldas a la tecnología, pero la saben usar, y el “verlo todo” se lo dejan a Dios, el único capaz de saber los pasos que damos, las rutas que seguimos, lo mucho que pecamos y en fin, cómo actuamos.

Buen manejo Allí nadie atenta contra la integridad de los demás. Nadie teme rascarse la cabeza en un lugar público. Saben que no les grabarán ni serán víctimas de comentarios que insinúen que tal vez tiene piojos. Dentro y fuera de la casa su vida está resguardada con el respeto mutuo. Aunque saben que los celulares han logrado un poder que asusta y que debería alertar a la humanidad de su monstruosidad, se saben manejar. Le sacan partido para su desenvolvimiento en el trabajo, en los estudios y en la comunicación. Nunca lo utilizan para dañar y hacerle competencia al único que sí lo puede ver todo, escuchar todo y saber todo, como lo es nuestro Señor Jesús.

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