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DEDICACIÓN

Defensor legal: Viendo más allá de sus sueños para superar obstáculos

El abogado Roberto Quiroz ingresó como defensor público en el 2007. Ha asumido la defensa legal de imputados en casos complejos, entre ellos de lavado de activos, narcotráfico y crimen organizado. 

RAÚL ASENCIO/LD

El abogado Roberto Quiroz ingresó como defensor público en el 2007. Ha asumido la defensa legal de imputados en casos complejos, entre ellos de lavado de activos, narcotráfico y crimen organizado. RAÚL ASENCIO/LD

“El peor obstáculo de un ser humano es cuando él mismo dice yo no puedo”, afirma el defensor público Roberto Quiroz, para quien la discapacidad visual no ha sido barrera para lograr sus metas.

“Siempre que usted tiene sueños y los pone en acción, las cosas se logran”, considera.

Señala que hasta el momento ha logrado muchas cosas, por lo que agradece a Dios, a su familia, y a Oficina Nacional de Defensa Pública, donde trabaja.

Quiroz nació con la enfermedad degenerativa retinitis pigmentaria, que lo llevó a perder la visión a los 16 años. Hasta esa edad, podía identificar algunos objetos, ver los colores cuando había sol y leer letras grandes.

Dificultades

Para lograr la formación académica tuvo que rebasar obstáculos desde la educación inicial.

Recuerda que tanto él como una hermana que padece la misma condición, pero no ha perdido la visión completamente, empezaron a ir a una escuela en su natal Portezuelo, de Constanza, pero los profesores se resistían a darles clases por sus dificultades para ver.

Iban a la escuela como oyentes, hasta que a través de una prima identificaron que en la capital había una escuela para personas ciegas.

Cuando tenía 5 años y su hermana 8, entraron a ese internado, donde él estuvo hasta el quinto de básica y de ahí pasó a la escuela normal en Tireo, en Constanza.

Ya se había alfabetizado en el sistema braille de lectura y escritura táctil para persona ciegas.

Cuenta que en el liceo de Tireo, donde concluyó el bachillerato en el 1999, tuvo problemas porque los profesores que no le habían dado clases entendían que era difícil trabajar con una persona con discapacidad.

Pero sostiene que al final, cuando vieron la interacción y la forma de adaptarse, no le pusideron objeción.

Relata que lo difícil en ese tiempo era la matemática, y que, sin embargo, él iba a la pizarra a hacer los ejercicios, y además tenía una profesora que le ayudaba.

“Los profesores ahí asumían una actitud diferente, porque veían que la discapacidad no era un límite”, comenta .

Destreza

Quiroz piensa que las personas con una discapacidad tienen que agudizar los demás sentidos, aun sin proponerselo.

“Me falta la vista, se me desarrolla más el tacto, el olfato, por un tema de necesidad, y hay quienes se empeñan para agudizar aún más esos sentidos”, sostiene el autor del libro Litigación penal. Principio y fin.

Estudios

Se trasladó a la capital en el 2001 para ingresar a la universidad, por la ayuda de un amigo que lo motivó para que participara en un concurso del ayuntamiento y la Asociación para el Desarrollo de Constanza, sobre mérito al mejor estudiante, en el 2000, resultando ganador.

Ese premio le permitió acceder a una beca que le cubría los gastos universitarios, y se matriculó en la carrera de derecho.

Vivía en casa de una prima, porque la beca solo le cubría el pago de la matrícula.

A partir de ahí, comenzó a interactuar en asociaciones de discapacidad y aunque al principio no le dieron trabajo formal, lo pusieron a realizar algunas labores remuneradas.

Más tarde, en el 2003, obtuvo un empleo en la Suprema Corte de Justicia (SCJ) como operador de central telefónica, donde duró tres años. Ingresó por la ayuda del entonces presidente de la SCJ, Jorge Subero Isa.

Contó que la Asociación Dominicana de Trabajadores Ciegos hizo la solicitud a la SCJ y le dieron el puesto a él porque era el que estaba desempleado.

Se graduó en el 2005, siendo el estudiante de mayor índice de su promoción.

Explica que requiere el apoyo de un paralegal para ejercer como defensor público porque la aplicación informática que usa solo le permite acceder a letras de computadoras y en los expedientes hay pruebas que están a lapicero.

Mi impresión

La primera impresión que tuve al saludarlo fue que era vidente, porque lo hizo de frente, con los ojos puestos sobre mí, por lo que pensé que, al parecer, no tenía ninguna discapacidad visual.

Al exponerle esa inquietud, me explicó las razones de esa percepción: “Yo viví en el internado, en la escuela de ciegos, yo aprendí a seguir la voz de la persona, él me habla, yo lo sigo a él, tú me hablas, yo te sigo a ti”.

“No es que te estoy mirando, yo no sé de qué color eres, si tienes alguna marca, pero tú me hablas y yo puedo seguir tu voz; la misma vida te lo enseña y los familiares también”, expresó.

En la escuela para no videntes donde estudió le enseñaron cómo moverse, a identificar una puerta, una escalera, sin la necesidad de tener que auxiliarse de otra persona. Pero también le enseñaron que las ayudas no se rechazan.

EN PUNTOS

Origen.

Nació en Portezuelo, Constanza. Hijo de Porfirio Quiroz y Silvia María Canela.

Familia.

Casado con Sugei Padilla, con quien tiene dos hijos, Roberth, de 5 años, y Paulé, de 5 meses.

Graduación.

Se graduó de licenciado en Derecho el 12 de febrero del 2005.

En el tribunal es asistido por el paralegal Alejandro Álvarez, quien funge como su intérprete y asistente.

RAÚL ASENCIO/LD