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FOLCLOREANDO

Deseos y remembranzas

Quiero un conuquito de esos que estaban en los patios de las casas, que se le echaba agua de jabón y borra de café para que los tomaticos, las lechugas y las berenjenas crecieran hermosas, brillantes sin químicos.

Recuerdo a mi tía Olga en la Isabela, Puerto Plata, recogiendo esas hortalizas para acompañar la comida del mediodía, cuando estaba de vacaciones. Los huevos criollos fritos acompañados de la yuca de su patio, con cebollín y agrio de naranja.

Mi casa con un gallinero y un pavo amarrado de la pata de una mesa que se estaba mejorando para Nochebuena, la única que recuerdo antes de emigrar a la Capital, la que era compartida como intercambio con los vecinos Mengo, Jesús, Catán e hijos en la Salomé Ureña. Esos vecinos no nos despidieron por la tristeza que los embargaba al vernos partir.

Estoy pensando hacer un conuquito con plantas de limones con semillas no modificadas, con mangos sin carburo, porque tendré la paciencia de esperar su tiempo. No tendré piña, porque sé que el espacio no me lo permitirá, pero añoro su guarapo, que se elaboraba con la cáscara, cuando existían los abonos caseros y el pesticida era “agua y jabón”.

Quiero gozar disfrutando una boruga hecha en casa, como desayuno, que mamá la elaboraba con leche de vacas robustas que comían “pangola”. También quiero mabí de bejuco indio, que mamá lo hacía pacientemente, con “la madre”, para que envejeciera o fermentara, colocándole encima un paño blanco de algodón.

Recuerdo también la sopa que se servía antes de la comida, con pecho almendra, de herencia hispánica. Recuerdo el mambá (peanut butter), que la vendían detallada en una pulpería de la Salomé Ureña. El “petisalé” tendido en uno de los alambres dulces en donde se secaba la ropa.

Me viene a la memoria la calle Peña Batlle, en Villa Juana, donde a las 5:00 de la mañana pasaba un panadero y voceaba “Mamiiii, llegó papi”, hasta el día que mi padre le dio una “pela ‘e lengua”, cuando mi madre le contestó: “Ya voy, papiiii”.

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