La Vida

FÁBULAS EN ALTA VOZ

Cuando los ojos hablaban

La buena crianza siempre será la base para mantener en vigencia valores como la disciplina, el respeto, el compromiso, la responsabilidad, la humildad, entre otros. Todo ello contribuye a que la persona sea un ente de provecho para la sociedad. Hoy en día, da trabajo lograr los mejores resultados cuando ejercemos esta titánica labor.

Intervención de la tecnología

Con muchos frentes abiertos hay que literalmente “abrirse el pecho” para poder entender a los chicos y chicas de hoy hay que bajar a su mundo, claro si ellos dejan que los padres penetren a ese espacio. Por esto es que siempre insisto en lo importante de desarrollar los valores desde la primera infancia, pues para luego es tarde.

Años atrás

Con este tema a cuestas me fui a una ciudad fabulosa donde viví cuando era niña: a La Sabina, donde junto a mis hermanos recibí una crianza en la que la boca tenía poco trabajo. Los ojos eran los que “hablaban”. Era suficiente con la madre o el padre diera una mirada de advertencia para que se le prestara la debida atención.

No importaba la distancia

Ellos podían ver desde lejos lo que sus hijos hacía, y a veces, sin mediar palabras hacían la corrección. Ya uno sabía que significaba la mirada. Podía tratarse de: “No lo hagas”, “deja eso ahí”, “no te atrevas”, “siéntate”, “cállate”..., en fin los ojos sabían hacia dónde moverse para hacer la advertencia y él o ella sabía su significado.

Las famosas pelas

Independientemente de que estemos o no de acuerdo con este método, las pelas también formaron parte de las estrategias que tenían los padres para criar a sus hijos. Que son inadecuadas, bueeeno, vaya usted a ver. El caso es que los valores estaban en primer orden y que en mi ciudad fabulosa, se lograban hasta con una miradita.

Opinión compartida

Aunque siempre me apasiona tratar sobre los valores, en esta oportunidad el tema lo traje a colación por mi amigo, el periodista Wellington Carpio, quien en una visita a la Redacción me reveló lo mucho que siente el que se hayan perdido los valores en la crianza. Terminamos coincidiendo en que ya los ojos no “hablan” como antes.

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