ENTREVISTA
Wendy de la Rosa, la dominicana que estudia el comportamiento financiero de los norteamericanos y los enseña a ahorrar
Cuando Wendy de la Rosa fue incluida por la revista Forbes en la lista ‘30 Under 30’ del 2018 en el área de finanzas (30 personas menores de 30 años sobresalientes en esa área), la publicación destacó los méritos personales de la joven economista nacida en Santo Domingo en 1989.
Pero para De la Rosa, cofundadora de Common Cents Lab, organización que ayuda a desarrollar soluciones para que familias de ingresos medios y bajos tomen mejores decisiones financieras, el éxito no es una conquista individual. Ni siquiera en el caso de personas que, como ella, han escalado peldaños sobre la base del estudio.
Encontró muchas manos amigas en el camino que la llevó de un barrio de Santo Domingo a las páginas de la prestigiosa revista norteamericana, a compartir consejos a través de TED Talks o a convertirse en investigadora del comportamiento financiero.
La primera fue, sin duda, su madre, quien emigró a Estados Unidos en busca de una mejor vida para ella y su pequeña Wendy, de entonces nueve años.
“Mi madre se esforzó mucho: se iba muy temprano en la mañana y llegaba muy tarde en la noche”, dice De la Rosa al recordar los tiempos en que su progenitora, de profesión psicóloga, trabajó como mucama en hoteles, y en que ambas dormían en la sala del apartamento de su abuela en el Bronx, una vivienda que llegaron a compartir hasta con una decena de parientes.
“Viendo el esfuerzo que mami tenía que hacer, sentía que yo tenía que hacer el mismo esfuerzo; y la única manera en la que yo me podía esforzar en ese tiempo, porque era niña, era en la escuela”, comenta a LISTÍN DIARIO.
Así fue como se convirtió en una estudiante curiosa e inquisitiva (o, en sus propias palabras, en la más “necia”). Pero eso no habría bastado si las personas en su entorno no hubieran creído en ella.
Fue un profesor quien la recomendó para clases de honor aunque, recién llegada a Estados Unidos, De la Rosa no dominaba el inglés. Otra maestra la animó a aplicar para una beca que le permitiría asistir a una escuela secundaria privada (Cardinal Spellman High School, la misma por la que pasó Sonia Sotomayor, jueza en la Corte Suprema de Estados Unidos). Uno de sus mentores le dio la oportunidad de trabajar en Goldman Sachs, uno de los mayores grupos de banca de inversión y de valores. Y otro profesor la recomendó para ayudar a iniciar la unidad de economía del comportamiento en el gigante de internet Google.
“Nadie puede hacer algo solo”, reflexiona De la Rosa. “El éxito de una persona es el resultado de mucho esfuerzo, no solamente de esa persona, sino de las que están detrás apoyándola”.
Un momento de duda
Su condición de inmigrante y afrolatina no representó un obstáculo para De la Rosa. No obstante, la hizo dudar de sí misma cuando ingresó a una de las escuelas de negocios más prestigiosas del mundo: The Wharton School, de la Universidad de Pensilvania. Allí estudió Economía, algo muy divorciado de su sueño adolescente de convertirse en ambientalista (llegó incluso a colectar fondos y visitar la Antártida).
“La etapa más difícil de mi vida fue esa, porque no me pensé digna. Comencé a avergonzarme de mi pobreza, de quien era, no quería que mis amigos me despreciaran”, admite la joven, cuya madre, una vez más, llegó al rescate para hacerla entender que su capacidad la había llevado donde estaba y, por tanto, sí era digna de ello.
En el 2011, De la Rosa se graduó con honores en Wharton. Cinco años más tarde, fue admitida en la Universidad de Stanford, en California, para hacer un doctorado en Economía del Comportamiento, y recibió la beca Paul & Daisy Soros, otorgada a inmigrantes meritorios.
En Forbes
Cuando dejó Google para fundar Common Cents Lab y enseñar al norteamericano promedio cómo ahorrar, De la Rosa pensó que sus sueños profesionales habían quedado descartados. Ocurrió lo contrario: llegaron reseñas en medios y reconocimientos como su inclusión en la lista ‘30 Under 30’ de Forbes por sus aportes en investigación en el área de finanzas.
“Es un gran honor ser reconocida por una revista tan prestigiosa”, dice De la Rosa, quien asegura que el suyo no es un caso aislado.
Dominicanos de la diáspora, señala, se destacan en áreas muy diversas en Estados Unidos y recogen los frutos de las semillas plantadas por aquellos que emigraron en las décadas de 1980 y 1990.
“Va a haber muchas más Wendy de la Rosa”, vaticina. “Es nuestro tiempo”.