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MUNDO CURIOSO

Había una vez... la colección de muñecas antiguas más importante de Suramérica

Más de mil piezas conforman una de las colecciones de muñecas y juguetes antiguos más valiosas de Suramérica, reunida por las hermanas Castellano Fotheringham a lo largo de sus vidas y que hoy atesora la Casa Fernández Blanco bajo el título "Había una vez...Muñecas antiguas (1870-1940)".

Nada más cruzar el umbral de la Casa-Museo Fernández Blanco, a escasos metros del Congreso argentino, el sonido de una caja de música nos devuelve a la infancia.

Frente a nosotros se abre un universo de muñecas de diversa tipología y tamaño que, paso a paso, y con luz tenue, nos introduce en una especie de barrio de casas en miniatura compuesto por "las mejores producciones que se hicieron en la industria juguetera en la época fundamental donde casi todo lo que hoy se conoce fue ideado", aseguró a Efe el curador principal del museo, Patricio López Méndez.

"Es la colección más importante de Suramérica de muñecas antiguas entre 1850 y 1940", advierte, y fue donada a la institución por las hermanas Isabel y María Castellano Fotheringham, pioneras de la irrupción femenina en las galerías de arte porteñas con la sala Antígona.

Una "completísima" y "muy variada" colección que en la actualidad supera las 500 muñecas y reúne otros tantos accesorios, entre indumentaria, cochecitos, muebles y juegos de té en porcelana.

La selección da muestra de la era dorada de la industria juguetera europea, en la que Alemania y Francia fueron "los líderes fundamentales de una guerra donde no se disparó ni un solo tiro".

"Todas las innovaciones que se iban produciendo eran fruto de esta competencia entre alemanes y franceses por liderar el mercado", sostiene López Méndez, convencido de que firmas actuales tan conocidas como Barbie se inspiran o readaptan las originales creaciones de ese periodo.

La Casa Fernández Blanco es la segunda sede del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, el museo privado más antiguo de Argentina, y está dedicada a las artes aplicadas de los siglos XIX y XX, con especial atención al coleccionismo.

En sus salas se pueden ver casitas de muñecas pobladas por juguetes de todo tipo y tamaño, bebés con rasgos asiáticos, europeos o africanos, y ropas y juguetes propios de otra época.

Hoy, seguramente "no se nos ocurriría" que los niños jugase con muchos de estos objetos, opina el comisario de la muestra, "no solo por una cuestión pedagógica, sino por el tipo de juguetes que pueden utilizar los menores sin correr riesgos".

Por eso, la exposición es también el claro reflejo de cómo fue evolucionando en el mundo el concepto de infancia: De una niñez que "se vivía mucho más rápido" y "no se acomodaba", a los avances que permiten reducir la altísima mortandad infantil propia de esos años.

Las primeras fueron las "Fashion dolls", con rasgos aniñados pero cuerpos de adultas que se multiplicaban en los escaparates de las principales galerías del mundo con todo un catálogo de vestidos y accesorios a juego.

Con el tiempo llegaron los bebés, con formas totalmente naturalistas y moldeados muchas veces a imagen y semejanza de sus creadores.

De entre todas, "las muñecas Jumeau francesas son probablemente las más famosas", sostiene López Méndez. "Fueron probablemente las más exquisitas, las más refinadas, no solo en la calidad de la muñeca, del cuerpo, de la porcelana o los mecanismos", prosigue el experto al intentar nombrar algunas de las joyas de la colección.

Una tarea difícil en la que no puede evitar nombrar también las "Shirley Temple", las "Bluette" -que tenían su versión argentina en la Casa Marilú-, las "Kicking dolls" o los muñecos autómatas que gimen, patalean e incluso fuman un habano sentados plácidamente en las vitrinas de esta mansión porteña de estilo ecléctico.

Juguetes que marcaron a nuestros mayores y que hoy despiertan la curiosidad, y a veces también el miedo, de los niños y niñas que se acercan al museo.