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Los brazos abiertos de Irán

Irán es uno de los cinco países más seguros del mundo para el turista y tiene mucho qué mostrar, en historia, arquitectura, gastronomía y, por encima de todo, su gente siempre generosa, amable y cordial.

Pasear por Persépolis, la antigua capital de Persia, visitar tesoros de la arquitectura islámica en Teherán y otras ciudades como Shiraz, Yazd, Kashan o Isfahán, esta última con su plaza de Naqsh-e Jahan (plaza del imán), la segunda más grande del mundo, en la que conviven mezquitas, palacios y jardines, es una experiencia de formar parte de nuestros recuerdos inolvidables.

Las numerosas mezquitas, con sus cópulas y alminares, se erigen orgullosas luciendo sus colores, mientras el pueblo llano vive la oportunidad de un nuevo Irán.

La República Islámica de Irán tiene 82 millones de habitantes y una extensión de casi 1.700.000 kilómetros cuadrados. Posee numerosos grupos étnicos como vestigio de la ocupación de griegos, árabes, mongoles o turcos, entre otros pueblos. En su interior se pueden descubrir desde montañas hasta desiertos profundos, pasando por bazares mágicos de cuentos misteriosos.

Según aseguran en la agencia de viajes especializada en este país, InDoostan Tours, Irán es uno de los cinco países más seguros de mundo para el turista y tiene mucho qué mostrar, en historia, arquitectura, gastronomía y, por encima de todo, su gente siempre generosa, amable y cordial.

LA CAPITAL. Teherán, ubicada en el norte del país, es la capital de Irán y tiene una población de unos 9 millones de habitantes. Situada en las laderas de los montes Alborz; es la ciudad en la que todo existe y nada existe, es el sitio indicado para comprender el Irán de ahora y quizás del futuro.

En ella se encuentran no solo el centro político, sino también las más importantes industrias de la nación, como la de azúcar, textil, cemento, comercio de alfombras, refinerías de petróleo e industria automovilística.

El visitante debe visitar el palacio de Golestán, sede de gobierno de la dinastía Kayar, donde se lucen el trono de mármol y majestuosas salas, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2013.

Los edificios que lo componen datan de distintas fechas y comprende los monumentos históricos más antiguos de la ciudad. En 1865 fue reconstruido en su forma actual y en la época de Pahlavi (1925-1979), fue utilizado para recepciones oficiales de la realeza.

El Museo Nacional de Joyas guarda un fabuloso tesoro de diamantes, oro, esmeraldas, perlas, rubíes y zafiros; una imponente colección de joyas que habla del lujoso pasado de los reyes persas, destacando el diamante “Océano de Luz”, el más grande de color rosa del mundo, o El Trono del Pavo Real, de oro y con 26.000 piedras preciosas engarzadas.

La visita, eso sí, se puede convertir en incómoda debido a las estrictas medidas de seguridad, con la prohibición de tomar imágenes o de acceder con teléfonos móviles.

DESDE SHIRAZ A PERSÉPOLIS. Shiraz durante más de dos mil años, Shiraz, sinónimo de refinamiento, poesía y vino, fue considerada centro de la cultura persa y una de las ciudades más importantes del mundo islámico medieval, además de la capital de Irán, durante la dinastía Zand (entre 1750 y 1794).

Aquí se pueden visitar las tumbas de dos grandes poetas, Hafez y Saadí, cuyos versos celebran el placer del amor, el vino, la caza y todo lo que pone en relación la vida cotidiana con la búsqueda de la eternidad, que se han ido convirtiendo con el tiempo en importantes sitios de veneración.

Shiraz cuenta con magníficos jardines y extraordinarias mezquitas y es el punto de partida para la habitual excursión a Persépolis, que es el destino turístico principal de la zona.

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