URBANISMO

Una propuesta para aprovechar el espacio del antiguo aeropuerto de Herrera

Dos estudiantes de Arquitectura sugieren convertirlo en un centro ecológico que enlace las avenidas Isabel Aguiar y Luperón, un espacio verde que invite a los usuarios a “caminar”

Como parte de una práctica para la asignatura de diseño, los estudiantes de Arquitectura Joan Delmonte y Simona Vega elaboraron una propuesta para poner en valor los terrenos del antiguo aeropuerto de Herrera, ubicado en Santo Domingo Oeste, entre las avenidas Isabel Aguiar y Luperón. Esta última vía sirve de límite entre este municipio y el Distrito Nacional.

Su propuesta pondrá contentos a ecologistas, biólogos y urbanistas y sobre a todo a los transeúntes que se quejan de que caminar por la zona es un trauma. Los chicos parten de que actualmente el Distrito Nacional cuenta con menos del 10% de su huella destinada a espacios públicos de ocio, como parques y plazas, y de que esa zona, en particular, es un macizo de concreto sin espacios verdes. Proponen, pues, que los 51,000 metros cuadrados del antiguo aeropuerto sean convertidos en un gran parque ecológico y de recreación que enlace las dos grandes avenidas y los sectores que la circundan y que sirva, además, como centro de investigación y muestra de los diferentes paisajes bioclimáticos de República Dominicana.

decidimos que el proyecto conviva con la doble identidad de espacio protector y espacio público urbano”.

“La porción aún desocupada del antiguo aeropuerto de Herrera es un potencial nexo entre vastas zonas residenciales y comerciales de ambos municipios (Santo Domingo Oeste y el Distrito Nacional) con un limitado acceso a espacio público. Por la existencia de verjas que segregan visual y físicamente el espacio, esta vasta extensión de terreno pasa inadvertida para los transeúntes que recorren a pie o en automóvil las vías que lo bordean”, dice la propuesta de los estudiantes.

Los chicos hicieron estudios relacionados con la cantidad de edificaciones, industrias, acceso al transporte público y condiciones de vida de la zona y concluyeron que el proyecto tiene todas las condiciones para que funcione.

“Alrededor de la ciudad hay áreas verdes, pero aquí hay un hueco. Ese hueco lo podemos llenar con un área verde que unifique Santo Domingo Oeste y el Distrito Nacional”, comenta Vega.

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El mismo circuito, siguen Vega y Delmonte, permite además que se pueda acceder caminando o en bicicleta desde el Distrito Nacional a Santo Domingo Oeste y viceversa.

“La propuesta arquitectónica tiene la meta de no ser invasiva o dominante en el terreno, más bien es un telón de bienvenida ubicado en el extremo sur, que abre como un búmeran hacia toda la extensión al norte y noreste. Para estos fines, además el contenedor se eleva 8.4 metros por encima del suelo aprovechando la vocación que tienen las ligeras estructuras metálicas para flotar”.

El proyecto contemplaría la construcción de vías peatonales y ciclorrutas que bordeen el parque, así como un túnel que una la Luperón con la Isabel Aguiar.

Igualmente, no recomiendan la construcción de elevados en esta zona porque, de acuerdo con muchos urbanistas, “los elevados crean división, inseguridad, sub-barrios y espacios oscuros en la parte baja.

“Eso resolvería un problema grande de tránsito, pero lo que queremos es una ciudad donde la gente salga a caminar, que use el metro o el transporte público disponible y se sienta seguro como peatón”, dice Vega.

Y agrega Joan: “Es un espacio que posiblemente en el futuro lo tomen para hacer alguna construcción grande, pero al menos damos la voz de alerta de que alguna vez se quiso hacer algo que no sea solo de concreto”.

Joan y Simona explican que si las autoridades consideran viable el proyecto podrían comprar los terrenos (son privados) y establecer un equipo intersectorial en el que intervengan los ayuntamientos de Santo Domingo Oeste y el Distrito Nacional, el Ministerio de Medio Ambiente y el Jardín Botánico Nacional (JBN).

¿Por qué el JBN? Porque los jóvenes proyectan el parque como un gran centro botánico donde se conserven y se muestren al público las diferentes zonas bióticas (biomas) que componen la geografía nacional, con sus paisajes y especies característicos: manglares, zonas desérticas y acuáticas, pinares y bosques de montaña.

Un edificio nada invasivo albergaría laboratorios y aulas donde expertos expliquen a los visitantes cómo funcionan los diversos biomas y enseñen prácticas de conservación.

Incluso se podría cobrar un pago simbólico para ver la recreación de estos biomas y de esta forma tener recursos para mantener el parque, apuntan.

Vega y Delmonte hacen la invitación para que tomen en cuenta el proyecto “a todas las instituciones interesadas en el rescate de un área que ahora le hace daño a la ciudad, porque el depósito de concreto hace mucho daño al medio ambiente”.

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