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La Vida

"HAY DEMASIADAS PALOMAS"

Bogotá ruega a los turistas que no alimenten a las palomas

En una soleada tarde de domingo, un grupo de trabajadores del gobierno caminaba por la plaza más famosa de Bogotá vestidos de palomas, con picos de cartón cubriéndoles la nariz, mientras miles de pájaros revoloteaban sobre sus cabezas y dejaban sus excrementos sobre los señoriales monumentos.

Agitando sus alas de plásticos y realizando breves parodias, pidieron a los curiosos peatones que no alimentasen a las enormes bandadas que bajan cada día a la Plaza Bolívar, una gran plaza de la época colonial flanqueada por una catedral católica y por el elegante edificio del Congreso nacional.

"Hay demasiadas palomas", dijo Mauricio Cano, un biólogo que encabezaba el grupo. "Darles comida les hace dado a ellas y es malo para la gente".

Mientras Londres ha intentado ahuyentar a las palomas de las estaciones de tren con amenazadores halcones y París ha empleado métodos anticonceptivos para limitar el tamaño de las bandadas, el gobierno de Bogotá está intentando combatir la sobrepoblación con campañas educativas que instan a la gente a no alimentarlas.

Las autoridades creen que si la gente deja de dar comida a los pájaros, estos dejarán de concentrarse en plazas públicas donde sus heces manchan edificios públicos y ponen en riesgo la salud de la población. Si las aves, que no son naturales de Colombia, no se concentran en grandes cantidades, es probable que su ratio de reproducción también baje.

"No se trata de desaparecer a las palomas", señaló Clara Sandoval, directora del departamento de protección animal de la capital colombiana. "Pero queremos que vuelvan a su comportamiento natural".

Un estudio realizado por biólogos municipales halló que la población de palomas en la plaza se duplica los fines de semana hasta 3.400 ejemplares, coincidiendo con el aumento del número de turistas que visitan el icónico lugar.

"En algunas zonas (de la plaza) se encuentran hasta 33 palomas por metro cuadrado”, agregó Cano.

Pero convencer a la gente para que no les dé de comer ha sido complicado.

Alimentar a las palomas con maíz y tomarse una foto con ellas en la Plaza Bolívar es una especie de tradición local desde hace décadas.

Además, este es el medio de vida de alrededor de una docena de vendedores callejeros que ofrecen pequeñas bolsas de comida para pájaros por cerca de un dólar.

"Esto ha sido el sustento de mis cuatro hijos", manifestó Lilly Portilla, que vende en la plaza desde hace 25 años. "Esto era una gran tradición familiar, ¿por qué vienen ahora a decir que las palomas están enfermas?"

El gobierno de Bogotá está ofreciendo a vendedores como Portilla puestos en edificios públicos para que puedan vender snacks a funcionarios en lugar de comida para palomas a turistas. Además, proponen capacitación profesional para sus hijos, para que tengan otras opciones laborales más allá de seguir el negocio de sus padres.

Pero algunos vendedores dicen que han sido incluidos en el programa de reubicación. Y otros no están convencidos de que vender refrigerios a humanos sea tan rentable como su negocio actual.

"Yo solo me iría de acá si el gobierno me da una pensión”, apuntó Luz Melia Rodríguez, de 65 años y que dijo desempeñar esta labor desde hace 50. "A mi edad es muy difícil cambiar de trabajo"

Los funcionarios dicen que en última instancia prohibirán la presencia de los vendedores en la plaza si no se marchan de forma voluntaria.

"Queremos invitar a la gente a devolverle a las palomas su dignidad", explicó el biólogo Cano. "Deberían volver a espacios verdes donde pueden alimentarse por sí mismas".

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