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IV CONGRESO TRANSDISCIPLINAR DEL CARIBE

Investigación en RD: “No estamos educando para el salto que hace falta”

“Las universidades dominicanas necesitan invertir en una infraestructura tecnológica orientada a la creación de repositorios bibliográficos”, considera el catedrático universitario Pedro José Ortega, director del departamento de Investigación y Publicaciones del Iglobal.

¿Problemas para acceder y encontrar información ‘útil’ en las bibliotecas para un determinado proyecto de investigación? ¿Pocas iniciativas de inversión en las investigaciones sociales en República Dominicana? ¿Saben investigar correctamente los estudiantes? ¿Qué pasa con las tesis publicadas? ¿Por qué difieren en criterios –al punto de malograr una tesis de grado o posgrado- los profesionales que asesoran los proyectos y aquellos que forman parte del jurado que debe aprobarlos? ¿Cómo evitar el plagio?

Parte de estas inquietudes fueron abordadas la semana pasada en el IV Congreso Transdisciplinar del Caribe, organizado por el Instituto Global de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Iglobal) y dedicado este año al tema ‘Metodología de la investigación científica, epistemología y saberes emergentes’.

Previo al congreso, LISTÍN DIARIO conversó sobre estos tópicos con Pedro José Ortega, director del departamento de Investigación y Publicaciones del Iglobal y coordinador general del evento, especialmente los relacionados con el acceso a los materiales de investigación.

Ortega asegura que en las aulas universitarias no se está preparando a los estudiantes para el cambio que va del uso de libros físicos al uso correcto de recursos informáticos disponibles en internet.

La mejor muestra de ello, comenta el profesor de la Escuela de Economía de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y magíster en Metodología de la Investigación Científica y Epistemología, es el alto grado de plagio registrado en las investigaciones locales. Propone, además, estimular las investigaciones de grado y posgrado “pero no con el fin de guardar esa información o esas publicaciones en los anaqueles de tesis, sino de aprovecharlas para la sociedad como propuesta de gobierno, de políticas públicas y como punto de reflexión”.

LD. ¿Por qué resulta tan difícil para el estudiante acceder como investigador a las fuentes bibliográficas disponibles en las bibliotecas e instituciones? Es decir, no que te faciliten un título, sino que te permitan escudriñar por cuenta propia…

PJO. El primer aspecto que está en el fondo de todo esto es la desigualdad, que no es solo social, sino que se traduce en una desigualdad en el compartir el conocimiento. Así como tenemos un 80 % de una población que es o pobre, o muy pobre, o más o menos pobre, así mismo tenemos un 80% de casi toda la infraestructura universitaria y bibliotecaria concentrada en la zona metropolitana. Fuera de la zona metropolitana encontramos apenas entre un 15 y un 20% de la infraestructura bibliotecaria. Eso quiere decir que una gran parte de la población dominicana está muy poco familiarizada con el acceso al conocimiento a través de los libros dispuestos en bibliotecas. Ese punto es nodal, porque muchos estudiantes de la zona metropolitana vienen del campo a la ciudad y no gozan de ese acervo y ese contacto con los libros y tienen que entrar en otra dinámica que les resulta nueva de repente. Esa desigualdad es el primer aspecto.

El segundo es el salto que estamos dando en la era del conocimiento: del uso de libros en bibliotecas al uso de libros o recursos informáticos y bibliográficos que encontramos en internet. Para eso hace falta un entrenamiento con relación a la cultura del conocimiento y es algo que no estamos enseñando en las academias.

¿Y por qué no se enseña?

Existe una resistencia implícita y otra explícita. Explícita dentro de aquellos que pertenecen a una más antigua generación que se resiste al cambio; e implícita en aquellos que la usan pero no la comparten. Estamos dando un salto y dentro de ese salto encontramos una amplísima brecha de desigualdad en ese contexto de intercambio de conocimiento y ante ese salto es necesario un proceso de adaptación. Y nosotros no estamos educando todavía de manera definitiva para ese salto.

¿Qué significa educar para ese salto?

Significa mostrarle al estudiante cómo se utilizan esas herramientas informáticas, cómo se accede a esas fuentes bibliográficas, cómo se utilizan esas fuentes bibliográficas a las que accede para desarrollar una investigación, cómo se articula el conocimiento adquirido a través de las fuentes bibliográficas con el conocimiento y la producción propia del saber.

Lo debemos hacer las universidades, pero es algo que todavía no estamos integrando en la formación de los estudiantes, y es necesario hacerlo. Hay universidades, el Instituto también, que están dando pasos formativos, pero no es acabado y en ese sentido es necesario educar para ese cambio en una nueva era del conocimiento.

Los estudiantes no van a poder aprovechar esos materiales a los que se accede a través de internet si no tienen una educación para ello. La constatación más precisa de eso que estoy diciendo es el alto grado de plagio que hay en República Dominicana. Los estudiantes todavía no comprenden bien qué significado tiene aquello que obtengo al leer un libro, un ensayo académico, una revista científica, dentro de aquello que es mi producción propia como parte de la investigación. Donde no existe esa comprensión se da esto del plagio: copio y pongo por acá, no se comprende bien ese traspaso del conocimiento propio al conocimiento adquirido.

Muchos estudiantes saben cómo usar estas herramientas y sin embargo se les complica el acceso a la información. En la UASD, por ejemplo, casi nunca encuentras en la biblioteca física el material registrado en su base de datos.

Existe la necesidad de que las universidades inviertan en infraestructura, una infraestructura tecnológica orientada a la creación de repositorios bibliográficos. Te doy un dato. En nuestro país tenemos 44 centros de estudios universitarios, cada uno tiene su área de investigación, algunos pequeños, otros más grandes, pero dentro de todo, apenas cuatro ahora mismo tienen un repositorio propio. Un repositorio bibliográfico es un espacio virtual donde toda la bibliografía producida por esa universidad se encuentra dispuesta en la internet.

Son cuatro de 40*, una cantidad muy ínfima en comparación con lo que debemos de tener. Pero habla por lo menos de la insipiencia, del nacimiento de una preocupación. En segundo lugar, muy pocas universidades hacen inversión en bases de datos y bases bibliográficas que puedan estar disponibles para los estudiantes. Eso se convierte en un problema, porque hoy la mayor parte de la bibliografía, el 90% de la bibliografía consultable no es aquella que se encuentra en la biblioteca física, sino en la biblioteca virtual. En la biblioteca del Iglobal estamos por encima de los 450,000 volúmenes, casi medio millón de volúmenes físicos, cinco plantas de bibliografía física, pero en versión digital tenemos casi 20 millones de volúmenes en una memoria. Esa diferencia que hay entre el número de volúmenes en una memoria y en físico, en cinco plantas, es justamente lo que mejor ilustra ese traslado que debemos dar, que implica el proceso de adaptación de una era del conocimiento a otra era del conocimiento.

*Ortega prefiere no mencionar los nombres de estos centros.

Mientras tanto, muchos estudios se pierden en las estanterías de las universidades y en instituciones que realizan investigaciones.

Dos o tres puntos sintetizan todo esto: el imperativo de invertir más dinero en investigación, la necesidad urgente de entrenar a los estudiantes de grado y de posgrado en el uso de herramientas informáticas y de herramientas bibliográficas para la investigación; integrar en el sistema universitario las bibliotecas del país, si se quiere, para erradicar la desigualdad que existe en la ubicación de la infraestructura bibliotecaria y erradicar la desigualdad en el conocimiento. Otro punto: estimular la investigación académica a nivel de los estudiantes de grado y de posgrado pero no con el fin de guardar esa información o esas publicaciones en los anaqueles de tesis, sino de aprovecharlas para la sociedad como propuesta de gobierno, como propuesta de políticas públicas y como punto de reflexión también cuando se trata de un tipo de ciencia no aplicada sino teórica. Debemos dar el salto de tener bibliotecas a tener un sistema bibliotecario, un sistema integral donde todas las bibliotecas estén relacionadas como un mismo órgano, dar un mismo servicio y ampararse cada una en los recursos informáticos que cada una pueda compartir.

Como profesor de metodología, ¿cómo cree que afecta al estudiante investigador las diferencias de criterios entre los maestros que asesoran una investigación y los encargados más tarde de evaluarla?

Se dan dos cosas aquí: el formato de presentación de un documento y la metodología. Aquí generalmente utilizamos a los profesores de metodología para enseñar a presentar un trabajo pero eso no es metodología, es el formato de presentación de un trabajo. Tenemos que entrenar para eso desde que el estudiante entra a la universidad.

Desde que el estudiante entra a una universidad lo primero que debe aprender es a escribir. Nuestros estudiantes no saben escribir. Debe aprender a escribir un documento formal, un informe, un ensayo. Una vez que sabe eso está preparado para la metodología, que es el campo donde el estudiante se ve obligado a elegir técnicas y herramientas de conocimiento para explorar la realidad social, psicológica, estética, filosófica, ontológica… y con ella presentar un trabajo escrito de su propio pensamiento. Esa es la metodología. En ese sentido, en nuestro país pretendemos enseñarles a los estudiantes a investigar como si investigar fuera hacer una encuesta. Cada campo del conocimiento tiene su propia forma de acercarse a la realidad objeto de su campo. En literatura, no puedo enseñarle a un estudiante a hacer investigación haciendo una encuesta, para eso existe la crítica, la intertextualidad, que tienen que ver con el análisis del texto, la hermenéutica, el análisis comparativo de textos, el análisis del discurso. Hay una multiplicidad riquísima de formas de indagación de un texto y de la realidad que expone un texto. Cada campo tiene su propia vía de acceso. Es importante decir que estamos enseñando a hacer conocimiento de un modo, dejando de reconocer que hay una multiplicidad de vías de acceso, de métodos y técnicas que sirven para comprender la realidad de ese campo de investigación.

La metodología no puede verse como algo rígido. La metodología es creativa, es un campo vivo de trabajo. Los investigadores también inventan sus formas de acercarse a la realidad. El valor fundamental que se esconde detrás de la metodología, además del rigor, es el de la creatividad. Esa viveza propia del conocimiento va acompañada también de esa vitalidad propia de la creatividad.

¿Apoyaría que se elimine la tesis como propuesta de investigación, como ya ha planteado una academia local?

En algunas universidades del mundo se están reemplazando las tesis por un monográfico o por un ensayo académico. Es algo que le es más fiel o leal al espíritu del grado que se propone o que el estudiante está cursando. Una tesis, todavía en los años 60, era pensada como una propuesta original de trabajo de investigación, de profundización en un campo del saber específico y generalmente se hacía a nivel de doctorado. Luego, el título tesis se fue tomando paulatinamente casi de manera automática para usarse a nivel de posgrado, maestría y grados y nosotros hemos sufrido mucho eso, en el sentido de que le llamamos tesis a muchos trabajos monográficos. La gente tiene una percepción muchas veces errónea con respecto al trabajo mismo que hace. Tal vez la universidad local que tomó la decisión lo que está tratando no es de erradicar una práctica, sino más bien de reemplazarla por una un poco más honesta con relación al grado que cursa la persona. En el Iglobal tenemos lo que son memorias de grado: el estudiante hace algo muy riguroso, dura tres, cuatro o seis meses trabajando en eso pero no le llamamos tesis. Reservamos la palabra tesis para algo que presentamos a nivel de doctorado: un trabajo entre 300 y 600 páginas con una extensión de cuatro o seis años de trabajo que cuando se somete se presume, al menos, que se está recibiendo un trabajo original con un nivel de profundización ya mucho más específico. Con eso lo que se busca es un poco de honestidad con lo que se hace.

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