Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

Coordenadas Literarias

De tertulia con ‘Los Tertulianos’

Con esta 'jam session' literaria comienza nuestra travesía de reportajes por los grupos, peñas y tertulias del país.

Con esta 'jam session' literaria comienza nuestra travesía de reportajes por los grupos, peñas y tertulias del país.

Avatar del Listín Diario
Clidia Díaz y Gabriela LlanosSanto Domingo

Tertulia, peña, club, círculo de lectura... Son muchos los nombres con los que se ha bautizado a través de los años la magia del encuentro, el arte de la conversación y el intercambio de opiniones surgidas de un libro.

Hoy parece que los linderos se han difuminado, haciendo que las categorías pesen ligero cuando de compartir y de leer se trata. Pero, ¿fue siempre así? Para responder a esta pregunta, y regalarnos reflexiones memorables, hemos citado a cinco autoridades de la historia y, como no, del disfrute (copa de vino mediante) de una jugosa charla. La melodía principal sobre la que se improvisa es la tertulia del pasado; el tono, el timbre, la intensidad y el ritmo lo van marcando las distintas voces.

“Encuentros evanescentes entre volutas de humo” Esta frase del historiador José del Castillo hace diana en el asunto para el que les hemos convocado: ¿Qué es para ustedes una tertulia? Toma la palabra el historiador Manuel García Arévalo y nos ubica en la época en la que se le otorgó especial importancia a las luces y el conocimiento: la Ilustración, que puso el semáforo en verde al debate de las ideas. “Las tertulias son encuentros informales que giran en torno a una persona (a veces, incluso, llevan su nombre), abiertos y pluralistas”, afirma García Arévalo, agregando que pueden tener distintos sesgos, pues hay grupos que hablan de literatura, otros de política, música, cine o cualquier otro asunto de interés humano. “Es un claro ejercicio de libertad”, opina el historiador Hugo Tolentino Dipp, quien se trajo prendado al cuerpo el placer de una buena charla desde su estancia como estudiante en París, con el “Estatuto de la peña” bajo el brazo para implantar las futuras reuniones en su casa de Santo Domingo en el año 1963.

El columnista Pedro Delgado Malagón pone el acento en el aspecto humano, para revelar que en una tertulia se reproduce la vida. “Está compuesta por el provocador, el líder, los que se burlan, el pesado, el convidado de piedra...”, enumera provocando la risa con anuencia de sus correligionarios, subrayando que en una tertulia todos son auditorio y actuantes a la vez. El historiador Fran Moya Pons amplía el concepto de la tertulia como una vitrina de las filias y fobias de sus integrantes, poniendo como ejemplo “la tertulia muda” a la que perteneció durante su adolescencia. La liturgia era la siguiente: salían del colegio, se ubicaban a la sombra de un árbol, saludaban al que iba llegando y se sumían en un silencio solamente interrumpido cuando pasaba alguna chica que mereciera un comentario. “Nos unía la fraternidad, nuestra resistencia a la algarabía, al ruido que nos impedía contemplar el mundo”.

“¡Si me lees, te leo!” La frase la comparte Manuel García Arévalo para explicarnos la característica principal de las tertulias: la gratuidad. “Ahí no se va a hacer negocios, ni a buscar prebendas o influencias”, y refuerza la tesis con un uso nacido en España cuando coincidían dos escritores en una tertulia y alguno tenía la indelicadeza de leer un texto propio; “¡Si me lees, te leo!” era la Guerra Fría entre los artistas que fungían de tertulianos.

Nos cuenta José del Castillo que en los años 40’ operaban tres importantes cafés en Santo Domingo: La Cafetera, el Sublime y el Jai Alai. “Cuando llegan al país los republicanos españoles tras la Guerra Civil en España y, posteriormente, termina la Segunda Guerra Mundial, hay una presión externa hacia la democratización. Un nuevo orden que abre un período de tolerancia en la época de Trujillo”. En aquella época, “un año y medio aproximadamente”, las tertulias se politizaron, vivieron un breve espacio de efervescencia que, según nos relata, terminó en mayo de 1947 cuando se reelige Trujillo, y Rusia y los Estados Unidos instalan un nuevo orden mundial. “Cuando cae la dictadura, algunas peñas y tertulias dan un salto a la política, convirtiéndose en movimientos contestatarios”.

LA LECTURA COMPARTIDA En cuanto a los clubes de lectura o grupos de lectura compartida, nuestros cinco tertulianos tienen una posición muy definida. Pedro Delgado Malagón opina que la lectura es una decisión, “los griegos decían que comer era obsceno, es decir, aquello que se hace fuera de escena, yo opino lo mismo con la lectura”, inclinándose en contra de los que hacen una lectura grupal (pues “leer en grupo es como tener intimidad frente a mucha gente y con ropa”), y a favor de los clubes de lectura en los que se asigna un libro y luego se comenta mediante una tertulia. Por su parte, Manuel García Arévalo afirma que las tertulias han tenido que reinventarse a lo largo de los años, cambiar de forma e, incluso, de fondo debido al tráfago de la ciudad, lo que las hecho más estructuradas. Opinión que comparte José del Castillo, el más activo en el universo de tertulias y peñas ya que pertenece a unas cuantas: “Los Parlanchines”, que los reúne desde hace cuarenta años los primeros lunes de cada mes; “La peña de Tayron”, que junta un sábado al mes a melómanos y “bolerómanos”; y a la “Universidad del Boga Boga”, un restaurante español donde se habla de todo y de todos.

Fran Moya Pons asiste habitualmente a grupos y clubes de lectura pero como conferenciante, considerando que son muy útiles porque contribuyen a la expansión del conocimiento de los participantes, “y tienen una función remedial del sistema educativo”; idea que refuerza Pedro Delgado Malagón afirmando que es positivo que las personas adquieran el hábito de leer mediante el compromiso que supone un club de lectura, “la sociedad se autocorrige con estos movimientos espontáneos”. A Hugo Tolentino Dipp le resultan interesantes estos grupos que entrenan a los participantes en el pensamiento crítico, y le parece fundamental la figura de un profesor o facilitador porque “no sirve de nada leer El Quijote dando palos de ciego”.

No podíamos terminar la charla con estas cinco autoridades sin hablar de (y aquí no señalaremos a nadie) “las tertulias maledicentes”, que son aquellas de las que hay que retirarse de último para evitar los dardos verbales venenosos. ¡Y eso nos ocurrió a nosotras! No queríamos irnos, no por temor a los comentarios posteriores, sino porque la jam session con estos “gladiadores de ideas” es un placer del que cuesta desprenderse.

Para comunicarse con las autoras clidiadiaz@yahoo.com gabriela.llanos@gmail.com

Tags relacionados