Moraleja de la serpiente

A mi casa llegó una serpiente buscando refugio y me dijo: Socórreme, en el lugar donde vivo, me persiguen para matarme. Está poblado por envidiosos, mentirosos y engañadores que te enredan. No puedes confiar en el otro. El amigo, traiciona. El hermano, te abandona. A nadie le importa más que su propia seguridad, expulsan de su casa al vecino para ocuparla. La gratitud no existe. La solidaridad, tampoco. Todos avanzan, sin mirar a los lados, movidos por el egoísmo que los lleva a la audacia, el descaro y la burla por la inteligencia ajena. Con artimañas, derriban barreras, y se cuelan en tu vida, mansamente, hasta que los tienes envueltos en el cuello, y entonces, te asfixian. Te ruego, ¡auxilio! !Protégeme!, repitió.

Quise saber por qué vivía en un lugar tan terrible. Allí nací, respondió. Mis padres y hermanos están entre aquellos a quienes más temo. Por eso, sálvame. Solo aquí, entre gente mansa, confiada y buena, he de encontrar calor y paz.

Conmovida, la dejé entrar al cuarto más pequeño de mi casa. Es perfecto, aseguró, humilde, el reptil. No molestará, me dije. De todos modos, al llegar la noche, cerraba con llave la puerta de mi habitación para prevenir que la serpiente intentara colarse. Pasaron los días. Ella actuaba mansamente, sumisa, resignada a su cuartito oscuro y estrecho. Se comía los ratones, ahuyentaba a las cucarachas y otras alimañas, me servía bien.

Pero, una noche, olvidé cerrar la puerta de mi alcoba. Desperté atrapada en un abrazo terrible que me robaba el aire. La serpiente, enroscada en mi cuerpo, ya alcanzaba el cuello. Le supliqué: suéltame, no puedo respirar. Silenciosa, ella no cedió.

Te he salvado- le reclamé- de personas mentirosas, ingratas, poco solidarias y egoístas a quienes no les importa expulsar de su casa al vecino. En tono burlón, la serpiente respondió: No son personas, en el lugar donde vivo solo hay serpientesÖ como yo.

Moraleja: si desea ayudar a una serpiente, al menos, no la refugie en su casa.