La Vida

ESTUDIAR EN EL ISFODOSU (2 DE 2)

Formación docente: “¡O desertas o te enamoras!”

Para el rector del Isfodosu, Julio Sánchez Maríñez, la docencia no se trata, y menos hoy, de tener muchos conocimientos librescos.

Julio Sánchez Maríñez: “Me siento orgulloso del profesorado que tenemos. Es un profesorado de alta dedicación, experimentado”. ©Adriano Rosario/LD

Al Instituto Superior de Formación Docente Salomé Ureña (Isfodosu) ingresan cada año unos 1,200 estudiantes. El año pasado, debido a las exigencias de la Prueba de Aptitud Académica (PAA) del College Board, ingresaron 800.

“Nos quedamos con cupos disponibles, pero aspiramos a volver a esos estudiantes”, dice el rector del instituto, Julio Sánchez Maríñez, a propósito del inicio de las admisiones para las licenciaturas en Educación que imparte la academia. ¿Qué tiene de especial estudiar allí? La tasa de éxito de los egresados (registran desde 2013 el primer lugar en los concursos para ocupar las plazas de maestros en el sistema educativo nacional) y su reconocido sistema de práctica docente.

Equilibrio entre teoría y práctica El Isfodosu registra alrededor del 14 por ciento de la matrícula total de estudiantes de Educación en el país. Desde 1998 al 2017, de sus aulas han egresado 32,858 profesionales. “Estamos hablando de que ahora mismo hay unos 60,000 estudiantes de Educación en todas las universidades. Sin embargo, nosotros tenemos aproximadamente el 25 por ciento de los que egresan. Tú dirás por qué, si tiene nada más el 14 de los que estudian, tiene mucho más de los que egresan. Porque aquí el que entra, sale graduado. Es la razón de esa diferencia. Primero, la deserción es baja. Nuestra deserción es menor del 20 por ciento y ocurre en los primeros dos cuatrimestres. La deserción bruta a nivel universitario en el país está por encima del 40 por ciento. Ese hecho, el tener el 14 por ciento de la matrícula y el 25 por ciento de los egresados, es porque graduamos más que los que gradúan otras instituciones”, explica Sánchez Maríñez. Mucho de ese éxito se lo deben tanto a la formación en conocimientos como al sistema de prácticas docentes supervisadas a lo largo de toda la carrera y que ha sido reconocido incluso fuera de República Dominicana. Estas comienzan poco a poco desde finales del primer año primero con observación, luego con microenseñanza (enseñar una lección) y al final se les entrega un curso en una escuela o colegio. De 800 horas de prácticas en 2013, pasaron a 1,354 horas en la actualidad. “El sistema de prácticas docentes es clave porque empiezas a verificar si lo que estás aprendiendo te sirve o no te sirve y nos da tiempo, incluso, para poner correctivos antes de que salgan. Es clave porque ahí prueban su vocación. Creo que, si no tienes vocación, cuando empiezan las prácticas docentes o desertas o te enamoras, una de dos, porque ya estás en la realidad que vas a vivir”, sostiene el rector. Indica que ninguna otra institución en el país tiene un sistema de prácticas docentes con maestros anfitriones en las escuelas y tutores que los acompañan, les dan seguimiento y los evalúan.“Cuando estuvimos en el Congreso Iberoamericano de Prácticas Docentes fuimos reconocida como una de las instituciones (si no la institución iberoamericana) que mejor lo hace”. Este resultado se debe, dice, a que el profesorado está especializado en formar docentes o en profesionales afines. A nivel de posgrado, por ejemplo, han incursionado en profesiones afines como Psicología Escolar y Orientación, pero siempre en el área de educación. La nómina docente va de 400 a 450, entre profesores contratados por hora y los que dan clases a tiempo completo (50%).

El legado de las escuelas normales

Para Sánchez Maríñez la docencia no se trata, y menos hoy, de tener muchos conocimientos librescos. “Un estudiante, con la tecnología actual, tiene un mundo de información en las manos, de tal manera que puedes estar dando una charla, una conferencia o una clase y el participante está verificando y ampliando los datos que das. Lo que necesita (el docente) es precisamente ser un motivador que alimente la curiosidad; un facilitador, más que un transmisor de conocimientos. Y, en buena medida, un psicólogo práctico”. Se refiere a la capacidad del docente de gestionar en el aula las diferencias individuales en los grupos con los que trabaja. “Por supuesto, nosotros tratamos de que nuestros programas lleven a un poco más de conocimiento de lo que requiere el currículum preuniversitario. Si vas a ser profesor de matemáticas en una secundaria, que conozcas algo más de matemáticas de lo que estás dispuesto a enseñar, que tengas las estrategias y junto con las estrategias los conocimientos y el gusto por enseñar”. En ese aspecto pretenden emular el esplendor del que gozaban las escuelas normales, de cuya tradición, dice, se sienten enormemente orgullosos. “Fueron altísimamente efectivas. Maestras distinguidas como Altagracia López, que fue rectora del Intec; Nurys González, que fue directora del Inafocam; y Ligia Amada Melo, para mencionar tres nombres rápido, son egresadas de las escuelas normales”. Siguiendo esa tradición es que las clases se imparten a tiempo completo, de lunes a viernes de 8:00 de la mañana a 4:30 de la tarde. Explica también que el sistema de prácticas docentes –“aunque nosotros lo hemos modernizado”- es una herencia de las escuelas normales y que tener un profesorado que conoce el sistema preuniversitario hace la diferencia. “Puedes tener el mayor técnico en educación inicial, y si ese nunca ha lavado las nalgas de un muchacho, o cambiado un pañal, no es lo mismo... Hace falta de todo, especialistas, sí, pero también gente que haya vivido esa situación. Gran parte de nuestro profesorado ha vivido la situación del preuniversitario; por tanto, conoce la realidad de las aulas”. Y añade: “Por eso nosotros, rescatando la tradición de las escuelas normales, dijimos: Si Hostos y Salomé Ureña fueron los referentes en la formación de docentes, nosotros queremos que el instituto sea el referente en formación de profesionales de la educación. Todo está conectado con esa tradición, adaptada al siglo XXI”. Como parte de esa adaptación, los egresados del Isfodosu deben completar un diplomado en Tecnología Educativa de 400 horas con opción a certificación internacional Microsoft y estudiar el inglés como segundo idioma. De esta forma, observa el psicólogo, en realidad están ofreciendo tres carreras. “En el fondo, como licenciado en Educación el egresado está habilitado para ser docente; con el diplomado en Tecnología Educativa podría suplir necesidades del sistema en informática educativa; y como hablante de inglés, con alguito más de cómo enseñarlo como segundo idioma le puede servir al sistema como profesor de inglés”.

DE LAS PRÁCTICAS DOCENTES

Las prácticas y pasantías son el conjunto de actividades integradas que desde el marco de las asignaturas que conforman el bloque de Práctica Docente están orientadas al desarrollo de las competencias propias del perfil docente, mediante la ejecución de prácticas de intervención en contextos educativos reales de la comunidad, desde una perspectiva pedagógica aplicada y de investigación. El Isfodosu, tras la búsqueda de la mejora constante de los procesos formativos que desarrolla, ha decidido crear aulas modelo para que los estudiantes de práctica antes de insertarse en centros educativos de la comunidad puedan realizar prácticas de simulación acompañados por sus respectivos maestros. La primera aula modelo se creó en el recinto Félix Evaristo Mejía. El objetivo fundamental de este espacio es poner al estudiante en contacto con los recursos propios de un espacio de aprendizaje equipado y ordenado de acuerdo a las exigencias de las teorías que fundamentan el desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje en la actualidad. Carmen Gálvez Coordinadora del programa Prácticas y Pasantías

DEL EQUIPO Yo me siento orgulloso del profesorado que tenemos. Es un profesorado de alta dedicación, experimentado. Creo que admitir a un estudiante que no tiene las condiciones mínimas para perseguir la educación superior es populismo y eso es lo que explica la enorme decepción que hay (en la carrera) de un estudiante que se va entonces sin pito y sin flauta y que se estaciona en la universidad por siete, ocho o diez años como estudiante universitario pero sin ir para ningún lado. Julio Sánchez Maríñez