SUPERSTICIÓN

Los animales pagan el costo de la superstición… y de los charlatanes

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Mariëtte Le RouxSanto Domingo

Una pizca de polvo de hueso de chimpancé, saliva de geco, una gota de cerebro de buitre.

No son los ingredientes del potaje de una bruja de cuentos, sino algunas de las preciadas sustancias que impulsan el multimillonario tráfico ilegal de partes de animales, pregonadas como remedios milagrosos para una multiplicidad de padecimientos, desde el asma, al cáncer o el sida.

Junto a productos más conocidos como el cuerno de rinoceronte, las escamas de pangolines o los huesos de tigre, el tráfico de otras sustancias -a menudo de especies en peligro o amenazadas- es más secreto, aunque no menos rentable: caballitos de mar disecados, garras de perezosos, branquias de mantarrayas o embriones de macacos.

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