PALABRAS, SILENCIO Y DISCURSO
La expresión emocional como elemento de la imagen
Cada día son más las personas e instituciones que reconocen la importancia de la imagen, que se suma al esfuerzo de conocer cómo son percibidas por los otros y por sí mismas.
La expresión de los sentimientos es parte de la imagen pública de la persona, la cual es resultado de un esfuerzo estratégico y creativo. Cuando el ser humano experimenta un sentimiento, lo revela de alguna manera y, como esta acción escapa de su dominio expresivo, debe correr el riesgo en la interacción social en caso de que “le traicione”, ya que generalmente se expone lo que se quiere, pero nada garantiza que los demás lo interpreten de modo correcto, de acuerdo con las intenciones con que el mensaje fue emitido.
Una buena señal de que alguien es competitivo socialmente es lo bien o mal que exprese sus sentimientos. La mente emocional es más rápida que la mente racional y que requiere de más tiempo para el análisis objetivo.
Paul Ekman descubrió que existen seis expresiones faciales básicas e innatas: la tristeza, el enojo, la alegría, el miedo, el disgusto y la sorpresa y que cada una tiene movimientos musculares distintivos.
La expresión facial no involucra todos los músculos del rostro; la mayoría se logra básicamente con los ojos y la boca. La misma, con el tiempo, igual que el cuerpo entero tiene a estereotiparse, perdiendo desde la adolescencia su versatilidad expresiva.
A partir de determinada edad, dicen que cada quien tiene el rostro que se merece.
La estereotipia se convierte en una coraza característica facial que provoca que el rostro pierda su capacidad para que fluyan las expresiones libremente y sin resistencias.
Cuando una persona se detiene un momento con otra para estudiar sus expresiones faciales, puede parecer una lección elemental y obvia, mas es sorprendente la cantidad de gente con dificultad para medir el impacto social de sus expresiones faciales y/o para reconocer las de los demás.
Es fácil ponerle nombre a un sentimiento y asociarlo con una expresión facial, siempre y cuando se tenga conciencia de las formas de expresarse disponibles y la riqueza de la experiencia interna.
Culturalmente están determinadas las reglas de demostración social, es decir, cuáles sentimientos pueden demostrarse adecuadamente y en cuáles circunstancias o contextos. Una de esas normas es minimizar, por ejemplo, para no mostrar aflicción ante una autoridad. Otra es exagerar; muy usada por actores de teatro. También está la de reemplazar un sentimiento por otro, por lo regular contrario, como cuando se le instruye a los niños mostrarse sonrientes y agradecidos cuando le han regalado algo que no les gusta. Estas reglas son aprendidas y forman parte de los cánones sociales; su identificación permite seguirlas adecuadamente para lograr impactar de manera óptima y no hacerlo bien puede provocar desastres emocionales. En resumen, la expresión emocional se puede ver limitada por estas pautas que modifican la comunicación, ya sea minimizándola, exagerándola o reemplazándola.
Está demostrado que la mente decide casi siempre basada en emociones, por lo tanto, la estimulación verbal y no verbal que se dirija a la audiencia debe estar orientada a la producción de emociones; si el oyente siente, actúa.
Una aptitud emocional es una capacidad aprendida y está ligada a la facultad de observar y regular los sentimientos propios y ajenos, y de utilizarlos para guiar el pensamiento y la acción. Es inteligencia, según Daniel Goleman.
Pudiendo los pensamientos y las acciones guiarse por los sentimientos, entonces vale mucho la pena provocar que otros sientan positivamente para que sus acciones se orienten a favor nuestro.