CULTURA
Carnaval callejero de Rio lanza sus dardos contra el alcalde evangélico
El alcalde de Rio de Janeiro, Marcelo Crivella, fue el centro de las críticas durante las multitudinarias fiestas callejeras que se regaron este sábado por la ciudad como antesala de Carnaval.
Más de 100 fiestas, conocidas como "blocos", serán realizadas el fin de semana, a siete días de la apertura de los suntuosos desfiles oficiales en el Sambódromo.
El momento de apogeo corrió por cuenta de la fiesta Simpatia e Quase Amor (Simpatía y Casi Amor), que hizo base en el paseo costero de Ipanema y reunió a miles de personas.
El festejo no ahorró dardos contra Crivella, devenido en la némesis de los amantes del Carnaval, que lo acusan de haber quitado apoyo oficial financiero al festejo que es sinónimo de Rio.
Crivella, una figura clave del ascendente movimiento evangélico de Brasil, recortó los fondos en medio de una fuerte crisis económica que vive la ciudad y fue acusado de intolerante con la fiesta popular que antecede al inicio de la Cuaresma católica.
"Simplemente dio la espalda a la cosa más importante que existe en Rio de Janeiro, que es la cultura popular que genera las manifestaciones populares y que trae turistas y que hace que ésta sea la ciudad maravillosa", dijo Dodo Brandao, cineasta que dirige Simpatia e Quase Amor.
Todos los músicos que tocaron en el "bloco" vestían camisetas con la leyenda "Vete Crivella".
El carnaval de Rio es conocido por su competencia oficial, donde las escuelas desfilan con sus carros por el Sambódromo frente a miles de espectadores. Ese show se realizará entre el 11 y el 12 de febrero.
Pero para muchos, el aire de aficionado de los "blocos", que congregan en las calles multitudes de hasta más de un millón de personas, encarnan el verdadero espíritu de la fiesta.
Y durante varias semanas entre enero y febrero, los juerguistas disfrazados, la música en vivo, el baile y los tragos invaden todos los barrios de la ciudad.
Brasil está dejando atrás una de las peores recesiones económicas de su historia. Pero la salida es lenta y el desempleo sigue alto. Mientras tanto, ya con las elecciones presidenciales de octubre en el horizonte, la saga de escándalos de corrupción al primer nivel político continúan sacudiendo a los brasileños que buscan motivos para celebrar y olvidarse de sus problemas.
"Es genial, es divertido. Es un momento del año en que las personas se liberan y hacen lo que quieren. Y usan purpurina", dijo Barbara Germano, una carioca de 35 años.
"Cuanto más brillo mejor. Yo lo adoro", agregó.