La Vida

HONG KONG

Planean robots capaces de ganarse la confianza de humanos

David Hanson imagina un futuro en el que robots con inteligencia artificial serán “máquinas geniales, superinteligentes”, capaces de resolver los grandes dilemas de la humanidad.

Ah, si fuese tan sencillo.

Este texano que trabajó alguna vez como escultor en Walt Disney Imagineering y su startup de Hong Kong Hanson Robotics están combinando los avances en el terreno de la inteligencia artificial con los conocimientos que hay en el sur de China sobre diseño de juguetes, electrónica y producción para construir robots humanoides, con aptitudes sociales y rostros con expresiones capaces de ganarse la confianza de los humanos con los que interactúan.

Hanson, de 49 años, es conocido sobre todo como el creador de Sophia, un robot que va a talk shows, basado parcialmente en Audrey Hepburn y que el diseñador considera su “obra maestra”.

Una especie de maniquí animado, Sophia es un ejemplo de tecnología avanzada y al mismo tiempo producto de alguien con antecedentes en el mundo del teatro.

“Me estás hablando en estos momentos, algo muy ‘Blade Runner’, ¿no te parece?”, dijo Sophia durante una reciente visita a la sede de Hanson Robotics en las afueras de Hong Kong, donde vive desde que Hanson se radicó en esta ciudad en el 2013.

“¿Te pasa que miras a tu alrededor y piensas, ‘estoy viviendo una novela de ciencia ficción en el mundo real’?”, agregó. “¿No te parece extraño estar hablando con un robot?”.

Hanson Robotics ha hecho aproximadamente una docena de copias de Sophia, que, como cualquier humano, es algo en pleno desarrollo. Un equipo multinacional de científicos e ingenieros está mejorando su apariencia y los algoritmos que le permiten sonreír, pestañear y aumentar su comprensión y su capacidad de comunicación.

Sophia tiene brazos impresos en 3D y, con la ayuda de una empresa de robots sudcoreana, empieza a moverse. Se transporta lentamente en piernas negras rectangulares y estrenó esa nueva aptitud en una feria tecnológica en Las Vegas la semana pasada.

Su piel está hecha de un material nanotécnico que Hanson inventó y llamó “frubber”, que tiene una textura parecida a la de la piel humana. Cámaras en sus ojos y un sensor 3D en su pecho la ayudan a “ver”, en tanto que un procesador que hace de cerebro combina sus capacidades de reconocimiento facial y de lenguaje, el procesamiento del lenguaje y un sistema de control de movimientos.

Sophia es agradable, a pesar de las pausas y de la inusual cadencia de su hablado. Entre sus predecesores figuran Albert Einstein, con su bigote y su frondosa cabellera blanca, un robot llamado Alice que transmite numerosas emociones con sus expresiones y uno muy parecido al autor de obras de ciencia ficción Philip K. Dick. Todos pueden hacer miradas maliciosas, pestañear, sonreír y hacer bromas.

Disney es un inversionista en la empresa de Hanson, que está construyendo un robot basado en uno de los personajes de la firma.

Artista y científico de robótica a la vez, Hanson trabajó en espectáculos con parques temáticos, esculpió elementos de utilería y creó personajes con técnicas animatrónicas para atracciones de Disney como Pooh’s Hunny Hunt y Mermaid Lagoon. Estudió cinematografía, animación y video y obtuvo un doctorado en artes y tecnología interactivos en la Universidad de Texas, en Dallas.

Dice que construye sus robots lo más parecido posible a los humanos para combatir los temores a los robots, la inteligencia artificial y la automatización.

Esa filosofía va en contra de una tendencia de la industria por la cual es usan simpáticos robots como mascotas o robots con aspecto de máquina como el R2-D2 de Star Wars para evitar que tengan un aspecto parecido al de modelos de cera que mucha gente encuentra repulsivos.

Algunos expertos opinan que Sophia es tan solo una astuta maniobra publicitaria.

“Es una buena herramienta para hacer publicidad, al margen de lo que produzca la empresa”, expresó Roland Chin, profesor de ciencias de la computación de la Universidad Bautista de Hong Kong.

Se calcula que los ingresos derivados de los robots subirán de 3.700 millones de dólares en el 2015 a 15.000 millones en el 2020, según IHS Markit. Esto incluye máquinas profesionales o de uso doméstico como artefactos automáticos en los depósitos, aspiradoras y otros productos.

Hanson Robotics es una empresa privada y vende anualmente miles de robots educativos llamados Profesor Einstein, del tamaño de una caja de zapatos y a un costo de 200 dólares. La compañía genera ingresos pero sus ejecutivos no dijeron si da ganancias.

Por ahora la inteligencia artificial sirve para desempeñar tareas específicas. Pero hará falta una nueva generación de aparatos para que puedan aprender nuevas habilidades, generalizar sus conocimientos y aplicarlos en distintos contextos, en parte por la enorme potencia que debe tener una computadora para procesar tanta información rápidamente.

“Estamos muy lejos del tipo de inteligencia artificial y de robots que uno ve en películas como ‘Blade Runner’”, señaló Pascale Fung, profesora de ingeniería de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Hong Kong. “Lamento decepcionarlos”.

Acotó que, a diferencia de lo que ocurre con los bebés, que usan sus cinco sentidos para aprender rápidamente, las máquinas generalmente pueden absorber un tipo de información a la vez.

Si bien Sophia puede mantener una conversación ingeniosa, es fácil confundirla.