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FAMILIA

Fin de año, la tercera edad y el abandono

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Carmen Virginia RodríguezSanto Domingo

Ya llegamos al fin de año: celebraciones, juntaderas, las personas poniéndose adornos de en las cabezas, alegría, brindis y demás. Las familias se reúnen, los que viven fuera llegan, los que viven en República Dominicana salen a visitar a los suyos dentro o fuera del país… en fin, se ven y se siente un espíritu festivo. Sin embargo, por ahí habrá muchos que están abandonados.

Todos tenemos un tío, una tía, un abuelo o un vecino que ha llegado a la tercera edad y ya no puede moverse ni asistir a las reuniones familiares como antes porque depende de otros.

¡Qué bueno tener hijos, nietos, sobrinos o vecinos que dan esa muestra de cariño y afecto, en todo momento, pero sobretodo en estas fechas de tantas celebraciones y de tanta familiaridad!

Pero ¿qué pasa con una gran mayoría que se queda sola, esperando que lleguen a visitarlos, que les traigan compañía, que cenen con ellos, que los inviten?

A nuestros viejitos debemos cuidarlos porque han sido parte importante de las familias. Podemos escudarnos señalando lo que hicieron mal, y puede ser verdad que esos que hoy llamamos “viejos” en su momento cometieron errores, quizás porque esa era la única manera que conocían de hacer las cosas. Sin embargo, nos toca a los más jóvenes perdonar y enmendar, en lugar de castigarlos y condenarlos al abandono.

Como seres humanos, debemos tratar de crecernos como tales, y parte de ese crecimiento se da en el perdón, que no significa aceptar lo que nos dañó. Significa hacer las paces con ese dolor, sacarlo de nuestro sistema, y trabajar para que no se repita. ¿Por qué? Porque si no lo hacemos, estamos condenándonos a ese dolor y, posiblemente, aunque no lo hagamos intencionalmente, caminaremos hacia la repetición de un abandono que, llegado el momento, sufriremos igual de los nuestros.

En el inicio de año, si tenemos cuentas pendientes con seres queridos, con esos “viejitos” de nuestras vidas, mostremos que podemos iniciar un nuevo año limpio y sin rencores. Una llamada, una visita, un gesto de acercamiento, y el mundo puede cambiar no solo para la otra persona, sino también para quien toma la iniciativa. ¡Feliz año nuevo!

La autora es especialista de Psicológicamente

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