ECOLOGÍA SOSTENIBLE (1 de 2)
Cuando las comunidades quieren, sí pueden...
Lo demuestran las 600 familias que, en la cuenca alta del río Yuna, en Bonao, aprovechan los recursos naturales y promueven la agricultura sostenible
En una reunión sabatina, los multiplicadores de la Federación de Campesinos Hacia el Progreso (FCHP), jóvenes entre los 13 y 19 años, comparten en el comedor del Complejo Ecoturístico Río Blanco sobre los retos y las amenazas que enfrentan las comunidades que forman parte de la organización, ubicadas en la cuenca alta del río Yuna.
Motivados por Esteban Polanco, activista ambiental y presidente de la Federación con asiento en la comunidad de Blanco, escuchan cómo ha cambiado la agricultura y el campo en las últimas décadas y debaten sobre las fortalezas que les permitirán continuar la lucha por el derecho a manejar, disponer y defender sus recursos naturales.
Durante la jornada, Polanco aprovecha para dar una buena noticia: la decisión del Ministerio de Energía y Minas de negar el permiso de exploración de minerales metálicos en Blanco.
Jóvenes y miembros de la federación se alzan en un solo aplauso y celebran la disposición del organismo estatal.
Para entender la alegría con que fue recibida la noticia hay que remontarse a finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado, cuando se forma la Federación como sombrilla de otras asociaciones comunitarias que procuraban defender su patrimonio ambiental amenazado.
Los proyectos que desde hace 25 años ejecuta la entidad benefician a 600 familias de unas 20 comunidades ubicadas al oeste y noroeste de la provincia Monseñor Nouel, en los 250 kilómetros cuadrados de la zona de influencia de la cuenca alta del río Yuna, el río más caudaloso del país. El 50 por ciento de estas familias son miembros activos de la federación.
¿Cómo lograron estas comunidades convertirse en un ejemplo de convivencia en armonía con el medio ambiente?
PRIMERAS LUCHAS
La agrupación se fundó en 1992, pero los encuentros comenzaron en 1989. Agapito Marte, productor de cacao de El Chorro y uno de los fundadores de la Federación, cuenta que la alerta fueron los rumores de que la minería se acercaba a Blanco.
“Como campesinos teníamos que prepararnos. No tuvimos de acuerdo y eso nos trajo grandes conflictos porque a una parte de los campesinos les ofrecían villas y castillos. Pero qué pasa, a nivel del mundo no ha habido un país donde se vaya a explotar minerales que a los campesinos se les haya dado el trato justo. Siempre ha sido un trato injusto”.
Entonces, dice Marte, llega el presidente Joaquín Balaguer y emite el decreto 199-92 que declaraba como zona de desalojo la cuenca alta del Yuna.
Cuando los campesinos comprendieron que el interés de declarar el lugar zona protegida era solo un pretexto para darle paso a la minería, comenzaron a organizarse.
Le respondieron al gobierno que no estaban negados a salir, pero que había que darles un trato digno como personas y como campesinos.
“La gente sabe que por aquí hay oro, aunque no sea en grandes cantidades. Y emprendimos la lucha. Creo que por primera vez en el país un gobierno tira un decreto y se ve obligado a darle para atrás. Para ese tiempo logramos movilizar en esta loma entre cuatro mil y cinco mil personas. Hicimos un taller en Piedra de Los Veganos y nos juntamos como 2,700 personas. La gente fue viendo que era una gran necesidad organizarse, pero cuando se habló del decreto la gente se fue desalojando sola, dejando sus predios aquí arriba. Nosotros permanecimos”.
Hasta llegaron a escarbar un poco, expresa el comunitario, pero se mantuvo la resistencia.
CUANDO LAS COMUNIDADES QUIEREN, SÍ PUEDEN…
Al notar que la intención del decreto 199-92 no era conservar la cuenca alta del Yuna sino despoblar la zona para darle paso a la minería, los grupos de campesinos se resistieron y adoptaron un discurso que Esteban Polanco, presidente de la Federación de Campesinos Hacia el Progreso (FCHP), explica de esta forma:
“Les dijimos que no era verdad que había que sacar a los campesinos porque estaban causando daño. El conuquismo ha sido una práctica tradicional del campo porque se hace para subsistir, por necesidad. Y los enfrentamos: ¿el Estado ha garantizado alguna vez un programa de desarrollo sostenible en las cuencas hidrográficas? Nunca. ¿Ha formado, capacitado y educado a la gente? Tampoco. ¿Somos nosotros los culpables de que nuestros abuelos y padres vinieran a hacer conucos a las montañas porque les quitaron las tierras en los llanos? Querían ponernos a nosotros como responsables de los daños ambientales que hay en la cuenca y no era verdad. Si se quiere hacer cualquier programa de conservación de la cuenca que se haga con nosotros. En eso se centró nuestro discurso y ahí, en 1994, logramos hacerle entender al gobierno que si se quería hacer cualquier proyecto de desarrollo en la zona se tenía que hacer con los campesinos”.
MÁS Y MÁS LUCHAS
Esta lucha dio lugar a que más adelante se firmara el primer acuerdo entre una asociación campesina y el gobierno dominicano: entre la Federación y el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (Indrhi), que para 1995 y 1996 construía la central hidroeléctrica sobre el río Blanco, afluente del Yuna.
Ninguna hidroeléctrica en el país le daba energía a la comunidad donde se hacía, explica Polanco. “Esta fue la primera. En 1996 presionamos a los constructores, en este caso el Indrhi, para que nos dejaran energía”.
Se hizo una presión fuerte, recuerda el educador, al punto de que permanecieron 17 días sentados en la carretera Los Quemados-Río Blanco en espera de que los tomaran en cuenta.
Siguió la lucha contra la explotación de la mina de oro El Higo. “Una lucha larguísima. Por eso nos llena de alegría que el Ministerio de Energía y Minas denegara el permiso de exploración en el Alto Yuna”. Y luego se enfrentaron al consorcio encargado de construir la presa sobre el Río Blanco para que este ejecutara en las comunidades los fondos destinados al pago de deudas sociales.
“Se supone que si van a hacer un aprovechamiento de una cuenca se destinan unos fondos para el tema ambiental, y esos fondos nunca fueron dedicados a eso. Nosotros planteábamos que se dedicara a la reforestación. Lo que logramos fue meter esta finca en el acuerdo, de manera que cuando terminara el proyecto, para evitar que la depredaran, nos la entregaran a nosotros. Esto pertenece a la comunidad. Estamos poseyendo esta propiedad como parte de ese acuerdo, unas dos mil y pico de tareas donde estaban las instalaciones donde ellos se establecieron para construir la presa”.
Ese lugar, en el Cruce de Blanco (sector Hoyo del Pino), es la sede de la FCHP y del Complejo Ecoturístico Río Blanco. La tierra la lograron recuperar con el apoyo voluntario de los campesinos.
“Ese ha sido el mayor aporte que hemos recibido aquí, el trabajo de los muchachos, que hoy son ellos, pero que en los 90 éramos otros. Aquí no han venido esos fondos del Estado. Salvo dos pequeñas iniciativas que logramos a través de la USAID y del Fondo de las Naciones Unidas para reestructurar un poco, todo lo hemos conseguido nosotros. Ahora nos apoya el Ministerio de Medio Ambiente con una brigada para que la usemos en la producción de plantas”, comenta Polanco.
ORGANIZACIÓN
La federación trabaja en cuatro áreas fundamentales: la organización de la comunidad, las conquistas sociales, el fomento de la economía familiar y su norte: la protección del medio ambiente. De la primera, Polanco dice que no hay forma de desarrollar ningún proyecto si la gente no está organizada.
“Lo segundo es que hay que lanzarse a por las conquistas sociales. O sea, en una comunidad sin educación, sin salud, sin vías de acceso, sin recreación y sin energía eléctrica no se puede hablar de desarrollo”.
De estos primeros aspectos da cuenta Cristina Portorreal (Tita), ama de casa, encargada de la brigada de reforestación Plan Yuna Cinco, de la comunidad La Ensenada, presidenta de la Asociación Campesina Comunitaria Paz y Progreso y un ejemplo de la lucha campesina en toda la zona.
“Empezamos con una pequeña asociación en 1988. Luchábamos por la gente y hacíamos reforestación porque estamos prácticamente en la cuenca alta de los ríos Yuboa y Yuna”.
Gracias a la Federación se enteraron que estaban dentro del Parque Nacional La Humeadora, entre esta provincia y San José de Ocoa.
“Nuestra lucha ha sido intensa porque no teníamos nada. Teníamos una escuelita de madera que se caía cada vez que hacía mal tiempo, comenzamos a luchar, íbamos al Ministerio de Educación, a todas partes, y no conseguíamos nada. Por vía de la Federación y de la Fundación Popular conseguimos una escuela que por gracia de Dios la cuidamos y va a permanecer. Aunque no es de plato, nos sirve de refugio en un mal tiempo”.
Hoy también disponen de una pequeña hidroeléctrica que administra la misma comunidad. “Estamos contentísimos porque tenemos un servicio 24/7 y a menos que ocurra una avería no se va la luz. Y estamos también muy felices porque los moradores que antes salían de la zona buscando mejoría se sostienen aquí”, sonríe Tita.
¿CÓMO OBTIENEN LOS RECURSOS?
De la producción de plantas frutales (chinola, naranja agria, fresas), forestales y ornamentales; de la venta de conejos vivos; de la producción de café y cacao, de la producción de muebles de bambú y de las visitas de turistas al Complejo Ecoturístico Río Blanco, creado como alternativa de ingresos para los proyectos sociales. Todavía no somos autosuficientes, dice Polanco, “pero hacia allá vamos, camino a la autosostenibilidad”.
Para lograrla, están desarrollando la comercialización. “Vamos a crear un mercado solidario para comercializar todos los productos que se producen aquí, hacerlo directamente, sin intermediarios. Ya estamos haciendo pininos, y el café nuestro, orgánico, empezaremos a ofertarlo desde la semana que viene en una oficina ubicada en el Centro de Postgrado de la UASD”.
Se llama Café Natural Río Yuna, apunta Polanco, en homenaje a ese gigante que abastece de agua a ocho provincias de las más pobladas del país e irriga más del 50 % de la producción arrocera del país.
“Queremos hacer énfasis en que no queremos depender del gobierno, sino hacer cosas por nuestra propia cuenta. Nos hemos cuidado de no contagiar la organización con la política. Esto ha sido un elemento clave. No le permitimos a ningún partido político ni gobierno alguno que nos use como trampolín. Ha sido una de las banderas que nos ha ayudado a crecer, porque somos una organización social que lucha por las reivindicaciones de las comunidades”.
RECONOCIMIENTO.
En 2014, la federación recibió el Premio Ecológico a la Siembra de Agua, un reconocimiento que hace la Fundación Sur Futuro a “proyectos ejemplares que contribuyen a la retención, preservación y uso racional del agua, a través de la reforestación, la conservación de los bosques, las prácticas agrícolas sostenibles y las actividades de educación y concienciación del manejo eficiente de este recurso natural”. Con los ingresos por el premio, 250,000 pesos, mejoraron la infraestructura.
ALGUNAS CIFRAS
Producción de conejos. La FCHP cuenta con 40 madres que generan una producción cada una de unos 75 conejos al año (paren unas nueve veces al año), para una producción de unos 3,000 conejos al año. Estos se venden y se consumen. A las familias miembros de la federación se les prestan dos hembras y un macho para que reproduzcan. En la finca son vendidos a 75 pesos la libra de conejos vivos.
Café. “Estamos procesando unos 100 quintales al año. Es poco, pero es que apenas estamos comenzando, tenemos dos años en esta producción”.